martes, 11 de marzo de 2008

ARTE: Entrevista a "Charro”

En la revista “El Shilico” No. 2, editada en Lima en 1987, se publicó una entrevista al pintor, narrador y promotor cultural Jorge Chávez Silva, conocido amplia y cariñosamente como “CHARRO”. Hoy la entregamos a nuestras lectoras y lectores, para contribuir a conocer las motivaciones que han forjado y enriquecido la sensibilidad del artista.

(N.de R.)

-Cuéntanos algo de tus inicios como artista.

Bueno, es un axioma que el artista es nato, tener inclinaciones pictóricas, y nacer en Celendín es un sino artístico del cual difícilmente se puede escapar. Mis primeros dibujos los hice con carbón de plancha en las veredas de mi pueblo; mi padre era sastre y siempre había un carbón a la mano. Por otro lado, Celendín tiene una sutil riqueza pictórica como que cada retazo de su comarca es un óleo y su gente noble y trabajadora siempre fueron motivo de un hondo sentimiento para mí. Puedo decir que crecí desde el color.

-¿Qué significa Celendín como motivación en tu pintura?

Celendín es para mí una herida abierta en la que el tiempo hurga en vez de cerrar. Es una nostalgia que aumenta con los días. Es una presencia subjetiva que establece una especie de medida para comparar el mundo que nos rodea. Creo que todos los artistas andinos que vivimos de alguna manera exiliados en la capital sienten lo mismo que yo.

-¿En que corriente está encuadrada tu plástica?

Soy un pintor autodidacta. Académicamente hablando no creo estar inmerso en algún ismo; hago una pintura sincera, evocadora de lo nuestro, de sus valores esenciales, no aparenciales, cuidando de no caer en el pintoresquismo folclórico que sólo tiene un valor turístico; en suma se trata de no hacer un arte “kitch”, que falsea los valores en esencia

-Dinos algo acerca de tus tauromaquias.

El toreo es un arte tan bello y tan efímero que bien merece perennizarse en un lienzo; como buen shilico soy muy aficionado a la fiesta brava que en mi concepto es una explosión de luz y color. En nuestro pueblo la fiesta tiene un sabor especial producto de nuestra raigambre ibérica y su plaza ha sido una de las más reputadas después de Acho; desgraciadamente en los últimos años las cosas no se han hecho bien y hoy con pena debemos comprobar que estamos perdiendo terreno frente a otras provincias del departamento que sí están tomando en serio a las corridas de toros, con diestros de verdad y con toros de edad y peso reglamentarios.

-¿Practicas otro tipo de arte?

Creo que el artista debe explorar todas las técnicas y materiales a fin de que pueda encontrar la que más viene a sus posibilidades de expresión, personalmente hago óleo, acuarela, dibujos a lápiz, caricaturas, etc. Creo que es el óleo donde me encuentro más a gusto.

-¿Cuáles son los artistas que de alguna manera han influido en tu arte?

Indudablemente que José Sabogal es una personalidad que revoluciona la pintura nacional en el presente siglo (S. XX) y su influencia, aunque indirectamente caló muy hondo en mí, a parte el maestro cajamarquino Mario Arteaga y nuestro entrañable Alfredo Rocha, a quien siendo más cercano por haberlo tratado en sus últimos años en Celendín. En la actualidad creo que falta encauzamiento de los nuevos valores. No creo que la cantera celendina, tan pródiga en artistas, se haya agotado; sé que en Cajamarca se ha creado una Escuela de Arte en la que labora Miguel Angel Díaz Dávila, grato amigo y maestro cuya calidad dará mucho que hablar en breve. Creo que su influencia será decisiva en la niñez y juventud de nuestro Celendín.

-¿Por qué utilizas el seudónimo de “Charro”?

Es un apodo heredado de mi padre. La gente me identifica así con más facilidad, por eso lo adopté como seudónimo y es en gran parte un homenaje a mi padre que también fue un artista.

-¿Qué sientes cuando vuelves a tu pueblo de Celendín?

Siento la fluidez de color que emana de mi Celendín, luminosos blancos de las paredes, rojo cansado de los techos, azules grises, violetas, etc. que quisiera ver volcados en mi paleta. También siento el cálido amor familiar y la alegría fraterna de los amigos llenos de cordialidad y de quienes no menciono sus nombres para no caer en lamentables omisiones.

( De:“El Shilico” No. 2, noviembre-diciembre, 1987)

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