martes, 23 de octubre de 2007

NOVELA: José de Piérola

A raíz de la aparición de la tercera novela de José de Piérola "El Camino de Regreso" se han publicado diversos comentarios que elogian el quehacer literario de José. Publicamos esta entrevista aparecida en el diario "Correo"

José de Piérola añade una segunda novela a su planeada trilogía sobre la violencia política. El camino de regreso (Norma, 2007) gira en torno al terrible atentado de Tarata y a la sed de venganza de su protagonista.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR


¿Cómo se origina tu interés, desde el punto de vista literario, por la época de violencia que padecimos?

La semilla fue el año 1992, cuando vi la noticia de la explosión en Tarata. Y poco después empecé a seguir la noticia, prácticamente cada hora, por televisión, por radio o por llamadas telefónicas. Y me afectó mucho porque había tenido la experiencia cercana de la violencia cuando en los 80 yo viajaba por los Andes como ingeniero y visitaba asentamientos mineros. Y en el camino encontraba pueblos andinos muy pequeños. Y veía pueblos desiertos, con pintas, a veces con muertos. Eso se relacionó ese año. Y fue un impacto para mí. Y como siempre tuve la aspiración de escribir, en ese momento me pregunté cómo escribir sobre esto. Y parecía imposible escribir sobre eso.


¿En qué momento empiezas a hacerlo?

Surgió como proyecto cuando empecé a escribir, el año 1998. Unas de las primeras cosas que empecé a escribir fueron cuentos, y algunos de ellos giraban en torno a esa época. Inconscientemente estaba volviendo a esa época. Hice en 1999 un borrador muy grueso, que en realidad eran apuntes, y me di cuenta que ese proyecto iba a ser muy complicado y me di cuenta también que una novela era insuficiente para contar esa historia. Allí nació la idea de hacer una trilogía sobre la época. Pero no una trilogía como tres historias encadenadas sino como tres tomas diferentes sobre la época.

Así surge tu primera novela, Un beso de invierno (que ganó el premio del BCR)...
Claro. Estaba situada más o menos en el año 1993. Esa novela me permitió empezar a trabajar sobre el tema. Y empezó a darme algunas nociones de cuáles son las herramientas que necesito como escritor para poder enfrentar este tema. Y quizás la más importante: que una guerra de este tipo se tiene que narrar desde diferentes puntos de vista, cada cual con su propia visión del mundo. Es decir, incorporar muchos personajes y que cada uno tenga su propia voz y su propia forma de ver lo que ha ocurrido. Eso me parecía más enriquecedor.

En El camino de regreso, al protagonista lo mueve un sentimiento de venganza que lo hace retornar al Perú.

Sí, Fernando pertenece a una esfera de Lima que de alguna manera había estado aislada del conflicto interno. Como ocurrió con Lima gran parte del tiempo. Recién en 1992 fue patente que había un conflicto. Y Fernando recién se da cuenta de lo que está pasando con ese atentado en Tarata en donde muere su padre. Pero su primera reacción, como seguramente fue la del resto del Perú, fue ir, agarrar al culpable y hacerle pagar por eso.

En esa búsqueda de venganza ocurren cosas...

Claro, en el proceso, espero que quede claro, Fernando aprende muchas cosas, empieza a ver una parte del Perú que antes no había visto. Y al final, el acto de venganza no se llega a dar.


Fernando y el camarada Abel habían sido amigos antes de que la guerra los enfrentara.
Una de las cosas terribles que ocurren en la guerra es que se forman bandos, frentes. Y empieza a haber esas divisiones. Amigos, familiares cercanos, empiezan a identificarse con uno u otro lado. Así empieza también la separación, que es traumática y violenta. Hemos visto casos de familias en las cuales un hermano se integraba a un grupo subversivo y el otro no. Y había esa relación tan tensa dentro del seno familiar.


Consideras que esta es el momento justo para escribir sobre el tema, a la luz de la distancia temporal.

Nunca es muy temprano ni nunca es muy temprano para reflexionar sobre un hecho traumático. Sin embargo es importante que haya cierto espacio geográfico temporal. Para que nos permita ver cómo fueron las cosas. Tuve un profesor de filosofía que fue mi asesor y me dijo: el pez no ve el agua. Y es cierto, cuando estás viviendo el momento estás tan metido en las cosas que no te das cuenta de algunos detalles, de algunas razones, o de algunas motivaciones. Necesitas tiempo, necesitas cierta distancia para darte cuenta que no todo era blanco y negro, que había más matices. Y es saludable que nosotros lo estemos haciendo, de alguna manera, temprano; históricamente eso toma mucho más tiempo.


