Esta publicación semanal, en efecto, estuvo muy atenta para denunciar –en la sección “Chocolate celendino caliente y espumoso”– los dislates, yerros, incapacidades y abusos que funcionarios (municipales, de educación, policiales, de salud, etcétera) cometían desde su posición de poder, haciendo mella en la dignidad de gente indefensa o de la comunidad en su conjunto. Su empeño pionero desgraciadamente no tuvo herederos. Bueno, hasta el surgimiento de CPM...
“El Golpe” sólo llegó a los 10 números (del 7 de abril al 16 de julio de 1967); su precio era de un sol cincuenta centavos y la impresión se hacía en alguna imprenta de la ciudad de Cajamarca. Fueron profesores de la Escuela primaria No. 85 (hoy 82391), quienes asumieron la responsabilidad cívica, ciudadana, social, y el sueño quijotesco de dirigir el semanario.
Directorio: Marcial Castañeda (sólo en la edición de los 2 primeros números, luego renunció), César Linares Quiroz, José Chávez Tejada, Augusto Ortiz Chávez.
Jefes de redacción: Manuel Sánchez Aliaga, Aníbal Rodríguez Marín.
Jefe de publicidad: Antonio Rojas Failoc
Jefe de Administración: Felipe Chávez Tejada.
Las “autoridades” incómodas por las críticas y cuestionamientos y reacias a enmendar rumbos, hicieron causa común y no cejaron hasta impedir la circulación de semanario “El Golpe”. Los miembros del Directorio fueron citados y veladamente acosados y amenazados por el Subprefecto, luego por el Supervisor de educación, e incluso, por el Jefe de la PIP (Policía de Investigaciones) de entonces. En las páginas de la publicación constan estos hechos.
Así se produjo la censura y posterior clausura de aquel valiente semanario celendino.
De haber existido hasta hoy, con contundencia, “El Golpe” estaría exponiendo sus opiniones para despertar y hacer tomar conciencia sobre la exigencia y vigilancia protectora del medio ambiente en Celendín, ante la inminente explotación de minerales por la empresa Yanacocha en La Conga de Huasmín-Sorochuco, que en nombre del progreso y el desarrollo, destruirá la fisonomía de nuestros paisajes naturales, convirtiendolos en páramo improductivo.
Nuestra tierra, nuestro aire y nuestra agua serán contaminados, se afectará nuestro ecosistema, con la secuela de males sociales que ello acarreará. Y ¿a cambio de qué? De miserables mendrugos.