lunes, 29 de junio de 2009

HOMENAJE: Centenario de Julio Garrido Malaver.

Del 02 de julio al 31 de septiembre del 2009, en Trujillo, el Gobierno Regional de La Libertad, rendirá homenaje al gran poeta celendino Julio Garrido Malaver, en el cual participarán poetas, escritores, estudiantes y público en general.
La vida Garrido Malaver es un vía crucis de luchas e ideales reprimidos a sangre y fuego
En esa vida a salto de mata, sus versos mayormente se deslizaron a través de las rejas de las prisiones que albergaron su juventud, a causa de su temprano quehacer político.
Esos versos tejidos con el cariño de las hebras del sombrero, con el sello del cielo celendino y sabor a chocolate, llevaron al nombre de Celendín al mundo.
Y, sin embargo, en esta ocasión para el homenaje, no vemos participación de ninguna de nuestras autoridades de la provincia. Como puntualizaramos en un artículo anterior, en nuestra tierra es tan hondo y doloroso el olvido para con genios como Julio Garrido Malaver, que ni siquiera una calle, ni una institución, lleva su nombre.
CPM, a través de Espina de Maram, su suplemento literario, sigue el trajinar creativo de Julio Garrido Malaver, llevándolo al conocimeinto de las nuevas generaciones, que ignoran su aporte, de primerísimo orden, a las letras del Perú.
Para conocimeinto de los intelectuales y público celendino que quieran, como CPM, aunarse a este merecido homenaje a nuestro ilustre paisano Julio Garrido Malaver, incluimos el Programa de Celebraciones y el texto que, a propósito de la publicación de su antología en siete libros por el poeta César Calvo Soriano, escribiera en "Cuadernos de Vida", otro gigante de la literatura peruana, nuestro paisano Jorge Díaz Herrera (NdlR).

Collage que muestra algunos aspectos de la vida de Julio Garrido Malaver.

PROGRAMA

DIA 02 de Julio Homenaje a Julio Garrido Malaver a.12.m. a 13.00 horas
Lectura y entrega de Resolución Regional de reconocimiento. Consejo Regional La Libertad. 13:00 a 13:30 horas. Cóctel de honor.
02 – 17 – 31 julio Rol de Conferencias:
La Poesía en JGM
Beethoven Medina S. Carlos Garrido Chalén Jorge Chávez Peralta
Lucha Social en JGM
Ramiro Paredes S. Bertha Malabrigo Víctor Ibañez
Periodismo y Diario El Norte
Blasco Bazán María Ciudad de Luna Juan F. Paredes C.
02 al 14 de Julio Inauguración de exposiciones:
19:00 horas Exposición Fotográfica y de documentos: JULIO GARRIDO, POETA Y POLITICO / Banco Continental 19:00 horas. Exposición de fotográfica y poética de la ciudad natal del poeta: CELENDIN EN TRUJILLO / Caja NorPerú
2 al 23 de Septiembre Concurso de Poesía JGM . Presentación, distribución de bases . Recepción y evaluación de trabajos presentados por el Jurado.
Entrega de premios y homenaje por los alumnos en el Día de la Juventud.
Clausura.


Homenaje a Julio Garrido Malaver en 1950 por estudiantes de la Universidad de Trujillo. Esta foto es histórica pues en ella aparecen los principales dirigentes trujillanos del Apra joven de la época, entre ellos están Luis Felipe de la Puente Uceda, el celendino Manuel Pita Díaz, Gonzalo Fernández Gasco, Luis Iberico Más, el poeta Elio Otiniano Mauricci, entre otros. Mejor dicho, la generación que iba a fundar el Apra Rebelde, que, convertido en el MIR histórico, en la década del 60, con su alzamiento en armas, precipitó el cambio estructural en el Perú y la salida del país del atraso y la feudalidad.

