lunes, 21 de mayo de 2007

CUENTO: Alfonso Peláez Bazán

El presente cuento, inédito, lo escribió don Alfonso Peláez Bazán con la intención de presentarlo al concurso “El Cuento de las Mil Palabras” de la revista Caretas. Por azares del destino, o porque la muerte llegó antes, nuestro escritor no alcanzó a enviarlo. Espina de Maram, siempre en la huella de los escritores y artistas celendinos, tiene el privilegio de presentarlo a nuestros lectores (La redacción).

"Era simplemente un diagrama..."

LOS SOBRES

Por Alfonso Peláez Bazán
En un extraño lugar había seis amigos que tenían la inveterada costumbre de reunirse todas las noches en el cafetín de un gringo viejo y seboso. Cada cual tenía ocupación u oficio diferente, pero dentro de las mugrientas paredes del cafetín todos quedaban perfectamente identificados. En sus noctámbulas reuniones se ocupaban de todo; mas, como no eran personas versadas, lo hacían superficialmente, y dejando siempre un saldo de dudas y temores.
El grupo estaba tan bien cohesionado que cuando alguno de sus componentes –por involuntario motivo- faltaba a la sacramental reunión, el vacío causaba general. Era aquella una rara hermandad.
Una noche pusiéronse a hablar de la muerte. Y lo hicieron en la misma forma que suele hacerlo todo el mundo: con misterio y temor.
-¿Y cuál de nosotros será el primero?
-Es mejor ignorarlo, ¿no?...
-Y si llegáramos a saberlo, nos preocuparía quién, el segundo… y luego el tercero…
-Por lo pronto hay una cosa bien clara: cada uno de nosotros quisiera ocupar el último lugar…
-Y ninguno el primero, naturalmente..
Así, artera y sutilmente nació entre los seis amigos, aquella noche, un extraño sentimiento que llegó a tener dramáticas manifestaciones.
******
Noches después, sorpresivamente, apareció en el cafetín un hombre extraño a quien nadie había visto antes. Alto, delgado, erguido. Ojos verdes, de penetrante mirar. Una barba rubia y espesa le cubría casi todo el rostro.
Se acercó resueltamente a la mesa de los seis amigos y manifestó su deseo de estar entre ellos. Aunque sorprendidos, aceptaron cortésmente.
Charlaron hasta bien avanzada la noche. El singular intruso reveló poseer vastos conocimientos. Y tan hábilmente se condujo, que ninguno de los seis amigos tuvo tiempo para preguntarle quién era y de dónde había llegado.
******
Solo al otro día –recordando cierto detalle- diéronse cuenta que todos había sido objeto de prolija investigación.
-Indudablemente ese hombre traía algún propósito. Y cuando lo sepamos, acaso ya sea tarde.
La angustia había empezado a apoderarse del grupo.
*****
Noches después, volvió a aparecer en el cafetín el inquietante hombre.
-¡Oh!... ¡Qué bien os encuentro!...
Y luego de mirar a todos:
-¿Es Ud. fulano?
-Exactamente, señor –contestó el interrogado.
-¿Y el que está a su derecha, zutano?...
-Sí, señor.
Y sin equivocarse absolutamente, reconoció a todos.
-Vuestra memoria es fantástica, señor..
-Poseo muchas facultades fantásticas –contestó fríamente.
Luego púsose de pie, dasabotonóse la chaqueta, introdujo la mano en uno de sus bolsillos interiores y extrajo lentamente… no, no fue lo que en angustioso suspenso esperaron ver. Era sólo un grueso rollo de papel, el mismo que inmediatamente extendió sobre la mesa.
Nerviosos, los hombres inclináronse hacia delante para ver mejor.
Líneas rectas y curvas, unas más grandes que otras. Puntos de diferentes tamaños por doquier. Y una como tenue sombra cubría todo. Era simplemente un diagrama.
