sábado, 5 de septiembre de 2009

LIBRO: Sobre la cultura en Cajamarca

LOS "OLVIDOS" DE LUZMAN SALAS SALAS
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Hemos leído con suma atención el libro “Lecturas selectas sobre Cajamarca”, de Luzmán Salas Salas, y la sensación que nos ha quedado es que, para el autor, fuera de Cajamarca, en el resto del departamento, creativamente, no sucede nada. Nadie piensa, nadie escribe, nadie hace arte, nadie, en suma, puede disputarle la supremacía intelectual a Cajamarca.


Luzmán Salas Salas, un cutervino prohijado en Cajamarca, ex decano de la Facultad de Educación y secretario general académico de la Universidad Nacional de Cajamarca, que, según reza la contratapa de su libro, es “el escritor que más ha investigado, valorado y difundido la producción literaria de Cajamarca”, al parecer cree que más allá de la capital del departamento y región, Cajamarca es un desierto intelectual.
En lo que se refiere a Celendín, por ejemplo, olvida en el campo de la literatura la obra de Alfonso Peláez Bazán, ganador en 1944 del Premio Nacional de Fomento de la Cultura Ricardo Palma (por lo que el Ministerio de Educación publicó Tierra mía, un libro mítico, que recoge parte de su producción literaria de entonces, junto a las de Porfirio Meneses y Francisco Izquierdo Ríos). Olvida también la internacionalidad de la obra de Armando Bazán. Para no hablar ya, más actualmente, de los premios obtenidos en el Perú y el extranjero por Alfredo Pita y José de Piérola, de la producción poética de Jorge Horna y Jorge Wilson Izquierdo (sobre cuyos poemarios he leído, sin embargo, comentarios suyos). Todos ellos quedan hundidos en un olvido no ominoso, sino sospechoso y cómico. Si Salas Salas menciona a Julio Garrido Malaver como celendino, es porque no lo puede obviar, porque su dimensión como poeta es trascendente como la piedra inmemorial a la cual cantó.
Salas Salas cita en varias oportunidades a Nazario Chávez Aliaga como fuente de información, mas no como escritor, ni ensayista. En el colmo de la audacia, o ignorancia, dice que el gran Jorge Díaz Herrera nació donde no nació, ni biológica ni intelectualmente. Dice: “Insigne y laureado poeta, cuentista y novelista. Nació en Cajamarca en 1941…”, cuando todo el mundo sabe de la cuna celendina de nuestro versátil escritor. Emplear "cajamarquino" en lugar de "celendino", en nuestro caso, es engañoso e intencional. Esta circunstancia, el mismo Díaz Herrera se cuida de recalcar ante sus editores y nos la ha ratificado en carta dirigida a CPM y a mi persona:

A Jorge A. Chávez Silva
Querido Jorge:
Te agradezco nuevamente por tu generoso empeño en difundir las cosas que escribo. La verdad, lo que más me gustaría es viajar a nuestra tierra, ojalá en tu compañía, y conversar con la juventud celendina acerca de las tantas palabras que le debo a nuestra cultura.
Pienso además que sería una oportunidad para poder desarrollar una serie de temas y para obsequiar una (o más) colección(nes) de mis obras (hablaría con los editores) a la biblioteca o bibliotecas celendinas. Además, podríamos, con el auspicio de mi editor actual, presentar una feria del libro con títulos de muchísimos autores a precios que trataría de convencer a los editores fueran de lo más asequibles.
Ya te he confesado antes que Celendín solo existe en mis cavilaciones merced a los inacabables e incomparables relatos que de nuestra tierra me hacían mis abuelos, que fue con quienes me crie. Me sacaron de ese paraíso a menos de dos semanas de nacido. Pero es como si siempre siguiera allí.
Bueno, querido Jorge, ya seguiremos conversando.
Un gran abrazo shilico,
Jorge Díaz Herrera

Para completar esta exposición de carencias de información, digamos, Salas Salas olvida, entre los pintores al gran acuarelista Alfredo Rocha Zegarra, artista reconocido por otros autores, más certeros e imparciales, que recogen la huella de su paso por el Cuzco y por Europa.
No hablemos ya de otros personajes epónimos celendinos, de forjadores de cultura que tienen un sitial bien ganado en la historia del departamento. Citamos para muestra los casos de David Sánchez Infante, Pedro Ortiz Montoya, Augusto G. Gil Velásquez, Arístides Merino Merino, etc.
No creemos equivocarnos si decimos que el cutervino Salas Salas, contagiado de la animadversión ancestral de los cajamarquinos hacia los nacidos en Celendín, obvia antojadizamente y voluntariamente a nuestros coterráneos de la historia cultural que intenta pergeñar en el libro citado, en el que cita a los citados por su lugar de origen, minimizando a los nuestros.
Porque finalmente no creemos que sea ignorancia ni olvido, a Salas Salas, a alguien que se precia de ser “el escritor que más ha investigado, valorado y difundido la producción literaria de Cajamarca”, le decimos que puede actuar de esta manera, si quiere, pero nunca olvidar que su versión de la aventura cultural cajamarquina no pasa de ser eso: su versión, apenas, nada más.
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