En la novela también se cuenta una historia de amor.
Cierto, a mí me encantan las historias de amor. Y me encanta que sean diferentes a las novelas que son del género, digamos. La historia de amor está en mis dos novelas anteriores, y no pude evitar que a medida que avanzaba esta novela apareciera una historia de amor. Yo creo que esa relación afectiva es una de los más importantes que podemos desarrollar en la vida.

jueves, 18 de octubre de 2007

POESIA: Trazos de Jorge Horna

¿Cómo captar de un brochazo toda la luz de un paisaje? Jorge Horna nos lo demuestra en estos versos que revelan su sensibilidad para apreciar la belleza de nuestro pueblo, los matices de su campiña y la cotidiana gesta de su gente sencilla y laboriosa.


MOLINOPAMPA

Color de crepúsculo encendido
senderos de Molinopampa, trigos
agua, hemorragia
de los cerros
paloma vegetal de viento
Concavidad plena, co
razón
crecido en el horizonte
Colinas.



MUJER RURAL

El camino sin las huellas de su andar
ha de estar noche y día ondulante,
de día sin los puentes viajeros
de noche con la rosa de sus pies
Los domingos de jarabes y añil
en su canasta pródiga, amantelada,
la ubre recogía en la campiña
su hermosura, mitigaba las sombras
Espléndida mujer que escribió su nombre
en la trilla y en los troncos de la memoria
Su rostro: extraño relampaguear
después de una lluvia de estío
Su silencio, batalla sin fin contra el olvido
Ríos cual mugidos de almíbar
cerraron sus retornos matutinos
y los cebadales dejaron de rozar
en los portales de mi banco de maguey

miércoles, 17 de octubre de 2007

POESIA: Jorge Horna

Referirnos a la poesía de Jorge Horna es evocar la hondura de nuestra campiña, es mezclarse en el quehacer de su gente sencilla, es recorrer los caminos bordeados de pencas y eucaliptos. Sus versos huelen a tierra mojada y alcanfor y tienen la musicalidad de los huanchacos. En las próximas entregas iremos publicando sus poemas más intensos.

JORGE HORNA (Celendín, 1949). Profesor de Educación Primaria, egresado del Instituto Pedagógico de su terruño. Javierpradino, ochentaicinquero.
Ha publicado "Llueve a cántaros" (Lima, 1999) y "En los labios de Celendín" (Lima, 2004). Sus poemas han aparecido en la revistas: Arteidea, Qlisgen, Lluvia, Jelij, Buengobierno, Pestaña Matinal.
Ha sido invitado en reiteradas ocasiones a participar en recitales y eventos culturales en Los Viernes Literarios (jirón Quilca) y en Los Jueves Arguedianos (Escuela Nacional de Folclore). Es miembro de la Comisión Organizadora del VI Encuentro Nacional de Escritores "Manuel Jesús Baquerizo" a realizarse en Lima del 21 al 24 de noviembre próximo en Lima. Recientemente, en el No. 7 de La Revista Peruana de Literatura (setiembre, 2007) ha publicado una nota sobre una aproximación a los poetas y narradores de la provincia de Celendín.


ARCILLA

En la arcilla
está el agua
esperando nuestros sueños
a chorros
Colma sus vasijas el alfarero,
autorretrata su alma
en su taller de la colina
Yuntas de bueyes en el firmamento,
ovejas en la vía láctea
La arcilla se empapa en la lluvia
amanecen sembradores de constelaciones
mujeres hilan sus cosechas
en el taller de la colina.
Modela la arcilla iris
en la niebla el alfarero.


domingo, 14 de octubre de 2007

POESIA: Julio Garrido Malaver

La comunión de costumbres y creencias genera la identidad con el pueblo que nos vio nacer y en eso radica el amor que le tenemos. Nuestro poeta Julio Garrido Malaver lo trasunta en estos hermosos versos que transcribimos gracias a la ayuda de su hijo, Julio Garrido López, quien nos está alcanzando parte de los archivos del poeta. La foto que acompaña este texto fue tomada en 1967 y pertenece al lente de nuestro inspirador, Alfredo Pita (Ndlr).

"El toldo chingana", foto de Alfredo Pita, 1967.

Comida del Pueblo

¿Sabes lo que es el caruache?
¿Las cachangas y la cancha?
¿Te gusta el verde de paico?
¿Y las ocas con chiclayo?
¿Has comido la caushinga,
el mote puspo y la lahua?
¿Y te gusta el trigo ruche,
la papa seca con palta?
¿Has comido humitas cuchras
y tamales en achira?
¿Te gusta el choclo pillpao,
la enfustanada mestiza?
¿Has comido panecitos,
alfajores y dormidos?
De eso no podrá olvidarse
tampoco un buen celendino.

viernes, 12 de octubre de 2007

CUENTO: Alfonso Peláez Bazán


EL TORO BAYO

Por Alfonso Peláez Bazán
Ya casi vencida la tarde, decidimos acampar, justamente en medio de una extensa llanura. Y lo hicimos de mil amores. Pues, con su tibias caricias, nos había ido ganando aquella tierra sensual.
Al pie de un cedro secular, en cuyas ramas sagradas se enredan gentiles madreselvas, estuvo nuestra tienda.
Entre sorbos deliciosos de un café “a la turca”, fui conociendo nombres y más nombres. Nombres de cerros, de valles, de ríos.
Poña, Maraypata, Pindoc, Chumbull, Tullpac, Pusac. Un nombre menos raro tiene el monte donde pasamos la noche: El Guayo. Y menos raro aún, la hacienda a la cual pertenece: El Zapotal.
Con sus extraños fantasmas y sus voces de aquelarre, se metió la noche en el laberinto del monte… Y una imponderable sensación de rendimiento fue ganando nuestras últimas fibras.

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Un tremendo mugido, que las peñas devuelven solícitas, deshace súbitamente el maleficio. Angel asustadizo, huye veloz el sueño.
-Es el Toro Bayo, señor -se apresura a ponerme al tanto el muchacho que me acompaña.
Al tiempo que oigo esto, pienso, como es natural, en un toro fantástico, terrorífico, y una corriente de pánico recorre todos mis huesos.

Un tremendo mugido...

A lo largo de la llanura, corre un viento fresco y delicadamente perfumado. Un pájaro insomne reniega de la noche. En gritos extraños y mortificantes, una rama histérica retuerce su dolor. Deja oír, un arroyo lejano, a capricho del viento, su quejumbrosa canción de peñas.
-Ya está viejo el Toro Bayo… Tiempo atrás, sus mugidos eran aún más fuertes, más taladrantes: no era posible, entonces, oírlos sin sentir terror.
Y como se detuviera ahí mi compañero, le encarezco, con más miedo que curiosidad, me cuente todo lo que sabe del toro que acaba de hacer temblar el arcano de la noche.
-El Toro Bayo, señor –me saca suavemente de mi espanto-, es un toro de carne y hueso, nacido de vaca por supuesto. Todavía es hermoso e imponente y cuando muge lo hace con todas sus fuerzas y levantando bien alta la testa: lo hace como si quisiera que le oyese Dios… Se le ve muy raras veces y cuando tal ocurre, se va de estampía.
El terror del primer momento se cambia en franco interés por el toro “de carne y hueso”que cuando muge rasga los cielos…
Con emocionado acento, Noel –que tal es el nombre de mi excelente compañero- me relata la historia del Toro Bayo.
Veréis cuánto dolor hay en ella. Veréis cómo en la simplísima vida de un toro ocurren también tremendas cosas. Y podréis, entonces, comprender cómo esos estentóreos mugidos que se rompen en las duras peñas, pueden ser las estrofas monorrítmicas de un canto trágico.

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Hace muchos años –no tantos sin embargo como para que sea ya una leyenda-nació en El Guayo un lindo becerro color perla. De su madre –una hermosa pintada-, sólo trajo una como cinta en el crucero. Y fue, por cierto, en luna llena.
Perdido entre los matorrales y las yerbas pasaron sus primeros días. Salió luego a los claros del monte. Por último cuando volvió a estar redonda la luna, su madre lo incorporó a la tropa salvaje. Y sólo halagos encontró en el seno de ella.
No tardó en hacerse grande del todo, y a su fuerza pujante empezaron a rendirse, tímidas y dichosas, todas las castas princesas. Los tiradores lo denominaron el Toro Bayo.
Y llegó a ser rey, emperador, monarca, todo. La fortuna, como una dócil esclava, estuvo rendida a sus pies.
¡Vedlo pasar a la cabeza de su polícroma grey! ¡Vedlo retozar, magnífico sobre los verdes alfombrados! ¡Y por qué no mirarlo en las noches de luna dormitando en medio de sus bellas concubinas…!
Y el amor floreció como las madreselvas y los lirios.

