domingo, 30 de agosto de 2009

POESÍA: Una poeta shilica y del mundo

LA POESÍA DE ANTONIETA INGA DEL CUADRO
Por Jorge Horna Tay
Lima

Publicado en la revista Jelij, No. 10. Órgano Informativo de PARTA-56. Lima, 2004.

Releyendo lo publicado en revistas surgió mi interés por la palabra de la celendina, ex docente sanmarquina, Antonieta Inga del Cuadro, a quien no conocía personalmente. Cuando la visité lo primero que hizo fue alcanzarme algunos textos de su producción poética; conversamos sobre ésta y otros temas y me cuenta que el infatigable editor Francisco Carrillo tenía el propósito de seleccionar sus poemas para editarlos en libro; pero su deceso súbito truncó el proyecto. Sólo llegó a publicar un hermoso conjunto en la revista Haraui que él dirigía. También Antonieta colaboró con artículos especializados sobre Lingüística y Crítica Literaria en las desaparecidas Oiga y La Prensa.

Antonieta Inga del Cuadro

Ella es una mujer sencilla y muy amable, su fragilidad se traduce en fortaleza cuando refleja su sensibilidad en sus poemas. Le comento que su poesía es como un silencio que convoca multitudes… Se entusiasma y me reitera con la conversación su gusto por el manejo verbal. Quedamos volver a platicar otro día y me ofrece conseguir toda su producción.

Ha pasado buen tiempo, y los avatares de lo cotidiano no han hecho posible que Antonieta haya recuperado sus textos. Abrigo la esperanza que pronto lo consiga. A pesar de eso ella sonríe y con el trasfondo de las célebres tonadas, dice: “…me apasioné por la Lingüística, la Literatura y la docencia, Salí de mi tierra y me hice poeta.” Sonríe. Deja al viento su amor a la vida.

Felizmente tengo a la vista Haraui, Jelij y Trotamundos. A partir de esta dispersión, que sólo es una muestra, pretendo aproximarme y apreciar su poesía.

Sus versos que fueron publicados en revistas a partir de 1983, rebasan su ser –nuestro ser- con secretas metáforas e imágenes extraídas del aire, el agua y su corazón. Hasta en el reproche es noble y lo hace de un modo hermoso:

Quiero decirte…

que no se toca una puerta

para emprender la huida,

que no se hecha la semilla

para pisar la planta,

que no se tiende la mano

para mostrar la espalda.

Desde su horizontalidad nos muestra su gran humanidad que alcanza al amor filial, ausculta la vida; su gratitud se hace palpable cuando admirada dice dirigiéndose a su madre:

A pura sonrisa te abriste paso/ entre las mil olas…/ múltiple buscadora de vida, / las estrellas no te bastan/ los años no te conocen/ la ternura no te entiende…/ ¡La gran ausente/ por estarse distribuida/ en todos los rincones!

Y continúa indetenible con su emoción a cuestas buscando explicaciones en los más recónditos espacios vitales:

Conoces los huracanes/ y te asustas con la brisa…/ perla y lágrima/ ola entre las olas/ pétalo entre rosas/ no resistes el rocío.

Las veces que rememora a su padre lo hace con una filosofía tan elemental que alcanza a medir transcursos, la madurez que procura evitar excesos:

Mis palabras tendrán que ponerse/ añosas/ para poder visitar/ tus heredades…/ De ti no se puede hablar/ Sólo escuchar que te nombran/ todas las cosas del mundo.

A su vez decide la poeta abrir y retomar el camino trazado en el seno familiar y evoca y se adhiere a la veneración por tanto cariño recibido:

Viajan mis ojos/ por tu vena escondida/ y descubro tu mano/ que toco/ Y descubro tu mano/ que es la mía.

Su inmensa ternura se extiende, además, a la tierra que la vio nacer y crecer, asume la añoranza alejada de remilgos de tristeza o pesimismo y lanza sus convicciones hacia una posibilidad esencial y latente.

Lo que permanece impregnado en la retinas de la poeta desde la niñez se vuelve belleza, una tangibilidad telúrica engarzada con la musicalidad y el ritmo de la palabra decantada, labrada; cobija el paisaje inconmensurable en sensitivos versos:

Querida lejanía, hasta ti/ se extiende la vida/ Hasta donde tú estás/ alcanza la esperanza. (…) Cómo estarán los eucaliptos de mi tierra/ por entre qué hojas volará la tierra amada/ Cómo estarán los sauces/ con sus lágrimas bebidas por el río

Luego, nos deslumbra:

Tengo la pequeña ilusión/ de que los árboles nos sigan/ con su pedazo de cielo.

Y volviendo al silencio, ese espacio que sólo, los seres sensibles perciben y que pugnan por compartir con los demás, Antonieta Inga hace de él un recinto de comprensión del mundo y de la vida, porque en el concierto melódico poblado de voces tenues al que nos convoca, surgen las pausas a trasluz para que la poeta prosiga con su palabra hecha transparencia. La síntesis, la concreción de lo vivido:

¿Quién no tiene empeñado/ su minuto preñado de aconteceres? (…) Por ti en ti mismo/ Por tu vivir a solas./ Por nuestro vivir/ contra el viento. (…) Aquí en tu silenciar/ empieza el griterío/ de todas las aguas/ (…) Eso de quedarse con el pan/ en la mano/ con la luz en la palabra/ con el silencio en los ojos!