LA POESIA A PESAR DE TODO
Por Jorge Díaz Herrera
El poeta Julio Garrido Malaver, nacido en la sierra norteña de Celendín (1909), es una de las presencias más significativas de la vida cultural del Perú. Su larga trayectoria de militante aprista, partido político en el que se enroló desde muy temprana edad, ha poblado su biografía de persecuciones, cárceles y destierros, convirtiéndolo en un líder histórico del APRA y en un paradigma de luchador social ajeno a las ambiciones del poder, incluso conviviendo con él.
Su extensa obra poética ha sido forjada entre los trajines propios de quien opta por ese turbulento universo de las contiendas sociales, lo cual lo ha mantenido siempre más cerca de las organizaciones populares que de las capillas literarias. De ahí que su poesía haya permanecido inédita en su mayor extensión sino desperdigada en periódicos, revistas o ediciones de limitado tiraje.
Apreciemos algunas consideraciones que, al respecto, manifiesta Antenor Orrego (Libro tres): “En la ruta enardecida -¡ruta agónica!- de nuestras vidas (la de Orrego y la de Garrido Malaver),… muchas veces hemos marchado juntos, más bien, hemos sido vecinos asiduos del mismo trajinante afán, mano a mano, con las esperanzas y desesperanzas de la patria. Ora, envueltos en el oleaje encrespado y multitudinario del pueblo; ora trenzados a corazón sobrado, en el hiriente diálogo y en la resonancia trepidante de la representación nacional…; ora, frente a frente, a dos rejas, cuyos barrotes enjaulaban nuestros pasos, tajaban de vejamen nuestros rostros… Aún tras las rejas, reventaban, día tras día, los botones lucientes de su obra poética que viajaban presurosas a mi celda por no sé qué arte taumatúrgico, inexplicable dentro de tan ceñida vigilancia… Versos escritos en el encalado de la pared carcelaria con bastos trozos de carbón, únicos materiales de los que disponía el poeta para su magnífico despliegue de canciones murales, allí donde sólo habían imperado siempre, agazapados, los gemidos y las sombras de los desgraciados. De esta suerte he sido testigo constante y fehaciente de su obra”.
La publicación de la poesía de Julio Garrido Malaver en siete libros se debe al trabajo de selección, revisión y supervisión del poeta César Calvo Soriano, quien abre los textos con un alborozado anuncio al lector: “Como un dios asombrado, huraño, incrédulo, su canto está escuchándose en los siete colores de estos libros. Para nosotros él está cavando al pie del arco iris que ha creado- los oros insondables de todo y de sí mismo”.
En el prólogo (fechado en 1940. Libro Uno), Antenor Orrego saluda la aparición de la poesía de Julio Garrido Malaver como la aparición de un cantor de América cuya voz se afinca en la nueva y en la ancestral humanidad de su tierra, en su estructura emocional, pasional y sensitiva.
Dos características esenciales señala Orrego a la poesía de Garrido Malaver en dicho prólogo: “El don de recoger directamente las imágenes, las metáforas, los símiles de su contorno telúrico” y “su indigenismo auténtico y contemporáneo, su indigenismo con historia vigente”.
Luego Orrego sintetiza el fundamento de ambas apreciaciones con los siguientes motivos: “Para leer y comprender a Garrido no se necesita un lexicón quechua, ni un vocabulario aymara sino poseer la emoción, la visión y la sensibilidad de la América actual y contemporánea. Habla y traduce directamente lo que ve, trasmuta el paisaje en estado de conciencia y en nota musical, recrea su mundo dentro de sí mismo y logra un arte personal, una versión singular de la realidad, sin caer jamás en ese chapucero descripcionismo escolar, de que tanto se ha abusado en nuestra literatura”.
Quince años más tarde, en 1955 (Libro Tres), con motivo de la aparición de La dimensión de la piedra, libro de poemas de Julio Garrido Malaver, Antenor Orrego desarrolla en Un poema del ser y de la trascendencia, sus juicios sobre las virtudes del poeta, trocando su inicial saludo prologal de 1940 en una encendida, firme y convincente admiración por su obra. Es así como, entre otras aseveraciones, sostiene los siguiente:”Garrido ha demostrado ser, a través de su copiosa y extraordinaria producción, enteramente libre.. Tan libre, que ha dejado todo el florilegio poético de la mayor parte de sus contemporáneos; toda la evanescencia trivial, todo lo iridiscente y elegante parloteo… para dar una picada tan a fondo en el abismo lejano de la vida y arrancar, desde el volcado ángulo de la sima, la estrella fulgurante de su emoción poética”.
Orrego considera que el feliz asombro que despierta la poesía de Garrido Malaver viene de su riqueza expresiva, de su sencillez, de su ingente articulación de imágenes desenvueltas alrededor de motivos elementales. “La hazaña de su genio de su genio de artista –afirma- es haber logrado que la palabra simple, sin distorsión alguna, alcance a tramitar la frescura paradisiaca, el esplendor edénico de su emoción poética y metafísica ante el ser, el tiempo y la eternidad del hombre. Sus palabras son mensajes de revelaciones porque son tan radicalmente inocentes que se acomodan a todas las múltiples dimensiones de la realidad, como el niño, cuya alma primigenia, llega a la comprensión, a la amistad y al amor de todos los hombres en sus diversas manifestaciones vitales.Y, tras equiparar el significado literario de Garrido Malaver con el de Vallejo, Orrego delinea las diferencias entre ambas singularidades poéticas: “De allí que la frase de Garrido Malaver sea un apotegma epigráfico, sencillo y elíptico, a la manera bíblica, cargado de sabiduría y de luz eterna. La frase de Vallejo es una obra maestra de belleza verbal, una joya novísima que acaba de troquelarse en fragua de portentoso estilo. Ambos son poetas profundos y sustanciales.