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Un día, el hacendado, don Nicanor Villafuerte, decretó el exterminio de la tropa brava. Alguien le hizo concebir la idea de irrigar El Guayo
Y armó a su gente de winchesteres y máuseres.
La cruenta misión durará, desde luego, algunas semanas “Una o dos por día”, dispuso el señor Villafuerte. Así, habría tiempo para ir cecinando la carne.

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Apostados detrás de las piedras, los tiradores esperan el ganado en el bebedero “grande”. Ya se oye por el monte el estrépito salvaje de la tropa… Se acercan… Los tiradores se agazapan azarosos y se hacen señas furtivas…
Majestuoso, aterrador, irrumpe el Toro Bayo… Retozonas y anhelantes, llegan tras él las regias vacas y las gallardas maltonas… Luego, las retrasadas crías…
El destino hace lo demás. Él arregla las cosas a la maravilla. Ved lo que hace con esa vaca limona y esa ternera casulla. Las aparta de la compacta de la compacta tropa y las pone frente a los tiradores… Estos no pierden tiempo y disparan…
Y como han tirado de mampuesto, allí quedan fulminadas la vaca limona y la ternera casulla. Tan magistralmente. Ni don Nicanor Villafuerte habría arreglado las cosas.
El Toro Bayo y su aterrada corte, como un viento huracanado, desaparecen a lo largo de la llanura…
Al día siguiente, en vano esperan los tiradores en el bebedero “grande”. Visto está que en los brutos obra el instinto con más eficacia que la inteligencia en los hombres. La tropa brava no aportará más por los bebederos con emboscadas.

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Pero don Nicanor Villafuerte disponía de hombres y municiones, y de poco sirvió el instinto salvador; pues siempre hubo una “nueva” manera para cada jornada…
En la espesura del monte, en las breñas, en los distintos bebederos, corrió a torrentes la sangre indómita.
Y llegó un día en que junto al Toro Bayo no iban ya sino dos sultanas: graniza la una y camarona la otra. (don Nicanor Villafuerte, olvidábamos decirlo, hizo a sus tiradores la romántica recomendación de dejar “para el último” el Toro Bayo).
Y con sus dos únicas sultanas –la graniza y la camarona- huyó hasta lo más alto del Cerro de Oro. Y allí encontró la paz que habíanle arrebatado los winchesteres y los máuseres.

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Mas ocurrió que al cabo de un tiempo el Toro Bayo y sus dos sultanas –la graniza y la camarona- volvieron al llano. Volvieron atraídos por el hondo hechizo de los mil caminitos enrevesados y los claros bebederos.
Acaso también los atrajo la fuerza del último acto.
Y era fresca la yerba y blanda la arena de los dormideros.
Cuando en la hacienda se tuvo noticia de la vuelta peregrina, don Nicanor Villafuerte ordenó rastrear el ganado por los bebederos. Pues, había que asegurarlos primero.
Y sobre la arena húmeda de una vertiente –el Pozo de Shitana- , hallaron los rastros, frescos, palpitantes…
Y al otro día, cuando la graniza y la camarona hundían sus belfos en el cristal radiante del Pozo de Shitana, sonaron cuatro precisas detonaciones… Y el cristal radiante se tiñó de rojo encendido…
Todo estuvo perfectamente arreglado. Las balas no tocaron al Toro Bayo, y éste pudo huir por el corazón aterrado del monte…

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Cien veces fracasaron los tiradores. El Toro Bayo, a fuerza de burlar la muerte, fue adquiriendo diabólica soltura. Sus entrañas rugían con fuerza aterradora.
Empezaron a correr espeluznante relatos. Y tanto hizo la dichosa fantasía que al fin todas las gentes llegaron a sentir ese miedo suersticioso, anatémico del hombre primitivo.
Un día cualquiera, dejó de existir don Nicanor Villafuerte. En sus labios quedó estereotipada esta frase: “Hice mal en dejarlo para el último”

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-…El Toro Bayo… si… las gentes… -dice por seguir Noel, pretendiendo en vano vencer el sueño.
Y vuelve a mí también, con renovadas caricias, al ángel que huyó. Mientras la fantástica orquestación del monte canta la tragedia del Toro Bayo

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Casullo : Que tiene blanco el lomo y la panza.
Camarona : Vaca de color rojo oscuro.
Graniza : Vaca con pequeñas manchas blancas en todo el cuerpo.
Limona : Vaca color limón.
Pintada : Vaca con pequeñas manchas de variado color en la piel