He allí la trascendencia y la sencillez del trabajo literario de Antonieta Inga del Cuadro, de su abundante labor que no he tenido la dicha de ver en su totalidad. Una de las formalidades es que sus poemas están numerados, y en los pocos materiales con los que he pretendido erigir esta celebración, uno de ellos tiene el número 187.

lunes, 24 de agosto de 2009

POESIA: Jorge Wilson Izquierdo

MARAÑON

1
Jadean las venas del mundo
inacabables de rutas andantes
cima-valle
dialogan
tropel de murmullos modorros
de la tortugante negrura
absorta en huídos remolinos de tiempo
plumas
de sierra oscura y selva con llave
fruteciendo
esperanzas disueltas
Alma fluvial exótico brazo
remanso voluble
lamento de sudor labrante
peregrina
las cosidas paralizadas
el cruel hacinamiento de caminos.

2
Suda la alzada del cuesterío
inercias caldeadas
aun muerto el Sol
deshace una cálida trenza
que fresca traía esa joven amada
difusa
en los brazos morenos del viento
quebrado
Estática oroya memora un día
destronchó feroz el arco colgantge
y quedó astillado
crujiendo
guadañoso
Y el hombre
en la vera amputada del camino
parado
tremendo
infinitamente parado…
en el cenit de los nuncas
(la corriente
acometerá su sombra envuelta
su camisa de estambres sin vuelo
entre rocas estelares
sus manos sin grito
sus tobillos fugitivos
su ola sin adiós…



3
Vertiginosos pasan puentes
valles aldeas
oxidadas oroyas chirriantes
frutales olorosos
vienen y quedan
El río se busca despeñándose
reventando eréctiles crestas
bullicio a chorros
tajando cordilleras
puliendo pedernales
en orgasmo acuoso
muchedumbre de tumbas
de oro
cósmico pulso
anónimo latido
enjaula su lecho de mundo
Padre-hermano
arquitecto autoral de ciruelos
multícromos
vives de vidas
brisas y aromas
esculpiendo
estruendosos versos
cantos y furias
para fieras y aves. Musgos y rosas
chamiza juncales
para quien intente bracearte
con el aliento descalzo
envolviendo
distancia tras D I S T A N C I A…

4
Balseros surcan
entre zócalos de inhóspitos picachos
cielo-agua
turbiamente
sudor sin acostarse
vacía la barba
y se pierde en la orilla de monte
de reptiles veloces
astutos venenosos
en tanto la dócil hortelana
repta la tarde
Displicentes lentan gasas
un avión lo de abajo reduce
y allá.. con bronco rumor
parece llevar algo nuestro
mucho ajeno
(… y otra vez
el surco corte riego doblados
el azote solar tiembla inmerso
arrasa la mole telúrica garra
pétreos garfios milenarios
la salpican nítidas flores
trinos solitarios
la aguda cigarra chirriando
el armado alacrán…)
hay vírgenes vientres cediendo
INMOVILIDADES
para ninguna orilla…
……………………………

5
Cíclope nórdico
retorcido cordón de roquedales
entraña incesante
furiosa
paso del día sin noche
en esta rosa lumbre sin cercanía
de mortecinos abrojos
con el fresco
eternizando mi alma
en un piso inseguro del SER
me llevas
tal vez ondulando
- cielo de espaldas –
al seno materno del mar
la soledad sin gemelo
algún dorso funeral
¡ M A R A Ñ O N ¡
cómo el tiempo a la parte
más hendida del alba
viene a caer una sombra de cóndor
en abrazo de alas perdidas…
.

domingo, 16 de agosto de 2009

LIBRO: Un marco para "Pláticas del viento"

Por gentileza del poeta Jorge Wilson Izquierdo reproducimos las palabras que expresó en la presentación del libro de Manuel Sánchez Aliaga (NdlR).

BIENVENIDA A PLÁTICAS DEL VIENTO
Por Jorge Wilson Izquierdo
Si por un instante volviésemos los ojos hasta una remota perspectiva, encontraríamos que la narración se da únicamente en el aspecto oral, en cuentos, mitos, leyendas y tradiciones. De donde, propiamente para hablar de ella, hemos de partir de tres épocas a que corresponde nuestra historia:
-El período luego de la conquista española.
-La emancipación de España, y
-La segunda liberación a comienzos del Siglo XX.
Originariamente, casi todos los escritores se identificaron como cronistas, es decir, se volcaron al pasado del Imperio Incaico o a la incursión española en nuestro territorio. Es el momento en que destacan el Inca Garcilaso de la Vega y Felipe Huamán Poma de Ayala entre muchos otros. Posteriormente, fermentó el espíritu libertario en vista de la crueldad desatada contra los indígenas, aparte de la depredación material con que fueron victimados aún más. Así nació la literatura indigenista para reivindicar del grado de postergación en que el país se encontraba sumido y que a la postre rompió las cadenas del esclavismo. Pero el hombre andino, altoandino y tribal, continuaba en la marginación, aflorando voces nuevas en la política y en los escritores dispuestos a revertir ese orden de cosas por nuevas formas de vida, trabajo y prosperidad. Allí figuran ya Manuel Gonzáles-Prada, José Carlos Mariátegui, Clorinda Matto de Turner, Luis E. Valcárcel, nuestro comprovinciano Nazario Chávez Aliaga, etc. Toda la mirada del arte en general, estuvo de parte de esa entraña telúrica que subrepticiamente iba forjando otra en las grandes masas urbanas, expuestas a otras confrontaciones en el tráfago por la supervivencia. EL socialismo se esgrime como panacea de los avatares de la costa, sierra y selva; mas, la propia historia que establece los sistemas, los desecha en ese afán por una meta verdadera. Surgió entonces una literatura agraria y luego la urbana, denunciando los estragos del hombre en barracones y barriadas veinticuatro horas al día. Destacan allí su compromiso una vez más José María Arguedas, César Vallejo, Ciro Alegría, Enrique López Albújar, Sebastián Salazar Bond y, Alfredo Bryce, Manuel Scorza, Enrique Congrains, Julio Ramón Ribeyro, Luis Urteaga Cabrera, entre otros que sería largo enumerar.

