martes, 24 de julio de 2007

CUENTO: Jorge Díaz Herrera

La agonía y la muerte y
otra vez la agonía de un desventurado

I

Sus ojos, dos espantos al fondo de las ojeras, se desataron en lágrimas y nos rogó quedo, pero como si gritara: Yo no quiero ir al infierno, Tráiganme al cura. Sáquelo de donde esté , díganle que el diablo ya me está jalando. Corrimos a trancazos, galgos, y entramos bruscos a la misma sacristía donde el cura Wenceslao, de puro sorprendido, casi deja caer el crucifijo que estaba desempolvando. Le rogamos:
-No sea malo, padrecito. No sea malo. Si es pecado hacer lo que tanto le pedimos, hágalo. A usted todavía le queda vida para los arrepentimientos. Pero Aníbal ya casi es difunto, y nada sino su bendición puede darle ese poco de alivio que está suplicando. Hágalo por doña Carmela, las madres no tiene por qué pagar las culpas de los hijos. Si ella no vino con nosotros es porque está renga.
Y el cura Wenceslao:
-De nada valdría. Su alma ya está condenada. Yo no sólo estaría faltándole al Altísimo sino dándole ánimos a tantos mequetrefes para que se enfanguen, confiados que a la hora de las verdades han de tener su cura y santo remedio.
La llovizna de la madrugada nos golpeó como granizada. Regresamos cabeza gacha al llanto de doña Carmela:
-No quiere venir.
Y ella:
Seguro no le supieron rogar como deberían hacerlo. No lo ablandaron bien. Con buenas razones hasta las piedras se conmueven.
Y nosotros:
-Lo único que nos faltó es besarle las manos, arrodillarnos.
-¿Y qué les costaba hacerlo?
Quisimos decir otras cosas, temimos dejarla con la idea de no haber puesto empeño. Los ojos turbios del agonizante nos hacían oír quién sabe lo que no nos decía, y nos volvimos de regreso a la parroquia. Y el monaguillo: El padre se fue volando a la casa de doña Carmela. Regresamos: el cura Wenceslao con una oreja pegada a los labios del enfermo, oía lo que nadie oíamos y movía la cabeza de derecha a izquierda entercado en negarse a lo que sin duda le suplicaba el pobre agonizante. Como si lo estuviéramos viendo: el cura empecinado en el no y no, mientras iba pasando entre los dedos largos de sus manos arrugadas las cuentas del rosario de nácar.

"Entierro de veterano", óleo de Mario Urteaga


II

El pueblo era la gracia de levantarse por la mañanita, oír cantar los pájaros entre sorbos del desayuno caliente y marcharnos a las plantaciones de arroz, que era donde crecían nuestras ilusiones. A veces el cielo se enojaba y, ¡agua quién te viera! La desgracia no sólo nos llenaba de remiendos sino, lo peor, nos quitaba la alegría. Las buenas costumbres se desmoronaban y nos convertíamos en ladrones de nosotros mismos: noches enteras de orejas atentas a los corrales, al tanto de nuestros animales. Pero en los últimos tiempos, Dios andaba de buenas con nosotros. Quizá por eso a Aníbal se le anchó el corazón y entraron en él no sólo los ojos bonitos de Emilia Paredes sino también los de Judith, la evangelista, que no se enojaba cuando le decían mujer de otro. Y Judith, vestida de seda blanca, recibió junto al bueno de Aníbal el sacramento del matrimonio, en otro pueblo cercano, tan igual a como antes lo recibió la Emilia junto al mismo Aníbal en nuestra parroquia de la Santísima Virgen de la Macarena, de manos del cura Wenceslao. Hubo hijos en uno y otro lado, criaturas que llamaban mamá a las dos mujeres y dormían y comían donde los agarraba la hora, bien en casa de Emilia, bien en la de Judith que, valgan verdades, no se tenían el menor rencor. Y caminó tanto el tiempo que ya nadie supo decir quién fue la primera mujer y quién fue la segunda. Hasta don Damián, el peluquero, para quien no había olvidos ni secretos, y que se abrió paso solo en la vida, llegando a ser maestro de escuela, y tenía el don hacernos ver cuáles eran las veredas del bien y cuáles las del mal, llegó a decir: Da gusto ver como el amigo Aníbal ha logrado hacer del meado de gato un buen perfume, al no abandonar su alma en la bragueta sino, como buen cristiano, hacer del pecado una cosa honrada. Qué caray. Trabajar como él trabaja es como para quitarse el sombrero.
En cambio en el cura Wenceslao no corrían las aguas, y tienen razón quienes dicen que si algo hubo en su pecho fue un pozo donde se encharcaban nuestras culpas.

III

-Ayer lo vieron calle arriba, cruzando el puente.
-Dios nos libre, Abelina. Pobre Aníbal. Muerto fresco y ya penando.