Tales puntos de vista, incluidos en el Libro Tres, los manifiesta Orrego precedidos de una elocuente sentencia: ”No conjeturo la impresión inmediata que produzcan mis palabras. Tal vez algunos las crean excesivas. Así fue, exactamente, cuando hace 35 años, dije lo que dije sobre la obra de César Vallejo. Recién hoy empieza a percatarse la gente –sobre todo, la gente de letras- que entonces tuve razón. Nada parece excesivo ahora tratándose del creador de Trilce. ¿Serán necesarios otros 35 años para que se crea lo mismo de Garrido Malaver? Estremece pensarlo.
Los siete libros de la poesía de Julio Garrido Malaver, a través de sus 41 títulos, son un elevado canto a la tierra y su fusión con el hombre que la habita, al paisaje visible y al paisaje invisible que la reflexión y la sensibilidad del poeta otean de modo infatigable, tal cual si miraran al fondo de sí mismos.
En versos desvestidos de toda ornamentación que no sea la imprescindible para lucir la humanidad que guardan, Garrido Malaver va mostrando a los ojos del lector un univero de criaturas idealizadas por la añoranza: “Ella no usa espejo/ la cara se mira/ de frente en el cielo”, nos dice de la pastora Carmen. “La luna está colgada de un alto capulí/ con un dedo en la boca mirando a Celendín”, dice en los versos iniciales para hablarnos de su provincia natal. Y, en versos posteriores expresa: “Llegaron las horas malas para mi tierra…/ ¡Y como ya no hay palomas que matar/ matar al hombre a balazos/ les da igual!”.
Luego, en “Palabras de tierra”, agrega: “A esta hora, hermano/ y a esta altura,/ si arrojas una piedra/ cae en tu propio corazón…” En La dimensión de la piedra (Libro Tres), uno de sus libros más celebrados, Garrido Malaver extrae de ese mudo elemento lítico las meditaciones poéticas más hondas que tipifican el tono metafísico de su poesía: “La piedra es una esperanza de Dios”. “Muchas veces he sorprendido al viento, arrodillado como un niño/ junto a la piedra/ rogándole que diga todo lo que decía de sí misma/ y lo que vio, cuando de todas partes, en la tierra,/ emergía la voz en carne humana.” “Podrá el hombre, algún día/ esculpir en los Andes graníticos/ la imagen de la luz.
Los cantos de sangre castigada (Libro Siete) es quizás uno de los poemas a través del cual Garrido Malaver expresa con mayor emotividad el ancestro nostálgico, melancólico de la heredad andina, con una voz más cercana al candor de la infancia que al tono lastimero y quebrado del hombre adulto: “Y tengo ganas de llorar/ como sólo se llora/ cuando uno se ha perdido para siempre/ a lo lejos y dentro de sí mismo…!” “Mi madre tenía mucho miedo/que uno a uno/ nos fuéramos sus hijos!” “¡La vi llorar/ cuando ninguna estrella/ se encendía…!” “Ella tenía miedo/ que alguno de sus hijos/ no tuviera destino…/” “Pero nací en Ciudad/ con Templo/ Torres/ Campanas y días santos…/ Y aquella Tierra Musical/ del Marañón arriba/ llenó mis venas/ con sus ecos y voces/ y colores/ dando a mi voz este sabor de tierra/ que me quema en la garganta/ como debe quemarle el alma/ a la semilla/ cuando le impiden crecer como soñaba…” “Cuando nos quedamos sin tierra/ quise ser caminante7 y lo habría logrado/ si hubieran sido/ libres los caminos…”
La colección de siete libros se cierra con un colofón de César Calvo, “para finalizar por el comienzo”, en el que rememora al poeta Garrido Malaver en las épocas que “el dictador Odría le había declarado la guerra al Perú”. César Calvo evoca al poeta entre conspiradores “apristas, anarcosindicalistas, comunistas, enemigos todos de la tiranía, gentes de verdad, y además verdaderos, que nunca se atrevieron a masticar ni aire en estando entre hambrientos, que no desesperaban por no dejar de vivir en la pobreza sino por dar la vida para que los demás no fueran pobres”, y que salían “a Cajamarca, a Trujillo, a no sé dónde. Y de no sé dónde a las cárceles, las torturas, el exilio, la muerte. Y de nuevo al combate”.
Luego, César Calvo manifiesta en líneas posteriores: “Quizás son ya incontables las personas que –desde mí- se enorgullecen de haber podido asumir y sabido cumplir, sin ninguna otra razón que la pasión, con la tarea que como un reclamo nos encargó el tiempo. Editar las almas de Julio Garrido Malaver en estos siete libros de un arcoiris encendido a pesar de la noche. Con regocijo se lo devolvemos a nuestros pueblos. Sabemos que es América toda quien recupera, por fin, a una de sus voces más genuinas”.
La publicación de estos siete libros de poesía resulta ser, qué duda cabe, uno de los mayores homenajes, si no el mayor, que un poeta peruano recibe en vida en el Perú. Homenaje mucho más significativo si se tiene en cuenta que tal iniciativa ha sido propuesta y llevada a cabo hasta su etapa final por César Calvo, poeta de gran dimensión y de gran vitalidad en las letras latinoamericanas.