El poeta Jorge Wilson Izquierdo con una de sus nietas (Foto Charro).

La narrativa es un género literario en prosa, constituido por la novela en sí, la novela corta y el cuento. Este puede ser un relato puramente estético, sin hora ni lugar, una ficción hecha realidad o una realidad hecha ficción. Y allí radica, justamente, el mérito de la pluma para que el mensaje vaya cundiendo en su vuelo. En muchas producciones el cuento, como cualquier otra forma literaria, puede ser de creatividad, de rescate o de vivencias. Puede ser concreto o elusivo, por eso es muy controvertible. Hay extensos tratados y entre ellos, últimamente, “Las teorías del cuento corto”, del norteamericano Charles E. May, basado en 135 libros y artículos al respecto, habiendo, inclusive, autores como Horacio Quiroga y Richard Kostelanetz, que dan recetas para escribir cuentos impecables.
En nuestro caso, convendremos que Celendín tiene su propia tradición narrativa, habiendo producido hasta best-sellers como el de Oscar Medina Zevallos, quien, por su obra “El enigma de Machu Picchu, 500 años después", ascendió a la altura del brasileño Paulo Coelho y mereció la medalla de honor del comando sur del ejército de EEUU en 1990. ¿Y sabemos de dónde es este sorprendente escritor?, de Chalán, Miguel Iglesias y actualmente vive en el Cuzco. Así, muchos de nuestros autores han sido galardonados en el país y en el extranjero.
En cosa nomás del último decenio aproximadamente, Celendín ha sido gratificado con esfuerzos insoslayables -sin contar a los viñedos periodísticos-, con obras de valía que colocan su nombre en el asta del reconocimiento general. De allí el imperativo de referirnos a algunas de ellas y sus autores:

a) De pensamiento, ensayo o investigación:
- Cajamarca-Celendín tras la ruta de su regionalización y desarrollo.- Tito Zegarra Marín (2002)
- Democracia y justicia falaces.- Gustavo Aliaga Díaz (2005)
- Arte precolombino y barroco colonial.- Daniel Quiroz Amayo (2007)
- Celendín en la cuenca del marañón.- Tito Zegarra Marín (2008)
- Personajes de la historia sucrense.- Gutemberg Aliaga Zegarra y Olindo Aliaga Rojas (2008)

b) De narrativa: novela, cuento y folclorismo:
- Y de pronto anochece.- Alfredo Pita (1987)
- Alegorías del amor.- Walter Linares Z. (1998)
- El sueño del floripondio.- Gutemberg Aliaga Zegarra (1999)
- El toro diamante.- Douglas Rojas Z. (2006)
- Tahuán.- Gregorio Díaz Izquierdo (2006)
- Ingenuidades pueblerinas.- Arquímedes Chávez Sánchez (2006)
- Más acá del silencio.- José Pereira A. (2007)
- Memorias del corazón.- Elmer Chávez S. (2007)
- Los ejemplos del abuelito Juan.- Alexander Villar Sánchez (2008)
- Folclor vivo de mi pueblo.- Manuel Silva Rabanal (2009)

¿No es esto en gran medida confortante? Bueno. Valga este breve terraplén, para acceder a una obra más que nos llega en alas de esta noche: nada más y nada menos que Pláticas del viento, de nuestro archiconocido e inquieto profesor Manuel Sánchez Aliaga, dueño de una formación humanística en el campo del teatro, poesía, periodismo, dirigencia sindical, funcionario docente, actor, miembro de instituciones progresistas, etc. que, violentando las puertas de su silencio narrativo, nos entrega este pan y vino comulgantes con el trajinar del alma, tanto en el bien como en el mal, en el placer o el sufrimiento, la ternura o el odio, de esta vida o de la otra, etc., a veces tan crudamente pero con el respectivo contrapeso de circunstancias y personas muy bien reflejadas, pues, de los errores y del mal también se aprende.
Esta producción, ora atmósfera de perlas y humor, ora de sombra y abismos de la fatalidad, se divide en tres secciones: Fantasías de don Luis, Historias de Julio y Verdadera historia del Temible Cazador, que, a su vez se desglosa en 33 subtítulos que en una simbiosis de ficción y realidad, habremos de reconocernos como identidad genuina o reconocer -subliminalmente- a los personajes, canteras de fuerza, ingenuidad o de tal agudeza muy capaces de arrancarle a la tristeza una carcajada consecuente al carácter festivo e interminable de su autor. Al descorrer los textos al milímetro tallados, sentiremos las sensaciones que no dejan resquicio alguno, porque desde el rudo potentado hasta la meretriz y su celestina, caen por igual en su camino. Nos puede chocar, pero quien solamente traduce la vida puede sentirse tranquilo.
La mayoría de los relatos tiene su propia carga psicológica, tal vez detonante, en un entorno tan lleno de trastiendas e intereses creados, según puede desprenderse por ejemplo de "Abyección" o de "Censurable impunidad"... Este último, es más una sentida crónica por el atentado mortal a un artista celendino que tenía en sus manos el prodigio de la acuarela, de las notas musicales y de sus labios la defensa de los proletarios. Muy subjetivamente sabemos de quien se trata y a tanta distancia del tiempo, convergemos en señalar la impostura y la impunidad.
Llegado a este punto quisiera adelantar solamente dos muestras de esta obra singular Pláticas del viento, relacionadas precisamente con dos de sus momentos: la primera "Desconocido", que lo haremos en síntesis dado el caso. "llegó un día cualquiera y del hotel a la semana pasó a una casucha en las afueras de la ciudad. Saludaba e iba ganando la confianza de la gente. Quería conocer el país en su exacta dimensión. Tomaba notas y fotografías como estudiante de sociología y empezó hablar de política con oratoria convincente. Desaparecía algunas noches, pero solían verlo regresar por las mañanas sin saber de dónde... A poco grupos de campesinos, obreros, mercaderes, se volcaron a las calles con reclamos a las autoridades. Se sumaron maestros, estudiantes, etc., que chocaron con la represión policial. Volantes contra el gobierno y arengas para tomar el poder. El ejército fue brutal cuando aparecieron banderas rojas con la voz y el martillo. Muertos, presos y desaparecidos. Torturas, fosas comunes. Se culpó a los "terrucos", a los soplones, con muchas incógnitas abiertas en medio de llanto familiar por tanta desolación... Y, el Desconocido, que nunca dio nombre falso ni verdadero, también desaparecido"...
Enseguida una del anecdotario del Temible Cazador, a quien "una noche la oscuridad obligó a apearse de su caballo y con la soga amarrarle a una delgada rama. Al clarear el otro día, el caballo trataba de soltarse de la rama e inexplicablemente, mucho más allá de dónde lo habían amarrado. Y, lo peor, creyó ver que la rama también jalaba y jalaba al animal. Era que en la noche anterior, lo que había tomado por rama fue la pata de un enorme venado que estaba allí durmiendo. Capturarle ya fue cosa fácil y se lo llevó vivo para disfrutar con sus amigos de la finísima carne"...
Y así, por el estilo, encontraremos una ingente veta que explorar en este trabajo de absoluta vocación por lo nuestro y mucho más. Al mismo tiempo, imposible pasar por alto, las importantes ilustraciones de nuestro crédito artístico Jorge Chávez Silva, de una dignidad costumbrista tan sugestiva como fruto de orgulloso amor. Felicitaciones también a él. Y qué decir de la carátula por nuestro malogrado pintor Alfredo Rocha Zegarra.
Pláticas del viento entrecruza dispares sensaciones y sopla de todas partes con el corazón a cuestas y la esperanza en algún lugar. Cuando lea usted la obra, ante sí tendrá el gran teatro del mundo con todos sus estratos que si no guarda de historia, un cuento lo irá intensificando. Que este hito de Manuel Sánchez Aliaga, sea uno de los otros que a su vida y talento tienen derecho. Y si tomamos en cuenta la permanente floración de autores, Celendín no debe ser solamente la tierra del sombrero y el chocolate sino también de la pluma. Finalmente, gracias Manuel. Hubiese querido dar únicamente contigo un grito de triunfo, pero eran necesarias algunas consideraciones. Cumplo así, con la presentación de tu primera obra ante nuestra colectividad y le deseo la mejor de las suertes en su rumbo. Mis sinceras felicitaciones.

Celendín, 30 de julio 2009.
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sábado, 15 de agosto de 2009

LIBRO: Manuel Sánchez Aliaga

LA PRESENTACION DE PLATICAS DEL VIENTO
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Hablar de Manuel Sánchez Aliaga, “Mime”, es hablar de intelectualidad, de sensibilidad artística acendrada, que mana a borbotones a través de su conversación, de su amistad, de su figura, que es señera en las calles de Celendín, simpatía que incluye las riñas amicales que sostiene a su paso con diversos personajes de la ciudad.
De una persona de esa calidad y carisma no debe sorprendernos que nos salga al paso con la publicación de un libro como Pláticas del viento. Quienes conocemos a Mime a fondo esperamos, sabemos que éste será el inicio de una constante conversación con los lectores ávidos de apreciar su rica vena literaria. En efecto, en confidencia nos ha dicho que su próxima publicación será de poesía.

El libro de "Mime", ilustrado por el gran Alfredo Rocha y por "Charro".

La presentación de su libro, en Celendín, en julio, y como no podía ser de otra manera, congregó a una nutrida concurrencia ansiosa de escuchar sus palabras y de gozar de paso de una singular presentación artística en la que se alternaron oradores, declamadores, cantantes y eximios guitarristas, que contribuyeron al éxito de este acontecimiento, porque ¡qué artista celendino no es amigo y seguidor de Mime!
Las palabras de presentación estuvieron a cargo del poeta Jorge Wilson Izquierdo, quien, con esa fraternidad que existe entre artistas de la misma sensibilidad, expresó su saludo al amigo con quien compartió inquietudes literarias y periodísticas a través del tiempo. Su discurso, en su integridad, lo reproduciremos en otra entrega.
La vida de Mime, un conversador infatigable, premunido de un histrionismo poco común, está plagada de curiosas anécdotas de las que es protagonista este forjador de muchas generaciones de artistas. Su papel de promotor artístico y formador de artistas en ciernes, su creencia y fe en el talento celendino, son facetas importantes y poco conocidas de Mime.
En este sentido, Pláticas del viento es la prolongación de las charlas que sosteníamos en nuestros paseos nocturnos alrededor de la bella e histórica plaza de armas de Celendín, el pueblo que lo vio nacer, que acunó su infancia y que hoy asiste, feliz, a su nacimiento, tanto tiempo esperado, como escritor que cristaliza uno de los más caros anhelos: el de ver en letras de imprenta, y lanzarlo al mundo, su pensamiento.

El escritor, posando histriónicamente, como siempre, en su refugio del condado de San Isidro (Foto Charro).

Manuel tiene un largo ejercicio como profesor de gramática, de allí que su prosa sea elegante y discurra con la espontaneidad natural del amable viento de la tarde, que tras refrescar la colina de San Isidro, baja a la ciudad a alentar anécdotas y cuitas .
En efecto, las historias que Mime narra en su libro tienen que ver con personajes celendinos que en su momento encarnaron el espíritu del pueblo y allí se muestra como un perspicaz intérprete del espíritu de nuestra gente, sin importar en que lugar del mundo nos encontremos, porque para los celendinos el mundo nunca será ancho y ajeno.
La fantasía desbordante de tres insignes fabuladores como son don Lucho, Julio y Simodoseo, el cazador, quedan plasmadas magistralmente por Manuel como un tributo a quienes siempre creyeron que la realidad no es como realmente sucede, sino como uno quiere que sea.
Manuel Sánchez Aliaga, con la publicación de Pláticas del viento, demuestra ser uno de los más genuinos intérpretes de la creatividad, de la riqueza espiritual celendina.
Sobre el objeto en sí, la carátula del libro, por sugerencia mía, lleva una lograda acuarela del maestro Alfredo Rocha Zegarra, cedida gentilmente, desde Madrid, por su hijo Jesús María. En las páginas interiores, Mime ha tenido a bien incluir algunas ilustraciones de quien suscribe estas líneas. Gracias le doy por permitirme acompañarlo en esta otra aventura.
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jueves, 13 de agosto de 2009

HOMENAJE: Julio Garrido Malaver

EL CENTENARIO DE JULIO GARRIDO MALAVER (1909 – 2009)
Por Jorge Horna
En el mes de julio pasado diversas instituciones han rendido tributo a Julio Garrido Malaver, poeta celendino, conmemorando 100 años de su nacimiento.
El gobierno regional de La Libertad organizó un amplio programa: seminarios, mesas redondas, exposiciones bibliográficas, recitales; los festejos concluirán con un concurso de poesía en el mes de setiembre. Sobre este acontecimiento, Wilder Sánchez ha informado detalladamente en este mismo blog de difusión.
Garrido Malaver vivió un largo periodo de su vida en la ciudad de Trujillo, allí se vinculó a grupos literarios y culturales de la época, lo que propició una parte –por no decir toda- de su producción y trabajo literario (poesía, narración, ensayo). En Trujillo su obra está difundida ampliamente y es apreciada por los intelectuales y la gente de letras.

Garrido Malaver en Trujillo, en 1986, en la presentación de su libro "Barrio de Pobres".

También el día 3 de julio, en el local de la municipalidad de Cajamarca, la Asociación de poetas y escritores de esa ciudad y el municipio organizaron un homenaje a Julio Garrido Malaver por las diez décadas de su natalicio.
Luego, en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República, el día viernes 24 de julio hubo otro “homenaje”. Quien escribe esta nota, por no tener tarjeta de invitación, tuvo que bregar y persuadir a los porteros para lograr su ingreso.
Las palabras de inicio estuvieron a cargo del congresista José Vargas, quien se limitó a hacer referencias anecdóticas sobre la cercanía de su familia con el vate. Y, al paso, leyó un poema del libro Vida de Pueblo.
Luego, Germán Peralta, Decano de Letras de la Universidad Villarreal, dijo atinadamente que lo literario trasciende a la militancia política aprista de Julio Garrido Malaver.
Peralta ubicó al libro La dimensión de la Piedra por la esencia metafísica de su contenido, pues “la piedra es todo, nada, evocación, amor, interrogación, duda”. Garrido Malaver, en su opinión debió apartarse de la política y su producción literaria hubiese sido aún más fructífera. Este concepto fue refutado, a su turno, por Julio Garrido Huaynate (hijo del poeta celendino), presente en la mesa.
Dimas Arrieta, profesor universitario de la Villarreal, había sido invitado para que hablara sobre el libro Poemas para no morir de Julio Garrido Huaynate, cuya presentación se había incluido en el programa. En ese mismo sentido intervino Victoria Valcárcel, amiga de Garrido Huaynate. Esto deslució el pretendido homenaje.
Afortunadamente, cuando disertó Ricardo Gonzáles Vigil, crítico literario y profesor de la Universidad Católica, el reconocimiento al poeta Julio Garrido Malaver tomó el auténtico cauce y merecido análisis literario.
Gonzáles Vigil situó la obra de Garrido, en el panorama de la literatura nacional, en la década del treinta del siglo pasado, por lo tanto pertenece a la denominada Generación Centenario, en la que están incluidos también Martín Adán, Ciro Alegría, José María Arguedas, Carlota Carvallo, Tamayo Vargas, Adolfo Westphalen y otros.
En la visión de Gonzáles Vigil, La dimensión de la Piedra se caracteriza por su tono humano; la referencia a la piedra simboliza el ancestro cultural enraizado en Los Andes. Otro aspecto importante de la obra garrideña es su aporte a la literatura infantil; por eso es necesario organizar esa faceta de poeta para su publicación, pidió el crítico, mencionando como paradigma al libro La tierra de los niños.
La intervención final fue de Julio Garrido Huaynate, que dijo cosas intrascendentes sobre su poemario, opacando el merecido tributo a nuestro gran poeta Julio Garrido Malaver.
Y en la tierra del poeta, Celendín, los silencios y olvidos por dicha de la naturaleza se disuelven con los amaneceres o las noches estrelladas de julio, de las que bebió Julio Garrido Malaver para pincelar permanentemente su obra. Aquí, en Lima, está en marcha una iniciativa para rendir tributo al poeta en el local de Asociación Celendina. Estar atentos para este compromiso.
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lunes, 10 de agosto de 2009

LIBRO: Folclor vivo de mi pueblo

El 21 de julio, en el marco de las celebraciones patronales de Celendín, el Dr. Héctor Manuel Silva Rabanal presentó a la colectividad celendina su libro Folclor vivo de mi pueblo·
La reunión se realizó en el Salón de Actos de la Municipalidad de Celendín, entidad que auspició la publicación de esta obra de hondo significado celendino.
El Dr. Silva rabanal es historiador e investigador de las expresiones culturales de nuestro pueblo y ausculta en el alma celendina las razones espirituales de esta manera de sentir tan nuestra, tan original que expresan el alma de un pueblo único en el norte peruano.
Esta obra, importante para comprender el espíritu celendino, está dividida en secciones como Mitos, que recoge aquellas historias que se transmiten entre generaciones de shilicos y que constituyen parte importante de nuestro acervo cultural y que explican en cierto modo el origen de nuestra comarca y de sus gentes.

Un libro que alienta la identidad.

La sección Leyendas antologa historias de nuestra antigüedad pre incaica y otras que se refieren a nuestra fundación como pueblo, abundando en historias que explican nuestra fe religiosa en diversas imágenes que constituyen iconos de nuestra devoción a la Virgen del Carmen, al Niño de Pumarume, el Padre Eterno de Sorochuco, Taita Ishico de Sucre etc. El Dr. Manuel Silva, siempre alentado por profunda vocación religiosa, nos muestra a un pueblo pacífico y moral que enmarca sus acciones dentro de un marco consistente de espiritualidad.
En la Pequeña Historia de mi Pueblo, delinea las razones históricas de la personalidad de un pueblo muy sui géneris como el celendino.
El pueblo celendino es un crisol de tradiciones y ello es el motivo para que el Dr. Silva Rabanal aborde este rico filón que muestra un pueblo pleno de imaginación vivida plenamente a través de los tiempos y explica con claridad nuestros miedos infantiles y la gente protagónica que forjó la personalidad de Celendín.

Manuel Silva Rabanal, un celendino auténtico que ama a su tierra. (Foto Charro)

En otras secciones traza la personalidad e imagen de los personajes históricos, la obra que hicieron en bien de Celendín y sus anécdotas que nos dicen que cualquiera de nosotros podría emularlos si nos identificáramos plenamente con nuestra tierra, sin olvidar por supuesto a aquellos seres extravagantes que encarnan la espiritualidad de los pueblos en cualquier lugar del Perú
La obra Folclor vivo de mi pueblo es, en suma, un libro que no puede faltar en la biblioteca de los celendinos que de verdad aman a su tierra.
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lunes, 3 de agosto de 2009

LITERATURA: Gremio de Escritores

Nuestra página literaria, Espina de Maram, no sólo está al servicio de los celendinos y se complace de contribuir a la difusión de la actividad cultural y literaria popular en el Perú, por lo que damos paso al siguiente anuncio del Gremio de Escritores del Perú (NdlR).

El Gremio de Escritores del Perú convoca para uno más de sus Miércoles Culturales, el próximo 5 de agosto.

Gran acto de convocatoria oficial al
VIII Encuentro Nacional de Escritores “Manuel Jesús Baquerizo”
Huamachuco, 28-31 de octubre, en
Homenaje al Centenario de Ciro Alegría




Presentación de la
Colección del Fondo Editorial de Huamachuco
Asociación de Escritores “Ciro Alegría” de Sánchez Carrión


Participan

Waldemar Espinoza - Gonzalo Espino

Javier Garvich – Luis Flores


Conduce

Zelideth Chávez


Invitados

Elenco de Danzas “Huellas” –

Grupo de música “Voces”

Margot Palomino


Libros - Brindis – Solidaridad

Hora: 7:00 p.m. Club Departamental Puno,

Cervantes 137 Cdra. 2 de Av. Brasil


INGRESO LIBRE


sábado, 1 de agosto de 2009

CUENTO: Franz Sánchez

Mi GUERRILLERO VIEJO
El veterano gallo moro ha entonado el amanecer, mis abuelos lo han amarrado con una corta pita junto a la puerta del dormitorio, para saber la hora. Es muy temprano y el frío se escabulle bajo las frazadas. El albugíneo de nubes, que se acomodan para dormitar sobre el pueblo, va levantándose, sin apuros, lentamente.
Mi abuelo se ha sentado sobre la cama y se dispone a rezar, como cada mañana. Luego alista su pantalón, se coloca un chaleco grueso de algodón, y con una boina azulada, cubre su cabeza. Cada movimiento deja percibir una ferviente meticulosidad que se aproxima a un ritual. Lo observo, y aunque no entiendo nada, no dejo de conmoverme cada instante. “Franz, ya, vamos” me dice, con la convicción de haberme despertado.
Entre el “sello” y la “canga”, pasando por el “rayuelo” y el “kiwi”, he olvidado por completo que hoy mi abuelo va de cacería, y además que voy con él. Coge un rifle ya raído, que la noche anterior sumergió en petróleo. Después, enfunde al cuerpo una doble estola llena de cartuchos rojos y recoge del suelo, dos fustes que sujetan una abultada trama de hilo negro, muy fino, pero resistente.
Al final del zaguán nos despide mi desconsolada abuela. He visto sus ojos húmedos, preocupados por mí. No quiero ir. Espero a mi abuelo, deseando que cambie de opinión. Pero él ha determinado otra historia. Entonces finjo ánimo y tomo su mano. Pero de inmediato, él la suelta.
Mi abuelo va adelante con un gesto duro y seco, carga el rifle, los cartuchos, una cantimplora, la malla para pajaritos y una ligera mochila. Yo traigo el jebe, y en mis bolsillos tengo piedras que pretenden hundir mi pantalón.
Aunque no conozco ninguna guerra, más que la del afiche de mi padre, aquél que está pegado en la pared del depósito -un inmenso helicóptero y soldados usando máscaras antigases- hoy me siento en uno de ellas. Un conflicto terrible, y muy enrevesado, el de acercarme a mi abuelo.
Él, da la impresión de ir también a una guerra, pero diferente a la mía. Mi abuelo tiene su propia pugna, encontrarse él mismo después de haberse buscado siempre, en tanto tiempo. Parece vivir su recóndita revolución, su insurrección personal. Estampa al paisaje, la silueta de guerrillero anónimo.
Hemos atravesado la llanura de la campiña. Nunca vi un camino tan iluminado, que ciega los ojos y los sentidos. Me es difícil seguirle el paso, y él no voltea a verme. No sé si escucha mis jadeos, el viento silba en los tímpanos y el polvo rasguña el rostro. Llega al final del collado, otea alrededor y borronea una sonrisa debajo del acantilado de su bigote. “Allá, lejos está” fue lo último que recuerdo haber escuchado.
He visto el pueblo, se parece a un turrón de leche, como los que mi abuela corta sobre la mesa, con lados iguales, cuatro esquinas rectas que delinea con el cuchillo. Me ha dado mucha hambre.
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El sol azota con sañudos latigazos mis hombros y la espalda, deseo recostarme sobre la pampa que hemos divisado. Mi abuelo inicia el descenso. Aún queda duradero itinerario.
Camino sobre brasas. Lejanas vacas al pie de la sombra de los árboles, me recuerdan cuan vulnerable somos ante el cielo.
Pienso una y otra vez cómo hablarle a mi abuelo, que enmudeció desde hace mucho. No se me ocurre nada, y lo que se me pueda ocurrir, de seguro interrumpiría su vehemente marcha.
Su decisión y talante, me han inspirado, a pesar que no tengo aliento, trataré de hablarle. La próxima curva le diré que me gusta pasear con él. No, mejor le preguntaré cuánto falta, pero podría enfadarse. Ya sé. Preguntaré si tiene hambre, luego abriré el bolsillo de la mochila y cogeré el poro-poro que guardó mi abuela, lo partiré en dos mitades. Será un excelente pretexto para entablar diálogo. Eso haré.
Parece haber escuchado mis adentros. Se detiene, y yo voy a decirle que… Un balazo me sacude el cuerpo y atraganta mis palabras. Le ha dado un tiro con increíble acierto. Mi abuelo corre, yo también. Llegamos hasta un enorme pugo de pecho abultado, tendido en el piso. Muere resistiendo su suerte. La cabeza está destrozada y yo he tenido pena. He querido llorar, pero mi abuelo no perdonaría que lo hiciera. “Agárralo” manda. Y así lo hago.
Unos kilómetros más allá, he comido por vez primera una paloma. Mi abuelo improvisó una tienda de campaña e hizo una fogata. Ha sido todo, el almuerzo hizo más mudo nuestro viaje. A esa misma hora imagino los manjares en la mesa de mi abuela.
Llegamos hasta una cruz blanca en la cima de un despeñadero. Mis labios están partidos y resecos. El terreno árido del peñasco muestra a nuestros ojos, dos sombras diferentes que han llegado a la misma meta. Una de ellas desgastada pero de contornos marcados, y la otra acaso nueva, está difuminada. Él y yo parados frente al lugar que mi abuelo no deja de admirar. Siento fuertemente que enorgullezco al veterano. Y un torrente de aire fresco, alivia nuestros rostros lacerados. Ahora sé que no temo a nada, tampoco a nadie.
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Lo he visto bajar por un camino empinado y delgado, no sé si sonríe, pero creo que ha dejado la pesada carga de sus años en aquella cruz de la cima. Quisiera poder decirle que lo quiero y que admiro mucho su carácter. Así lo haré.
Tal vez los dos necesitábamos este viaje, puede ser que mi abuelo pretende acercarse más hacia mi. No lo he comprendido, pero a medida que sigo sus huellas marcadas en el camino, me alegra saberlo. Y no entiendo por qué tantas preguntas revolotean mis pensamientos. He sentido un cosquilleo en el pecho, y lo atribuyo al hecho de sentirme un hombre, que he dejado apenas en un par de kilómetros mi incómoda infancia. Y quién la necesita. No la quiero más conmigo.
Hemos llegado a un lugar, que mi abuelo ha dicho, se llama Huañambra. Me ha pedido, con voz muy grave: “Encárgate de la malla”. Voy de inmediato. Levanto con dificultad los postes de la red. Me he dado cuenta que es larga. Mi abuelo mira la trampa, y luego se acerca. Me ha recomendado que la temple.
Escuché dos disparos, mi abuelo ha cazado unas vizcachas. Es muy buena su puntería, cada vez que oigo el rifle, sé que algún ser vivo acaba de convertirse en alimento. Ya no me apena tanto, sé que el hombre tiene que agenciarse de su entorno para sobrevivir.
Luego de instalada la malla, hemos corrido por los costados, o como dice el viejo, por los “cantos”. Tiramos piedrecillas para asustar a las aves de los árboles y dirigirlas a la trampa.
Han pasado un par de horas, y hemos guardado absoluto silencio, para no espantar las aves y también para no perder la costumbre. Nos acercamos a la red y comenzamos a desprender de los hilos, huanchacos desprevenidos que han llegado a caer en la trampa. Mi abuelo observa cómo recojo los pajaritos. Ha cambiado su rostro y se ha puesto muy serio, se ha dado cuenta que en lugar de desenredar, estoy atando más a los huanchacos con la red. Me puse nervioso al saber que no me saca los ojos de encima. Mis manos se sacuden y la pequeña ave me picotea con furia.
Mi abuelo acaba de gritarme, me ha dicho inútil. Sus palabras me han devuelto, de un tirón, a un estado miserable de mi vida. En verdad me he vuelto torpe y no sé que hacer con la pata atascada del huanchaco, que sigue ensangrentando mis manos. El cielo hace rato se congestionó, nubes amoratadas han aparecido sobre nuestras cabezas. ¡Demonios! No puedo hacer bien el trabajo, mi abuelo sigue gritando, y ahora se aproxima.
He cogido fuerte el pico del huanchaco porque me ha lastimado las manos. Lo he sujetado con mucha rabia. Mi abuelo se ha parado en frente y antes de poder decirme algo. Truena el cielo, y cae un rayo.
El sonido ha sido el peor que escuché en mi vida. Una descomunal fuerza ilumina todo lo que está alrededor. Me he quedado ciego, abracé la red con mucha fuerza, y caí con ella.
Se desata una lluvia de súbito, el viejo tiende su mano para levantarme. Ni siquiera se asustó, está impávido, con la expresión serena. He visto en mi mano como he matado al huanchaco, por el temor del rayo. Ya no le importa a mi abuelo y abandona la red. Se ha dado cuenta que es muy tarde, porque de inmediato alista la retirada.
Tiendo a resbalar, una y otra vez.
Acompaña la huida, el aroma húmedo de la tierra, al mismo tiempo que nuestras ropas empapadas, han mojado nuestro cuerpo.
Se oscurece, no puedo distinguir las sombras que nacen de los zarzales. Pero camino con pundonor. Recuerdo el fogón donde oreábamos nuestras manos, junto al gato tiznado de mi abuela, que ronronea más fuerte, ahora. Alivio mi frío.
Es increíble saber cómo, a veces, cuando premeditas las formas de estrechar más los lazos con alguien que amas mucho, terminas completamente distanciado de la hazaña. La conexión, entonces, tendrá que ver con el fortuito discurrir de circunstancias no planificadas. Mucho tiempo después lo supe.
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Ha dejado de llover. Los claros, derrotados ante la oscuridad, no tienen más remedio que añadir a sus tonos pastel, memorias. Es por esto que los recuerdo, diáfanos.
Avanzamos en la penumbra, sin hablar, envueltos por una suerte de alegría pesada, fatigados, desgarrados pero felices, amargamente felices.
Al borde de la carretera, enrumbamos camino llano. Nuestro andar, muerde piedras y tornase fangoso. En más nada que el silencio, rompe los hilos de nuestra virtuosa calma, un alarido. Parecido a un aullido pero grueso, como de un animal grande, diría bramido pero aquél fue una mezcla de gruñido y gemido, tenebrosamente horrible.
Solo puedo describir el miedo que sentí, como una helada navaja, punzándome finamente la espalda. Helando mi rostro y paralizando cualquier visaje.
El grito, vuelve a golpearnos de espaldas, ahora más intenso, rebota en las peñas y se multiplica por decenas. No pretendo delatar mi temor, es por eso que estrangulo mis dedos, para no sacudirme. El miedo desdobla sus siniestros pliegues, sobre nuestra retaguardia, desde la nuca hasta los pies. No le puedo hallar explicación. Tan pronto espantados, apuramos el trayecto, mi abuelo me toma de la mano, y yo lo siento rígido.
“Nunca te vuelvas hijo, nunca” susurra, su voz le tiembla. Por las sombras no puedo distinguir la expresión de su rostro. Imagino que ha de ser espantosamente serena, con una respuesta improbable ante el temor.
Me tomó de la mano hace mucho, y no sé si lo mojado de los dedos sea producto del miedo mío o suyo. Pero me alivia pensar que le pertenece a medias, que compartimos lo mismo, que lo sentimos los dos.
Nos alumbra una luz como de linterna a unos metros, el fulgor viene dibujando curvas, y en unas dos, la encararemos. De repente en la última curva que vemos de la luz, llegamos a encontrarnos con la nada. Y aquí mi abuelo grita: “Shapingos, qué quieren” “Vengan, porque no les tengo miedo” “Cobardes”.
Estoy seguro que aquellos gritos sacudieron los cerros, y resonaron en el campo, metiendo dentro de sus camas a los pocos curiosos que viven allí.
Mi abuelo me ha enseñado a temer, pero no por mí. A tener miedo de no proteger a quien amo. Que sin saber con quién enfrente, eche pelea. Porque valeroso, no es enfrentar lo conocido sino dar batalla a lo que falta conocer. Y en esa misma esencia, me doy cuenta que sabe él de mi valentía y que aprecia el haber querido conocerlo más. Siempre fue para mí un eterno viejo desconocido. Un auténtico guerrero, que me trajo a salvo para la casa. Y que cuando, sentados en la mesa, abrigados por el calor de mi abuela, bebíamos café molido y comíamos cachangas; cerró un ojo y me guiñó. Esta vez como un eterno niño que ahora conozco.
Lima, miércoles 15 de julio 2009