Con sus ojos de ave rara, el hombre miraba a todos.
-¿Y qué significa todo esto, señor?
-Esperaba la pregunta. Esta confusión de líneas y puntos representa seis destinos.
-¿Los nuestros acaso?...
-Sí, los vuestros –contestó rotundo.
-¿Y qué razón tuvisteis para hacerlo?...
-Conocí vuestras tribulaciones. “¿Quién será el primero?” “¿Quién el último?” Me dolí de Uds. y vine en vuestro auxilio.
Los hombres miráronse profundamente.
-Señor ¿y todo lo vamos a saber enseguida?
-No, precisamente. Cada uno va a recibir un sobre cerrado.
Y empezó a repartirlos.
Y cuando uno de los hombres intentó decir algo, el hombre misterioso había desaparecido ya.
*****
La noche siguiente, reunidos en el cafetín, lo primero que hicieron fue comunicarse que no habían tenido el valor para abrir sus sobres.
La reunión estuvo colmada de dudas y temores.
*****
Día a día la situación del grupo tornábase embarazosa y sombría.
Una noche uno de los hombres habló así:
-Todo esto se está poniendo insoportable. Cada uno mira a los otros con un sentimiento extraño, indefinible. Todos nos preguntamos quién será el primero… y quién el último… En cada uno de nosotros hay el deseo oculto de no ser el primero, ni siquiera el segundo… Cada uno quisiera ser el último… Y así, entre nosotros, va definiéndose cada vez más el sentimiento equívoco que lacera horriblemente nuestras almas.
Sumiéronse todos en profundo silencio.
*****
Una noche… “He aquí el primero”, se dijeron para sus adentros, al advertir en sus ojos, en su voz, la aflicción.
Acosado por las miradas de sus amigos, el atribulado hombre habría querido escapar, huir… le atormentaba horriblemente ser mirado como el primero, como el más infortunado.
El segundo puesto también aterrorizaba. Ninguno abrió, pues, su sobre aquella noche.
*****
Al cabo de días apareció el segundo valiente. La misma angustia en sus ojos, en su voz, y el mismo deseo de huir, de escapar.
-“Ya estamos libres del primer y segundo puestos… Esperemos que aparezca el tercero…”
Las reuniones eran cada vez más cortas.
*****
Y apareció el tercer valiente. A pesar de todo, la aflicción y la angustia eran las mismas.
-“Ahora si ya podemos abrir nuestros sobres”.
*****
Aquella noche en el cafetín del gringo viejo y seboso, los seis amigos, sin advertirlo ellos, ofrecían el más desesperante cuadro de angustia y de muerte… Todos se miraban veladamente. El mismo sentimiento sordo, hostil.
Y apareció de pronto el hombre misterioso y cruel.
-¡Oh!... ¡Cómo os encuentro!... Vuestros rostros no parecen ser los mismos… ¿Qué os ha podido ocurrir?...
Detúvose un instante:
-… ¡Levantad la vista!... ¡Miraos unos a otros!... Miraos profundamente hasta llegar al fondo.
Los seis hombres obedecían como autómatas.
-Sois infelices criaturas, todos fuisteis presas de los mismos sentimientos. Todos obrasteis de la misma manera. ¿De qué miserable materia hizo Dios al hombre?...
Humildemente, todos bajaron la vista.
-… ¡Y ahora preparaos! ¡Sacad fuerzas, muchas fuerzas!...
Los seis amigos eran como seis figuras de cera.
-¡Sacad vuestros sobres y cambiadlos entre vosotros, una y otra vez, hasta encontrar la verdad!...
Al tiempo que lo hacían, iba dibujándose en cada rostro una mueca horrible. Una mueca que pudo ser –que debió ser- algo distinto… Una sonrisa, por ejemplo… Porque todos los sobres encerraban el mismo pronóstico: “Serás el primero y pronto”.
Riendo a carcajadas y dejando inmóviles a los seis amigos del cafetín, se alejó entre las sombras el hombre misterioso.

No hay comentarios: