viernes, 25 de septiembre de 2009

NARRATIVA: Alfonso Peláez Bazán

CLARA

Mientras los diarios de la capital daban la angustiosa noticia de la desaparición de un avión comercial –elZ45-; con treinta pasajeros para distintos lugares de la Selva, en un paraje desolado de la Cordillera Central, en los Andes del Norte, el destino ofrecía a los cielos un horripilante espectáculo: entre un hacinamiento de fierros retorcidos, aparecía un macabro conjunto de cadáveres mutilados y semicarbonizados… Como detalles del cuadro espantoso, dos o tres cadáveres aparecían tirados en distintas direcciones… De los escombros todavía se levantaban delgadas columnas de humo. Pese al espacio abierto, el aire era pesado, asfixiante.
Desde la hacienda LOS CEDROS, situada en una hermosa y profunda planicie de la misma cordillera, el joven hacendado Jorge Echandía y sus peones vieron incendiarse el avión luego de haber chocado en la cresta de un cerro. Y sin perder minuto se fueron presurosos hasta el lugar de la catástrofe.


Inmóviles, presas del horror más grande, Jorge y sus peones se estuvieron mucho rato sin saber qué hacer. Al cabo, comprendieron que, en realidad, ningún papel les correspondía allí.
-Comunicaremos lo más rápido posible- dijo Jorge al tiempo de tomar la delantera.
Habían caminado unos pasos, cuando de pronto fueron sorprendidos por unas voces que llegaban apenas… Eran como débiles acentos de alguien que estuviera atormentado. Cuando los hombres se detuvieron silbaba el viento y las voces dejaron de escucharse. Mas, no tardaron éstas en volver… pero el viento seguía silbando… Los hombres habían empezado a desconcertarse. Les era imposible localizar las voces. EL viento jugaba con ellas y con los hombres.
Pero se cansó al fin el viento.
-¡Allá!... Allá!... –gritó casi desesperado uno de los hombres.
-¡Sí!... ¡Sí!... ¡Allá en el matorral… -confirmó otro.
Y todos corrieron hacia el matorral.
Se perdían a instantes las voces. Pero cuando todos los hombres estuvieron ya a pocos pasos del matorral percibieron, incluso, que el acento era tierno, dulce…
Y se fueron acercando más y más…
De pronto, todos se quedaron inmóviles, exclamando: “¡Oh!...”.
Acababan de ver, enredada en los lanches y las moras, a una mujer…
Luego, silenciosamente, calmadamente, se fueron acercando hasta ella…
Y fue más grande la admiración que el dolor. Todos exclamaron: “¡Qué linda!...”.
Y la despertaron suavemente, como a una flor delicada y linda. Los hombres parecían sublimados. No en vano pasó tanto dolor por sus corazones.
¡Cosas hace el destino!... Aparte de estar como enajenada, fuera de sí, la mujer no presentaba heridas de consideración. Se habría dicho que ella no estuvo en el avión.
La acostaron sobre los pastos verdes, limpios y frescos.
Antes de una hora, estaba lista una parihuela para trasladar a la bella mujer hasta la hacienda Los Cedros.
II
Junto a una amplia ventana que da al huerto de naranjos y cafetos, le acomodaron el lecho a la linda mujer.
Dos cholitas de la hacienda –Orfe y Nati- se pusieron una a cada lado del lecho para no moverse en toda la noche.
De hora en hora, Orfe y Nati ponían en labios de la enferma gotas de naranja y de mieles silvestres.
El silencio de la estancia sólo era turbado por los hondos suspiros que de rato en rato exhalaba la bella paciente.
***
La luz del amanecer, filtrada por entre los floridos follajes del huerto; el canto de las avecillas; la fina fragancia de los azahares, dulce y suavemente, fueron despejando a la bella. Y sus ojazos se fueron llenando de asombro…
Empezó a mirar para todos los lados sin llegar a encontrar una explicación. Se incorporó un poco y su asombro se hizo aun más grande cuando vio a sus pies, profundamente dormidas, con las cabezas caídas sobre el borde de la cama, a las dos cholitas…
-¿Díos mío, ché questo?... ¿Dovo sono?...
(¿Qué es esto, Dios mío?... ¿Dónde estoy?
Se sentó finalmente sobre el lecho, se puso las manos en la frente y empezó a reconstruir su pasado inmediato. Roma… París… Londres… Nueva York… La habana… Caracas… Lima… Luego un pasaje para la selva peruana… Y cuando su memoria llegó a los primeros momentos de la tragedia, su cerebro volvió a oscurecerse y blandamente dejó caer su linda cabeza sobre las almohadas.
III
Más que la salida del sol y que el despertar de las aves, a los hombres y a las mujeres, a los viejos y a los niños, alegraban la luz de sus ojos y la armonía de su voz.
Un día dijo su nombre:
-Clara… Clara…
Ese día resplandecieron más hermosos los campos y los cielos.
Y todas las gentes de Los Cedros se sorprendían de las cosas y de sí mismas, como si en verdad se hubiera operado alguna extraña transformación.
***
Entre tanto, en la Capital, los diarios seguían informando cada vez con mayor sensacionalismo sobre la desaparición del Z-45.
Las compañías de aviación, las dependencias oficiales de Aeronáutica y los familiares de las víctimas, todos, desplegaban los mayores esfuerzos para ubicar el aparato accidentado.
Jorge, por su parte, había despachado un expreso a la ciudad llevando noticias para la Capital. El expreso debía esperar en dicha ciudad la llegada de los expedicionarios para conducirlos hasta el lugar del suceso; pero, atendiendo a las indicaciones precisas de Jorge, lo haría por caminos distantes a la hacienda Los Cedros.
***
Cada día, todos en la hacienda aprendían una palabra nueva del divino idioma del Dante. Clara –que también sabía castellano- realizaba esta labor con encantadora dedicación.
Cogía una flor y repetía dos y tres veces:
-Fiore… Fiore… Fiore…
(Flor… Flor… Flor…)
Aspiraba su perfuma y decía:
-Fraganza… Fraganza… Fraganza…
(Fragancia… Fragancia… Fragancia…)
Juntaba varias flores:
-Mazzo… Mazzo… Mazzo…
(Ramo… Ramo… Ramo…)
En seguida tomaba la lección a Orfe y a Nati.
Las tres corrían tras las mariposas, y cuando alguna se les hacía entre las manos polvo ofino y dorado, exclamaba:
-¡Poveretta mía!... ¡Poveretta mía!...
(¡Pobrecita mía!... ¡Pobrecita mía!...)
La acercaba a sus labios y luego la echaba al viento:
-Portala lontano… tanto lontano…
(Llévala lejos… muy lejos…)
Finalmente juntaba las manos, miraba al cielo y exclamaba:
-Infinita bonta…
(Bondad infinita…)
Llenas de contento y entusiasmo, Orfe y Nati repetían las frases.
Los peones también se sabíanalgunas.
-¡A cena!... Pronto, Domitila, a cena!...
(¡La merienda!... ¡Anda, Domitila, la merienda!...)
Y Domitila contestaba:
-Un momento!... Pazienza!...
***
Y cada día en el valle de Los Cedros, los huertos y los campos florecían más bellos.
-Esto es hermoso… -de3cía Clara abarcando con la vista todo el valle.
-Ahora todo parece hermoso… muy hermoso… -respondía Jorge mirando a los ojos de Clara.
-¿Quiere ya un poco a estas tierras?...
-¡Muchísimo!... Todo este paisaje se irá en lo más hondo de mi ser… Y será tal vez más bello que todos los que hay allá… Mas bello que Roma… Más bello que Nápoles…
Jorge la escuchaba absorto.
***
“Uno, dos… diez, once… veinte, veintiuno… treinta, treintiuno, treintidós… treinticinco, treintiseis…”
Dos días completos se estuvieron los expedicionarios buscando el TREINTISIETE… Pues, de acuerdo con los documentos del caso, los cadáveres debían ser treintisiete.
El expreso de Los Cedros acompañó de regreso a los expedicionarios hasta la misma ciudad de donde habían partido juntos. ¡Quién habría imaginado todo lo que escondía el corazón del peón de Los Cedros!
***
-Una rosa… tres claveles… otra rosa… dos margaritas… -decía con su dulce acento, haciendo los ramos para la casa.
Orfe y Nati la contemplaban maravilladas.
Luego las tres entonaban el comienzo de una linda canción en italiano:
Aveva un bavero color zafferano
e la marcina color ciclamino
veniva a piedi da hodi a Milano
per incontrare la bella gigugín…
***
“Ah, cómo se pondrán de tristes los naranjos, las mariposas, el viento, cuando ya no se oigan su voz y la luz de sus ojos ya no los bañe… Y los cerros… el río… las aves… No…. Nadie les arrebatará el bien que solamente el cielo pudo darles… Pero allá… Allá en Italia… ¿Acaso no hay allá unos ojos que la lloren?... ¿Acaso no existen seres que darían sus idas por verla sonreír?... Sí… Pero es que ya está muerta… Clara ya no vive sino para Los Cedros… Para nosotros… Para el resto del mundo murió… Nosotros le arrebatamos a la muerte… ¿Qué derecho les queda a los demás?... Pero hay unos ojos que la están mirando desde allá… Hay unos pechos que laten junto al mar… Y el viento trae los lamentos… No… No se irá más de Los Cedros… Pero ella tiene el pensamiento más allá de los mares… En sus lindas ciudades… Se irá… Y se pondrán tristes para siempre los cerros, el río, los naranjos... y las mariposas ya no serán tan doradas ni raudas… Pero nos llevará en sus ojos… y en su alma… Este paisaje vivirá para siempre confundido en el azul de Nápoles y en el verde y oro de todos las mares de Italia…”
Eran noches terribles, desesperantes. EL insomnio había tomado su puesto a la cabecera de Jorge.
Pero llegaba el día y todo volvía a sonreír: el cielo, los campos, los naranjos, las mariposas.
IV
Un día los diarios de la capital informaron a grandes titulares sobre la llegada de dos jóvenes italianos: Antonio Agapamti y Mario Rossi. Hermano el primero y novio el segundo de Clara. Vinieron desde Italia en la esperanza de conocer la tumba de Clara…
Pero se encontraron con una extraña y absurda realidad: ningún cadáver fue identificado. De algo más se enteraron: de la falta de un cadáver. A igual que a todos los deudos, a ellos también les atormentó el pensamiento sobre la posibilidad de que ese cadáver fuera del ser querido. Antonio y Mario hasta llegaron a pensar en iniciar la búsqueda. Al final, tuvieron que conformarse con echar flores sobre las tumbas.
Gracias a un extraordinario servicio de información que desde el principio estableció Jorge, éste se hallaba al tanto de todo cuanto ocurría en relación con la tragedia del Z-45.
“Se irá… Vinieron por ella… Todo entristecerá en Los Cedros… El cielo… Los campos… los ríos… las aves… las mariposas… y nosotros… Ah…. Pero ellos no vinieron por Clara… Vinieron por la muerta… Vinieron a regar flores sobre el cadáver… Y volverán a sus lejanas tierras con el alma aún más entristecida… Y Clara seguirá viviendo en Los Cedros… inundándolo de luz y alegría… ¿Pero, acaso, no será mejor que nos lleve en su alma y en sus pupilas?... Se irá… Pero todos moriremos de tristeza…”.
***
Desde el huerto de naranjos y cafetos, llega hasta Jorge la inefable voz de Clara en una bella canción.
E’ una somplice canzone de due soldi
Che si canta nelle strade dei sobborghi…
Va hasta el cerco y desde allí disingue a Clara empeñada en sembrar margaritas y azucenas.
De pronto la canción se interrumpe.
-Tú, Orfelinda, cuidarás de las azucenas y de las margaritas… Y, tú, Natividad, de los rosales… Jorge me escribirá siempre dándome razón de todo… Todo, pues, va a ser muy sencillo y hermoso: ustedes vivirán conmigo en Italia… y yo estaré por siempre en Los Cedros…
A Jorge, como a cualquier hombre, se le cayeron las lágrimas…
“Se irá… Ahora sí se irá… Y habrá una nueva, una desconocida belleza en estos campos… Los Cedros la arrebataron de la muerte. Y Los Cedros no se la arrebatarán de nuevo a la vida… Se irá… Y habrá vida en todas partes… En Los Cedros y más allá de los mares…”
En el espíritu de Jorge había triunfado para siempre el deseo de hacer a Clara todo el bien posible.
V
Orfelinda y Natividad se han subido hasta lo más alto de la “piedra florecida” que hay en la “Pampa de los Amarillos”… se subieron precipitadamente… No tuvieron compasión de las enredaderas ni de las violetas silvestres…
Pero las enredaderas y las violetas silvestres florecerán luego con un aliento mejor: el que ha de nacer de las lágrimas de las dos cholitas que hoy no se detienen a pensar en el dolor de las flores porque el suyo es sin límites…
Como dos blancas azucenas, de entre la cabalgata que avanza por el camino verde de la falda, se alzan las manos de Clara, diciendo adiós a Los Cedros.



lunes, 21 de septiembre de 2009

NARRATIVA: Ingenuidades pueblerinas

Presentamos un relato del profesor celendino Arquímedes Chávez Sánchez de su libro Ingenuidades pueblerinas (Edición del autor; s/f.).

Son destacables los vocablos y frases de uso exclusivamente local o regional y que constituyen elementos de los relatos orales trasmitidos a través del tiempo y que configuran uno de los aspectos de nuestra identidad.

El autor hace un uso adecuado y apropiado de esa lexicografía.


ENTRE COMADRES

Por: Arquímedes Chávez S.

Yendo de Huacapampa a Sucre, por la vieja entrada de Chaquil, doña Gume que, con su andar menudo y ligero, estaba presta a cruzar la quebrada llamada Mesarume o Quishrque –cualquier denominación es buena- fue alcanzada en ese caminar por su Cuma Ña Berna.

Al principio, las señoras animadamente comentaban de la hermosura de los trigales y las huayllas que abundaban en esa zona. La conversa estaba centrada en las labores agrícolas como el barbecho, el descurpe, siembra, tirapa, la pishgueada, cuando las espigas estaban candela y de la asistencia a los peones que, para Gume todo resultaba muy caro y para Berna la cosa era normal.


La bella campiña de Huacapampa. (Foto Charro)


Sus pasos las acercaban al vecino Sucre platicando de la prometedora cosecha, las eras, los fletes para la trilla; no pasaban inadvertidas las palas, horquetas, escobas, así como los jornales o la paga en efectivo para la peonada.

A la sombra de bellos sauces llorones, tomaron breve respiro y Ña Gume reiteró su comentario sobre el daño que causan los pishgos. Estos animalitos en grupos numerosos, ya no hacían caso a los espantapájaros-muñeco que con el viento se torna bullanguero y en cierta medida ahuyenta a las avecillas. A propósito, Ña Berna agregó que contratará a un muchacho, para que con la jonda-honda espante a zorzales, guanchacos, gorriones, cocoteros y santarrositas.

Berna siguió diciendo que ella mandaba a su nieto a que pishguee mañanas y tardes todos los días. Juicioso es aclarar que se llama pishgo al gorrión y por extensión a todos los pájaros antes mencionados. Y también, pishgo se llama por estos lares shilicos, al pene.

Terminada la conversación, Ña Gume pidió a su acompañante, de manera muy pueblerina:

- Oigaste cumita, quiero que me preste a su cholo por esta semana para que me pishguee, al fin no es muy harto mi sembradito.

A propuesta tan vecinal, Ña Berna contestó de singular modo:

- No vecinita, no se puede, porque tuesta semana el cholo me está pishgueando.

*********

Para matar el hambre, buenos bolsicos de cancha llevan los pishgueros, pero antes, hacen su jonda trenzando cabuyas. Las hondas al latigueo al aire y jalando con la fuerza la punta asida, al chocar la punta de la soguilla con parte de la trenza, suena: chaj, chaj,… Este Chasquido espanta a los pájaros, y cuando los pishgos no hacen caso al sonido, entonces valiéndose de la honda los pishgueros lanzan piedrecillas sin dirección definida. Si este método no es efectivo, sacuden los espantapájaros; si el resultado es igual, no queda más remedio gritar singularmente así:

-Pichihua, pihuahua, ¡sho!, ¡sho!

Creo que las avecillas entienden típico mensaje, porque al instante levantan vuelo y regresan cuando el ambiente luce con cierta calma.

Los espacios de quietud los aprovechan los pishgueros para comer canchita, que fue tostada con buen gusto, quedando los granos color frente de zorro. A veces los celadores llevan el encargo de pallaquear leña. Entonces, tienen que obligadamente hacer buenos tercios de ramas secas caídas por el suelo.

Pronto llegará el día de siega, formación de la gavilla, la trilla y demás tareas afines.

*

Ña Gume: Doña Gumercinda.

cuma: Comadre.

Ña Berna: Doña Bernardita.

huayllas: pequeños pastizales lozanos y muy verdes.

descurpar : pulverizar los terrones de la chacra.

pishguear : ahuyentar de los sembríos a los pájaros

pishgos: pájaros pequeños.

santarrositas: pajarillo andino de plumaje amarillo en el pecho y negro la espalda y alas.

bolsicos: bolsillos o bolsos del pantalón.

frente de zorro: de color gris amarillento, semejante al pelaje del zorro.

pallaquear: recoger.

(Notas de la redacción)


lunes, 14 de septiembre de 2009

CULTURAL: Diario La Primera

Hace un tiempo manifestamos que hoy por hoy, uno de los pocos enclaves de prensa libre y decente en el Perú era el diario LA PRIMERA y ahora nos ratificamos en ese concepto, porque hoy, 14 de septiembre, ha aparecido dentro de la página cultural la noticia del “Árbol de atisbos” de nuestro editor Jorge Horna Tay. Este reconocimiento nos llena de doble orgullo. Primero por tratarse de un paisano y amigo pleno de talento y Segundo por estar comprometido con todo el equipo de CPM en la lucha por salvaguardar nuestro pueblo y rescatar su legado cultural.
Tenía que ser La Primera el diario que acoge a las voces auténticas del pueblo, a aquellos artistas a quienes no maquilla la propaganda manipulada por la mafia literaria que impera en el país, aquellos que sí tienen arraigo popular y son como las cantarinas cataratas que bajan de nuestros Andes regando la simiente que yace en un pueblo genial como el nuestro para que fructifique y pregone que el arte está en todos los rincones del Perú (NdlR)


El árbol del poeta Horna
Jorge Horna (Celendín, Cajamarca, 1949) estudió en el Instituto Pedagógico de su tierra natal y ha ejercido el magisterio con especial dedicación, honradez y transparencia. Pero su espíritu ancestral de viajero insomne lo ha llevado por caminos de la realidad, la imaginación y la poesía. Fruto de esas ausencias es el libro titulado Árbol de atisbos, un texto escrito con la añoranza, recordando los días de una infancia perdida entre la lluvia y el tiempo. Pero más allá de la tentativa de conformar una poética personal alimentada con la destreza en la palabra, está el poeta que se mantiene alejado de todas las capillas y argollas literarias. Bueno sería que se decidiera a escribir libros más densos y amplios porque esperamos de Jorge Horna, una poesía labrada con tenacidad y pasión, rasgos que sin duda aparecen en su libro Árbol de atisbos, se nota una gran admiración por Marcos Ana, poeta que ha publicado sus Memorias tituladas: Decidme cómo es un árbol, con un prólogo de José Saramago.

sábado, 12 de septiembre de 2009

ENTREVISTA: Jorge Díaz Herrera

Transcribimos esta entrevista hecha al versátil escritor Celendino Jorge Díaz Herrera, faltando menos de un mes para el encuentro de escritores latinoamericanos en New York en el mes de octubre, al que asistirá en compañía de Alfredo Pita. Estaremos, pues representados por dos dignos herederos de la tradición cultural que siempre caracterizó a nuestra tierra. La entrevista apareció en el diario La Primera en su edición del 23/01/2009 a raíz de la presentación de su libro “Las tentaciones de don Antonio” (NdlR)

LAS OTRAS TENTACIONES SINFÍN DE DON ANTONIO

*Jorge Díaz Herrera despliega con notable talento sus experiencias literarias vidas. Como narrador dice: “la imaginación de un escritor (al menos la mía) brota del fondo de la realidad, de lo contrario la sentiría un disparate”
*”Las tentaciones de don Antonio”, libro del narrador Jorge Díaz Herrera (Celendín, 1941), ha sido editado en la Colección SUMMUM de Editorial San Marcos. 190 páginas.

El escritor celendino en su casa de Chaclacayo.

Las tentaciones de don Antonio, libro de Jorge Díaz Herrera, ofrece un sugerente título que nos lleva a imágenes propias de los pintores flamencos, como El Bosco, cuyos personajes transfiguran el abigarrado universo del mundo de aquel entonces, que aún poco ha cambiado. Se trata de quince cuentos de muy variada temática donde, incluso, se entronca el más apar4ente realismo con la fantasía desbordante. Las tentaciones de con Antonio, reúne temas desde una aproximación al más crudo realismo hasta la vecindad con los mundos donde la imaginación se enrumba por confines inabarcables.
-¿Eso significa que el realismo no tiene cabida en tus obras?
-No, simplemente, para mí, en la creación literaria, en la elaboración estética, prima la verdad. Unamuno decía que la ética del arte está en la verdad. Y eso significa que uno no puede estar inventando falsedades, cosas que no han pasado por su experiencia, bien sea esta una experiencia vivida, leída, oída, soñada. Yo descubro con mucha facilidad falsedades o mentiras en el arte, me divierte y también me da rabia hacerlo. Pero lo hago. Es un buen ejercicio. En Las tentaciones de don Antonio los personajes están embarcados en a dura tarea de alcanzar la felicidad, aventura en la que muchos de ellos naufragan y otros llegan a buen puerto. Una amplia visión de quienes se aferran a la dicha, aunque esta les sea adversa.
-¿Es quizás esa la razón por la que en tu obra se conjuga el humor con lo trágico?
-Los personajes resultan apoderándose de mí, me obsesionan, se meten en mis sueños, en mis cavilaciones, incluso llego a pelear son ellos. Sin embargo, así como me dan iras también me dan alegrías. Risas y lo contrario. La atmósfera narrativa en cada cuento de Las tentaciones, lleva al lector por los intrincados laberintos de los sueños juveniles y de las esperanzas de la vejez. Ofreciendo reflexiones que despiertan el afán de desentrañar los misterios que cercan al ser humano.
-Luego de este libro, una vez dijiste que tenías un libro de casi veinte años de trabajo.
-Si, eso es verdad. En abril se presentará un libro en el que llevo trabajando efectivamente, más de veinte años. El placer de leer a Vallejo en zapatillas. Es una visión del humor en la poesía –e incluso en la vida- de César Vallejo. Mi afán no es convertirlo en un poeta humorístico, sino en hacer ver lo grande que es ese cuerpo poético, más allá del más hondo dolor. Este libro nace de una conferencia que desarrollé en Madrid durante el cincuenta aniversario de la muerte de Vallejo. Sé que será un libro polémico, que posiblemente me haga brotar canas verdes.

sábado, 5 de septiembre de 2009

LIBRO: Sobre la cultura en Cajamarca

LOS "OLVIDOS" DE LUZMAN SALAS SALAS
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Hemos leído con suma atención el libro “Lecturas selectas sobre Cajamarca”, de Luzmán Salas Salas, y la sensación que nos ha quedado es que, para el autor, fuera de Cajamarca, en el resto del departamento, creativamente, no sucede nada. Nadie piensa, nadie escribe, nadie hace arte, nadie, en suma, puede disputarle la supremacía intelectual a Cajamarca.