viernes, 19 de junio de 2009

POESIA: Jorge Horna Chávez

El transitar por los caminos de nuestra milenaria y hermosa patria toca las fibras más sensibles de aquellos que, como Jorge Horna, tienen el arpa y el verso para cantarlo y poseen además, la virtud de transmitirlo para solaz de los que con gratitud nos embelesamos con sus poemas. (NdlR)

El ubérrimo valle del Mantaro que inspira los versos de Jorge.

Caminito de Huancayo.

Surcos tonadas cautivantes

agua que apura chacras verdor


guijarros Mantaro tiemblan arpas

polleras afinan su color, violines


retumban saxofones en laguna Paca

ecos pasacalles laderas El Ingenio


ritmo viandante ánimo humedecido

danzantes cosecha viva


mano a mano con doña Zenaida Laura

reverente paso


Ancestros patria amada


con Eulogia Rojas también

abrevadero de esplendores


círculo abierto siglos

tierras fiesta rurales ritos


lluvia licor que serpentea

roja teja cumbreras humo


acuarela Jauja

colinas de Concepción.


Jorge Horna.

jueves, 18 de junio de 2009

OPINION: Árbol de Oportunismos…

Por: Enrique Chávez Aliaga
He pasado el día como andando un camino enhiesto que aún al bordear las once de la noche, parece interminable. Exhausto, me detengo a un costado de esta pendiente. Aquí, entre las espinas, parece haber un lugar donde pasar una noche más de mi existencia. Antes de entregarme al sueño, decido ojear algunas páginas de “Árbol de Atisbos”, poemario presentado recientemente en nuestra provincia por nuestro paisano, el poeta Jorge Horna Chávez.
Palpita tu gran voluntad / en la copa de los eucaliptos / porque fuiste a calmar tu única sed / en el alivio del dolor campestre… Susurra mi alma, leyendo a Horna; y de pronto, el éxtasis literario en el que estoy a punto de envolverme, se ve interrumpido intempestivamente por el recuerdo de la noche en que presentaron este poemario, y el de la participación lindante con la tragicomedia y el oportunismo que tuvo el alcalde de nuestra provincia en dicha ceremonia.


El Burgomaestre de nuestra provincia tuvo a su cargo – después de haber renunciado a dar las palabras de bienvenida – el brindis de honor. En su discurso, don Juan de Dios, se olvidó del Árbol de Atisbos que se presentaba y, por el contrario, reseñó, alabó y santificó la gestión municipal que encabeza. Y claro, la reseña, el panegírico y la santificación, tuvieron más asidero en el seso, en la eterna nebulosa, que en la realidad.
Santificar en nombre de Celendín una gestión municipal que se inauguró con despidos arbitrarios e indicios de corrupción; y que luego ha sobrevivido acompañada de la ausencia de un proyecto de verdadero cambio para nuestro pueblo; una gestión municipal que ha incumplido casi todas sus promesas electorales, y que ha vivido más de los spots y videos publicitarios que de verdaderos proyectos de desarrollo a largo plazo, es en realidad un craso error del señor Tello.
Del apoyo y la promoción del arte y la cultura, también se ocupó don Juan Tello. Elogió la Banda de Músicos Municipal (banda que también elogio yo, por cierto), habló de la remodelación del Centro Cultural, de talleres de arte, etc. Cosas que son muy importantes, y que en cierto modo, han ido avanzando. Pero lo que no entiende el Señor Alcalde es que la promoción del arte y la cultura, es también respeto al arte y la cultura. Una Banda de Músicos es importante, pero más importante es el respeto y la consideración al músico (de esto tienen su propia opinión los talentos que participan en la Agrupación Musical de la Municipalidad). Un discurso en defensa del patrimonio cultural suena bien, pero más importante es que se le defienda y respete; un soliloquio promoviendo la planificación del crecimiento urbano es medianamente útil, pero más importante es cumplir la promesa de recuperar algunas calles secuestradas para construir casas y negocios de personas cercanas al poder político; el elogio a un poeta por parte del Burgomaestre es, sin duda alentador, pero más importante es el respeto al poeta y a sus ideas; y aquí le quedó grande la envestidura de alcalde a don Juan de Dios, que ni supo defender el patrimonio cultural en nuestras principales calles, ni cumplió su promesa de habilitar calles cerradas por construcciones privadas y ni siquiera respondió a la inquietud que la noche de la presentación de Árbol de Atisbos le formulara don Jorge Horna en torno a la alicaída Biblioteca Municipal. Pero en el discurso de brindis de aquella ceremonia, don Juan de Dios parecía vivir en la ciudad de las maravillas, con una gestión municipal también de las mil maravillas.
En Hebreo, el idioma del pueblo elegido, davar es un homónimo que significa palabra y también la cosa en sí. Que pena que don Juan Tello y muchos políticos tradicionales e improvisados, no sepan de esto y se encarguen cada día de hacer más grande el divorcio que existe entre sus palabras y sus hechos. Que pena. En verdad es una lástima.


jueves, 11 de junio de 2009

RESEÑA: Luis Cruzado Guevara

SE REVUELVE EL MUNDO

Un hecho impresionante es la publicación del libro de Luis Cruzado Guevara auspiciado por la Municipalidad distrital de Huasmín, en febrero del año 2006. Actitud que debemos saludar, e instar a las demás municipalidades a proseguir ese ejemplo.
El autor del libro Se revuelve el mundo, nació en 1956 en el caserío de Vista Alegre, distrito de Huasmín, provincia de Celendín.
El referido libro se ubica dentro de la nueva corriente de la literatura regional, pues recoge historias reales, leyendas y cuentos anónimos que perviven trasmitidas de generación en generación.
El tono conversacional de Se revuelve el mundo le otorga al texto un cariz peculiar en el tratamiento del lenguaje. Uno de los cuentos da título al libro, en éste encontramos las siguientes secciones: 1. Cuentos, 2. Leyendas y 3. Coplas (a la naturaleza, a ciertos animales andinos, al amor).
El relato Se revuelve el mundo, es una historia real que narra los avatares de una familia empobrecida migrante procedente de las jalcas de La Encañada (distrito de la provincia de Cajamarca), en busca de tierras donde vivir y trabajar. Simón, cabeza de familia, es un anciano emprendedor y poseedor de un modo particular de hablar, le acompañan Vicenta, su esposa, y sus cuatro hijos. Son acogidos por José y Juan, dueños de extensas tierras cultivables. Cada vez que Simón se sentía amenazado por los fenómenos naturales (eclipse, torrenciales lluvias, temblores de tierra, etc.) exclamaba “¡se revuelve el mundo!”
El espacio donde se desarrollan las acciones es la ex hacienda San Isidro de Jerez, hoy caserío Vista Alegre.



Extracto de los diálogos:
Simón: “Si tianimas don José darrme cuantas varas to terreno paqui viva cumi famirra, ti doy chena cualquiera pato metaya paqui pasteya tuanimal paqui te lo paga lo qui mi das” (Don José, si se anima darme unas cuantas varas de terreno para que viva con mi familia, le doy cualquiera de mis dos hijas para que pastoree sus animales, como pago de los arriendos del terreno).
José: “Le doy este pedazo de terreno para que haga su choza en un canto, y el resto lo trabaje.”
Simón: “Yo yastoy viejo, y nu puedo ni trabajar, eru mis cholos luarán pue orqui mi Franshi yes hombri y mi Creshi lu sigue tamín” ( Yo ya estoy viejo y no puedo ni trabajar, pero mis hijos lo harán pues, porque mi Francisco ya es joven y mi Cresencio casi ya está joven también).
La parte narrativa del libro de Luis Cruzado Guevara se complementa con los relatos: “La revancha”, “El caballo mujerero”, “Cornelio y el perol de oro”, y varias composiciones versificadas.

Jorge Horna
Lima

miércoles, 10 de junio de 2009

CUENTO: Franz Sánchez Cueva

Definitivamente, Franz Sánchez deja de ser una promesa para convertirse en una hermosa realidad. Su prosa ágil y moderna dará mucho que hablar en un futuro cercano. CPM se enorgullece de tenerlo en sus filas por la hondura de su crítica y por una línea comprometida con Celendín y su problemática. El cuento “La Tahualpa y sus llantas” pinta el surrealismo cotidiano que se vive en nuestro pueblo, con sus pequeñas luchas por la supervivencia en un estamento al que quizás pocos hacen caso: En el de los cargadores de bultos. (NdlR)