IV

El cura nuevo sí tenía traza de perdonar: no puso mala cara cuando le hablamos de la muerte de Aníbal: ojos abiertos, ojos de ahogado, y el cura Wenceslao a quien enterramos hasta con banda de músicos, se negó a darle la absolución y lo único que exclamó, voz de toro, después de soltar el rosario sorprendido por el dolor del mordisco que el moribundo le dio en la oreja, fue un viento de maldiciones:
-Ya empiezas a convertirte en perro, maldito perro.
Y ahí nomás el moribundo se quedó agarrotado con el hielo de las eternidades. Entonces doña Carmela agarró una raja de leña y, dejando a un lado su renguera, gritó: Cura maldecido. Boletero del Diablo. Y lo echó de su casa dándole como a mula. Por eso el entierro de Aníbal fue sin Dios ni responsos de cura. Y ahora este recuerdo, el recuerdo que estamos recordando, tierra removida que ha enturbiado las aguas. Porque no sólo es el ánima de Aníbal sino también de doña Carmela y, usted perdone si parezco exagerado, pero le juro que casi todos hemos visto que en la procesión de penas también va el cura Wenceslao con su rosario como soga de horca.

lunes, 23 de julio de 2007

CARTA: Sobre Armando Bazán

Estimado Ulises:
Creo que es fue una excelente iniciativa publicar el cuento "Márfil chino", de Armando Bazán. Creo que este contribuye a demostrar que Bazán no sólo fue un gran poeta y periodista, traductor y organizador de la cultura, sino también un excelente cuentista. Yo también le vengo siguiendo los pasos y pienso escribir algo sobre él por lo que te pediría que por favor me indiques la fuente en en donde encontraste el cuento en cuestión.
Un abrazo y gracias por la ayuda y comprensión,

Carlos Arroyo Reyes
carlos.arroyoreyes@telia.com
Bernadottestigen 19 D
756 48 Uppsala - Suecia

P.D.: Te adjunto un link acerca de mi trabajo intelectual por si te interesa saber algo acerca de mí:
http://librosperuanos.com/autores/carlos_arroyo.html

Respuesta:

Estimado Carlos:
Muy contentos de que aprecies el esfuerzo que Espina de Maram, suplemento literario de CPM, está haciendo por rescatar el talento de los muchos celendinos que han contribuido a desarrollar la cultura nacional.
Estamos consiguiendo la fuente que nos pides (nuestro colaborador se ha ausentado) y la encontrarás aquí mismo dentro de poco.
Deseándote lo mejor, en la vida y el trabajo cultural que realizas, recibe nuestro saludo.

Ulises Marañón, por CPM

lunes, 9 de julio de 2007

MACHU PICCHU: Julio Garrido Malaver

Hoy que todo el Perú celebra alborozado la proclamación de Machu Picchu como una de las SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO MODERNO, cobra nueva vitalidad la palabra de nuestro poeta Julio Garrido Malaver, quien revela el arcano del influjo que la piedra ha tenido sobre los peruanos a través de toda la historia, y cuya máximo representación es sin duda la maravilla que hoy nos enorgullece. Sin dejar de mencionar a otras obras señeras surgidas de la conjunción de la piedra y la voluntad humana, como el templo de Chavín, Chuquequirao, Sacsayhuamán, y nuestro más cercano Kuélap, una de cuyas puertas de llegada es, sin duda alguna, Celendín, lo que debe llevarnos a pensar en cómo hacer prosperar el desarrollo turístico que todos anhelamos.


LA DIMENSION DE LA PIEDRA

Julio Garrido Malaver
(1909-1991)

Monologo en la piedra, y digo, y digo
lo mismo que en mi voz cuando hablo para el viento.
Y me horada una duda en lo más hondo
lo mismo que una pena.
Y me sorprende la idea más antigua sobre el hombre
como un golpe de gracia
que se quiebra, quebrándome, en dos partes:
el origen y el fin, esto es, la nada.
Y me salgo de mi
para buscarme entre los escombros del Tiempo
que fenece sin poder ser el Tiempo
para llorarme al pie de toda huella,
para clavarme y desclavarme en los gimientes leños
sin redención exacta por plural.

Y vuelve mi destino a golpearme con un golpe distinto,
más arriba de todo lo creído,
más adentro de todo lo que la luz encuentra,
más allá de todo lo esperado…

Y divago en la forma de la Tierra.
Y el cielo se me hace nudo grande en el pecho.
Y de súbito me arde, rodeándome, un grito
que a la piedra reclama ser blanda como el pan…


2

En la piedra hay dormida una voz cristalina,
quizá voz del origen,
cada vez más lejana de todo lo que existe
por eso más en vísperas de otro despertar:
vital en resistencia al Tiempo deleznable,
frontera del espacio que evade toda forma,
límite de la luz que en nada se detiene,
perfección inmutable,
ni tesis, ni antítesis, ni síntesis de nada,
tan sólo la expresión de un gesto detenido,
mientras todo sucumbe para no sucumbir…

En la piedra hay un alma de silencio, perfecta,
testigo insobornable de todo lo que al polvo retorna
por ser polvo,
de todo lo que pugna, a fuerza de destino,
por ganar la medida de perfecciones santas!

En la piedra hay un grito detenido
esperando la hora
que desde sus raíces, más profundas, el hombre,
salvador de sí mismo se levante
y camine cantando sus nuevas dimensiones…

¡La piedra es una espera de Dios,
es la segura espera
de que el hombre ha de volver a El
blando como el mejor retoño de los cielos…!