Luzmán Salas Salas, un cutervino prohijado en Cajamarca, ex decano de la Facultad de Educación y secretario general académico de la Universidad Nacional de Cajamarca, que, según reza la contratapa de su libro, es “el escritor que más ha investigado, valorado y difundido la producción literaria de Cajamarca”, al parecer cree que más allá de la capital del departamento y región, Cajamarca es un desierto intelectual.
En lo que se refiere a Celendín, por ejemplo, olvida en el campo de la literatura la obra de Alfonso Peláez Bazán, ganador en 1944 del Premio Nacional de Fomento de la Cultura Ricardo Palma (por lo que el Ministerio de Educación publicó Tierra mía, un libro mítico, que recoge parte de su producción literaria de entonces, junto a las de Porfirio Meneses y Francisco Izquierdo Ríos). Olvida también la internacionalidad de la obra de Armando Bazán. Para no hablar ya, más actualmente, de los premios obtenidos en el Perú y el extranjero por Alfredo Pita y José de Piérola, de la producción poética de Jorge Horna y Jorge Wilson Izquierdo (sobre cuyos poemarios he leído, sin embargo, comentarios suyos). Todos ellos quedan hundidos en un olvido no ominoso, sino sospechoso y cómico. Si Salas Salas menciona a Julio Garrido Malaver como celendino, es porque no lo puede obviar, porque su dimensión como poeta es trascendente como la piedra inmemorial a la cual cantó.
Salas Salas cita en varias oportunidades a Nazario Chávez Aliaga como fuente de información, mas no como escritor, ni ensayista. En el colmo de la audacia, o ignorancia, dice que el gran Jorge Díaz Herrera nació donde no nació, ni biológica ni intelectualmente. Dice: “Insigne y laureado poeta, cuentista y novelista. Nació en Cajamarca en 1941…”, cuando todo el mundo sabe de la cuna celendina de nuestro versátil escritor. Emplear "cajamarquino" en lugar de "celendino", en nuestro caso, es engañoso e intencional. Esta circunstancia, el mismo Díaz Herrera se cuida de recalcar ante sus editores y nos la ha ratificado en carta dirigida a CPM y a mi persona:

A Jorge A. Chávez Silva
Querido Jorge:
Te agradezco nuevamente por tu generoso empeño en difundir las cosas que escribo. La verdad, lo que más me gustaría es viajar a nuestra tierra, ojalá en tu compañía, y conversar con la juventud celendina acerca de las tantas palabras que le debo a nuestra cultura.
Pienso además que sería una oportunidad para poder desarrollar una serie de temas y para obsequiar una (o más) colección(nes) de mis obras (hablaría con los editores) a la biblioteca o bibliotecas celendinas. Además, podríamos, con el auspicio de mi editor actual, presentar una feria del libro con títulos de muchísimos autores a precios que trataría de convencer a los editores fueran de lo más asequibles.
Ya te he confesado antes que Celendín solo existe en mis cavilaciones merced a los inacabables e incomparables relatos que de nuestra tierra me hacían mis abuelos, que fue con quienes me crie. Me sacaron de ese paraíso a menos de dos semanas de nacido. Pero es como si siempre siguiera allí.
Bueno, querido Jorge, ya seguiremos conversando.
Un gran abrazo shilico,
Jorge Díaz Herrera

Para completar esta exposición de carencias de información, digamos, Salas Salas olvida, entre los pintores al gran acuarelista Alfredo Rocha Zegarra, artista reconocido por otros autores, más certeros e imparciales, que recogen la huella de su paso por el Cuzco y por Europa.
No hablemos ya de otros personajes epónimos celendinos, de forjadores de cultura que tienen un sitial bien ganado en la historia del departamento. Citamos para muestra los casos de David Sánchez Infante, Pedro Ortiz Montoya, Augusto G. Gil Velásquez, Arístides Merino Merino, etc.
No creemos equivocarnos si decimos que el cutervino Salas Salas, contagiado de la animadversión ancestral de los cajamarquinos hacia los nacidos en Celendín, obvia antojadizamente y voluntariamente a nuestros coterráneos de la historia cultural que intenta pergeñar en el libro citado, en el que cita a los citados por su lugar de origen, minimizando a los nuestros.
Porque finalmente no creemos que sea ignorancia ni olvido, a Salas Salas, a alguien que se precia de ser “el escritor que más ha investigado, valorado y difundido la producción literaria de Cajamarca”, le decimos que puede actuar de esta manera, si quiere, pero nunca olvidar que su versión de la aventura cultural cajamarquina no pasa de ser eso: su versión, apenas, nada más.
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