La Tahualpa y sus llantas

Por: Franz Sánchez

En medio del silencio pueblerino. Un pitido alerta a los bribones. Se oye claramente cómo cobra fuerza a medida que se aproxima. Todos han parado la oreja. Nadie respira, ni exhala; y si pudieran contener el latido de sus pechos, seguro que lo harían.
La desértica plaza parece estacionada en el tiempo. Cada vez más cerca, el pitido zumba en los oídos de todos. El ruido de un motor origina murmullos en la esquina. De súbito, alguien grita frenético: ¡La Tahualpa!
Corren todos empujando sus rústicas carretillas. Se precipitan, únicamente guiados por sus instintos. Van a la esquina de la vieja calle Gálvez. Atropellándose, unos y otros, de prisa galopan. La estentórea estampida ha roto la quietud y calma. Un remolino de empellones y zancadillas, enrolla entre las ruedas, cuerpos magullados por decenas. El saldo de aquél rally improvisado, es muy accidentado. Carretas colisionadas, desastilladas, destruidas por pedazos. Quizá sirvan como leña para el chocolate de las seis de la tarde.
Algunos han sacado ventaja desde la partida. Otros han sido rezagados, igual que Rojas.
Rojas, es un hombre de reducida estatura, andar dificultoso; por culpa de su pierna zurda. El hablar, acelerado y confuso se debe a su tartamudez. El carretillero Rojas era siempre el favorito en las apuestas. La simpatía desbordada por sus fanáticos, que se contaban por docenas, conseguía que el carretillero restara importancia a sus limitaciones físicas. Casi siempre terminaba olvidando que una de sus piernas era más corta que la otra. Se lo veía, balancear empeñoso a la meta. Pero a pesar de todo el esfuerzo demandado, nunca pudo seguir el paso a sus contrincantes.
Cuando el bus de la empresa Atahualpa aparecía en la plaza; Rojas se obligaba a tomar un atajo, cortándola por la mitad. Su singular forma de correr, arrancaba las carcajadas de oficinistas de la empresa, familiares que aguardaban por sus pasajeros y curiosos que acudían puntuales a presenciar, efusivos abrazos y llantos con sabor a reencuentro.
La esquina entre Pardo y Comercio, se transformaba en escenario novelesco, de expresiones dramáticas, de encuentros postergados por el tiempo, de perdón por adioses jamás declarados, de lamentaciones por haber dejado el terruño, de lágrimas de tristeza y alegría por el retorno. El ocaso del día, con sus entrañables arreboles incorporaba pinceladas poéticas al frío lienzo de la realidad. Era un lugar de mil y un historias. Los carretilleros, que recibían ansiosos al pasajero para trasladar sus equipajes hacia su destino final; se convertían en mudos testigos de centenares de relatos. Había tanto que contar.
Siempre y a la misma hora, el pueblo se conmocionaba con la llegada de la Atahualpa. Un retraso en la arribada del bus y el pánico se volvía general. No existían taxis. Ni unidades de transporte menor. Tan solo las carretillas. Los carretilleros solucionaban las angustias del fatigado pasajero. De allí que se destaca su importancia. Su papel era fundamental.
Tanta seriedad exigía su labor, que las carretillas, en principio someras; de madera morigerada, de clavos herrumbrosos y retorcidos. Se volvieron auténticas unidades de transporte. Colocaron en ellas, tablones reforzados y resistentes, llantas revestidas con recio jebe. Al extremo, construyeron pequeñas cajitas que llevaban el apodo del conductor o propietario: transportes “el breve”, “el buen cholo”, “el shilico”, “el milamores”. O una frase emblema, para intimidar a la competencia: “Muérete con tu envidia”, “No me odies por ser mejor”, “Que Dios te ayude”. Estas decoraciones en las carretillas, también servían para convencer al pasajero a la hora de escoger su transporte.
La carretilla de Rojas, discretamente decía: “Trazportes Rogas”. Las letras, también rojas, daban la impresión de estar estampadas con las mismas huellas digitales de Rojas. Cualquiera diría ello. Pero quien conocía de su analfabetismo, sabía también que fue socorrido, aunque de mala forma. Socorrido.


La vida siempre confabuló contra Rojas. La cojera, que hacía lento su desplazamiento, y su hablar, por poco indescifrable; lo mandaban de retorno a la lejana casa donde vivía. Con la carretilla vacía, vacío el bolsillo y por qué no, también el corazón. A pesar de todo, la gente ansiaba verlo correr. Era un privilegio la expectación de suceso tal. Un momento único. No podía desapercibirse. Hasta le hacían barra.
Allí están, nuevamente alentándolo, más por chanza que por convicción. Rojas, animado por la batahola, esquiva el montículo desperdigado de cuerpos y carretillas rajadas. Resuelto, respira la nuca del líder, evitando derrengarse corre convencido de alcanzar, por vez primera su meta. Ha exigido al límite sus facultades. Su rostro escarlata supura coraje. El pitido cercano, despeja cualquier duda ¡Es un claxon! No vale estancarse. El motor ruge como un helicóptero; es la Atahualpa. El carretillero líder se detiene. Las llantas de su carretilla, despiden un trazo indeleble en la pista. Rojas lo ha rebasado. Increíblemente, es él ahora, líder indiscutible. A cortos metros de la esquina de Gálvez; Rojas ha detenido su avispada marcha, tras escuchar risotadas. Gira titubeante. Mira a sus émulos derrotados, pero éstos desatan carcajadas y burlas. Ha sido engañado. Cuando lo comprende, observa que un carro destartalado semejante a un escarabajo, cruza la calle con dilación excesiva. No puede creerlo. El sonido no puede provenir de éste escuchimizado vehículo.
Avergonzado y más cojo, retorna. La cabeza clavada en el suelo. Arrastra la pesada carretilla de vuelta a la esquina del Comercio. En esa infame circunstancia; una avalancha humana acaba de sumergirlo dentro del polvo tupido. Todos arrollan a Rojas. Tendido, bajo su carreta, golpeado y muy adolorido recibe pisotones en las manos y en los pies. Extrañamente todos retoman la carrera con dirección a la Gálvez. Aturdido. Le cuesta trabajo incorporarse, después de haber servido como alfombra. Yergue la cabeza y atestigua, el momento preciso en que ingresa la Atahualpa. Enorme, veloz, con gran ferocidad, deja lengüetear el polvo a todos esos oportunistas. Los carretilleros persiguen su rastro alrededor de la plaza. Es en vano. Él observa, maravillado, como todas las veces. El estruendoso rugir de motores engalanan la titánica armazón. Como un furibundo león que persigue a su antílope. Implacable en su marcha. Atraviesa el ayuntamiento. Algunos pedazos de papeles, inoportunos en su camino, han elevado su rumbo. La polvareda a tutiplén amenaza ser tornado. La mágica figura del rostro de Atawallpa, último emperador Inca, se funde con la carrocería; en un bólido impetuoso.
En verdad, la dinastía incaica parece reclamar sus dominios. No es un simple bus, es casi un emisario de la sangre real. Ningún mestizo intenta, siquiera, obstaculizar su paso. Nadie tiene las agallas. Ni siquiera podrían sostener la mirada, frente a la colosal máquina. Pero la vida tiene preparados distintos designios para nosotros. Y traza una etérea línea, a la que pocos atrevidos, pretenden cruzar. Porque no pueden, no quieren o porque no la ven.
Rojas se ha detenido en la esquina. Desertor de una carrera, que sabe, no ganaría. Ha decidido ir a su encuentro, cara a cara. Espera completamente paralizado, con la mirada puesta en los amplios ventanales frontales de la Atahualpa. Ha transpuesto la línea.
La tracalada de carretilleros, tragan humo, pero no se rinden en el intento de traspasar al bus. Están muy cerca. La Atahualpa, juega con ellos, reduce la marcha y deja que sientan por breves periquetes, el sabor de la gloria. Pero luego, aprieta el rumbo y les deja otro sabor, uno que despide el tubo de escape.
Esta rara convicción de los carretilleros, de alcanzar la velocidad del bus. Tiene que ver y mucho con la ilusión de fusionarse, carreta y hombre, en uno sólo. Tomando la idea del hombre como propulsor del movimiento de la nueva aleación.
Cuando creen haber alcanzado la monumental maquinaria. Jadeantes, cuadran sus carretillas. Sin embargo. La Atahualpa, como en vuelta olímpica, subraya su victoria con un giro más, alrededor de la plaza. Y allí van los muchachos, persiguiendo sus ideales, detrás nuevamente.
Rojas, desconcertado cierra los ojos. Y para darse más ánimos, se arrodilla en el piso de la esquina. Sabe que llegó el momento de confrontar a la temible bestia. Emulando, ciertas prácticas salvajes, toma la carreta como un capote. Y grita ¡Aja! La Atahualpa, parece haberlo visto. Arroja humo de sus fauces. Finalmente, embiste. Acelerando.
Toda la envergadura del bus, se aproxima. Rojas, en estado pétreo, aguarda, temiendo lo peor. La gente grita, queriendo indicar la cercanía del carro, pero resulta una confusión de palabras. Empieza un griterío, que enmudece, quizá por el inclemente bramar del bus. Las señas del chulio, piden quitar de en medio al sujeto. La Atahualpa es ahora, una locomotora sin frenos.
Rojas abre los ojos y mira con horror el furioso hocico del bus, ya detenido en sus narices. El chofer, baja descontrolado y lo sujeta del pescuezo. Le increpa, pide explicaciones de tan estúpida acción. Rojas balbucea: ¡Pa, pa, pa!
Los pasajeros, descienden preocupados por el muchacho. Uno de ellos, viste atuendos elegantes, usa un sombrero de ala ancha, el bigote grueso y cano; además lleva unos botines pardos. Se acerca y le pide amablemente al conductor que lo suelte. Mira al paticojo como queriendo comprobar su estado. Rojas expresa inquieto: ¡Pa, pa, pa! El hombre se compadece, mira alrededor y pregunta: ¿Alguien conoce a su padre? Pero los demás carretilleros están más preocupados en llevar los bultos de las personas, y lo ignoran. Sin respuesta, levanta al joven, y oye nuevamente: ¡Pa, pa, pa! Acerca los oídos y escucha la frase completa: ¡Pa, pa…ro, paró! ¡Paró! Lo cual arranca una sonora risa.- Sí muchacho, el carro paró, pero yo, no estaría tan seguro la próxima- sentencia, el hombre.
Descargan muchos paquetes de aquél hombre. El próspero sujeto, mira a Rojas y le dice: -¿Quieres ganarte una propina? – Rojas asiente con la cabeza y alista de inmediato su descompuesta carretilla. Muy a pesar de todo, el día, en su agonía, promete.
El cojo Rojas lleva la carga, que en un par de cuadras, lo ha sofocado. El hombre va adelante. “Apúrate muchacho, en casa me esperan con mi chocolate y mi harina” dice alegre, mientras aligera el paso. Rojas tiene la seguridad de que aquél paisano, le dará una jugosa propina. Sus brazos y pantorrillas opinan lo contrario.
Al cabo de varios minutos. Rojas se percata que están camino a Candelaria. El hombre sigue en frente silbando una vieja tonada, que da la sensación, es un aviso del retorno del hijo pródigo.
Los bultos se mecen al compás del desnivel de piernas. En cualquier momento, la carretilla se inclinará al lado más débil. Rojas teme una volcadura. De golpe. La detiene. No puede más. Está muy pesada. Están muy lejos. Pero se contradice. La vuelve a levantar y cae, a su izquierda. Con la chueca. La imperfecta. Ha tirado todos los bultos al suelo, junto a una acequia.
Los grillos, frotan sus patas provocando un delicioso sonido. Es sin dudas la hora del lonche shilico. Se pueden sentir los aromas en los fogones. La calidez orgullosa del chocolate. La taza llena, humeante y espumosa. El queso terso y saladito. Las rosquillas que se desmoronan, arenosas entre los dientes. Y la harina, que acalla cualquier intentona de conversación. Si hay un momento más propicio para sentirnos eternos shilicos, ésa es la hora del lonchecito.
El hombre espantado, voltea a ver sus equipajes desparramados. Molesto, dice: ¿Pero que clase de servicio es éste? ¡Vamos hombre recoja los bultos, que ya es la hora del lonche! Pero por el contrario, Rojas solamente recoge su carreta y comienza el retorno al pueblo. El furioso señor grita: ¡Oiga! ¿Es usted sordo? ¡Me voy a quejar con la empresa! ¡Les voy a decir que su transporte es una porquería! A lo que Rojas contesta lejano: ¡Si y di dígale también, que que me inflen bien las llantas, las dos por igual! ¡Sino no no llegamos ni, ni a la normal!

lunes, 8 de junio de 2009

POESÍA: Presentación de “Arbol de Atisbos” en Celendín

Tal como lo anunciáramos, el 5 de junio se llevó a cabo la presentación del poemario “Arbol de Atisbos” de nuestro editor, el poeta Jorge Horna Chávez en Celendín. La misma estuvo a cargo del profesor Manuel Sánchez Aliaga, pleno conocedor de la obra de nuestro poeta, y congregó a un gran número de intelectuales, profesionales y público que gusta de la buena literatura.

El evento tuvo lugar en el “Centro Cultural Celendín” y contó con la presencia del Alcalde Juan Tello y otras autoridades que de este modo mostraron su respaldo a este gran poeta que en su lírica canta las bellezas y pesares de nuestro pueblo. Estamos seguros que quienes adquirieron un ejemplar del libro estarán degustando una literatura de calidad, con pleno sustento filosófico, como es la poesía límpida y bien cuidada de Jorge.

De izquierda a derecha: profesor Manuel Sánchez Aliaga, alcalde Juan Tello Villanueva, el poeta Jorge Horna, prof. Alberto ALiaga, el poeta Jorge Wilson Izquierdo, prof. Mnuel Silva Rabanal y prof. Luis Chávez Silva

“Espina de Maram” se aúna a la alegra de Jorge Horna y celebra como propios sus triunfos porque su poesía integra el acervo cultural de nuestra provincia y su nombre figura entre los grandes poetas de nuestra tierra. Invocamos a los docentes de nuestra provincia a promocionar la poesía de Jorge entre los estudiantes de los diversos planteles, por ser de auténtico celendinismo. En ellos queda la tarea.