jueves, 27 de noviembre de 2008

PRESENTACIÓN: “Arbol de atisbos” en la ACL

El poeta Jorge Horna, miembro de nuestro directorio, y a nuestro juicio uno de los poetas más auténticos de Celendín, presenta el viernes 5 de diciembre su poemario “Arbol de atisbos”. La cita es a las 7H00 pm, en la Asociación Celendina de Lima: Av. Brasil 1580.
Esperamos que, ese viernes, todos los paisanos amantes de la cultura nos pondremos a la sombra de este maravilloso árbol que Jorge ha sembrado con la inspiración que le es propia. Leyendo sus páginas nos ha bañado la alegría de saber que tenemos al juglar que canta nuestras nostalgias primeras y eleva a nuestro pueblo al horizonte de grandeza que tuvo algunas décadas atrás.
Por este conjuro creemos que la cita del viernes 5 es impostergable. Es absolutamente necesario que escuchemos estos versos extraídos de una rica y evocadora creatividad (NdlR):

Otro libro de un celendino, para nuestra mejora y gloria...

Pero hace tiempo
mucho antes que los aromas indomables
de la hierbabuena asomaran con la luz
otro hombre atestiguó la vida de todo un pueblo
mientras chacchaba su arrebato
en la cal y su talego de arbustos
desde la penumbra del árbol labrado por el firmamento.
………….
Si no fuera por todo esto
para qué entonces amanecer esperanzado.

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ASOCIACIÓN CELENDINA DE LIMA
Invitación
El Consejo Directivo de la Asociación Celendina de Lima, invita a Usted a la ceremonia de presentación del libro Árbol de atisbos, del escritor celendino Jorge Horna Chávez.
El acto se realizará el viernes 5 de diciembre a las 7 p.m. en el local institucional de la Asociación, Av. Brasil 1580 Lima.
Agradeceremos su gentil asistencia.

Lima, noviembre de 2008

Programa
1. Bienvenida.
2. Comentario:
Jorge Luis Roncal (Crítico literario)
Jorge Chávez Silva (Artista plástico)
3. Testimonio del autor:
Jorge Horna
4. Palabras del Presidente de la Asociación Celendina:
Dr. Jorge Silva Merino
5. Brindis.

martes, 4 de noviembre de 2008

LIBRO: Un nuevo libro celendino

“ÁRBOL DE ATISBOS”, DE JORGE HORNA
Por Jorge A. Chávez Silva, "Charro"
No soy crítico literario, pero, en mi modesto juicio, Jorge Horna es el poeta más importante de Celendín en la actualidad. Ninguno como él para llevarnos hasta el éxtasis por las cosas sentidas, evocadas, recreadas, resucitadas. Su madurez plena y contundente trasluce en Árbol de atisbos, su último poemario, editado en Ediciones Arteidea.

Los celendinos siguen contribuyendo a la cultura nacional...

Los poemas de Jorge Horna nos hacen señas y nos llaman, como lo haría una mujer amante, llena de promesas maternales. Su eco rebosa de ecos y matices, que nos envían a las quebradas, a las pampas y a las diáfanas calles de nuestra tierra, trasmitiendo, con resonancias anisquechuas y arabicas, viejos gritos y susurros que nos llegan una y otra vez, y en los cuales se reconoce nuestra alma.
Su lírica es cántico del juglar primero, todo en ella suena si no en tono mayor, en tono verdadero. En sus versos se mece y jubila la luz del sol, no la noche No hay disonancias, ni neurosis, ni “flores del mal”. Su creación es espléndida, como las auroras de la serranía. Nos costará trabajo, pero tenemos que adaptar las pupilas de nuestro espíritu a estas cataratas de luz y veremos un mundo sin tragedias, sin amarguras, sin traiciones. ¿Dónde encontrar algo semejante en nuestra lírica? La poesía de Jorge Horna es expresión substantiva y autónoma. No requiere comentarios filosóficos pero podría servir a los filósofos como base de meditación.
El jubiloso movimiento de Árbol de atisbos asciende, cada vez más alto, atraviesa todos los límites: más allá, más allá. Es uno de esos libros que nos lleva a una reflexión terrible: ¿podrá nuestra hambre de belleza saciarse con una sola vida, un solo tiempo? No, el alma exige más.
Gracias, Jorge Horna, hermano en el amor de la tierra, por este rebautismo purificador.
Para corroborar nuestras afirmaciones transcribimos uno de sus poemas más sentidos, inspirado en la figura del padre del poeta, ese viejo amoroso, de andar cansino, cuya estampa era parte del paisaje de la Plaza de Armas del pueblo cuando éste era nuestro.

LIVIANA HEREDAD

A mi padre

Entendí la distancia de tus palabras
una noche cuando en la sala el viejo radio
derramaba aires anteriores a las épocas de la Guardia Vieja,
“la música es la vida”, dijiste
de pared a pared ida y vuelta
apresurado el temple de tus pasos.

Por las madrugadas
tu silbo sorprendía los relojes de los gorriones
a veces en el mapa viajero de tu dolor
oí tu canto leve.

Padre: los pájaros aún trinan
por las Bajeras de Yajén
y tu rengo caminar
está en la urgencia de los arrieros.

Para sobrevivir, caporal fuiste en los cañaverales
Quisieron que azotaras a tu prójimo
En las haciendas costeñas, en la zafra
Y una tarde llegaste a los brazos de mamá
Entristecido, con una bandera de denuncias en los labios.

Los árboles que sembraste para San Miguel Arcángel
en algún ignoto rincón
dando sombra están con la brisa de las tijeras,
aquellos codos y estacas cada primavera
han vuelto a florear en el Mar de la amorosa Magdalena.

Padre:
Aspiré contigo la rebeldía de los musgos
en los tejados heridos
por el trajín y la luna llena de los gatos
descendí a la tierra honda arrullante de tus brazos
con el desvelo y esperanzas de un día nuevo.

Tú, tendero solitario de los justos precios
vendedor de agujas en yesca y copas de ajenjo,
levadura exacta amada por las horneras
espiga de arroz en tu candidez de agua
pavesa que nunca se apagó en las sementeras.

Ahora que he puesto a prueba tus lecciones
tomo el rojo papel de tus credos
y la palidez de tus enredos continentales
para elevar una cometa a la fronda
de tu alma terrenal

domingo, 2 de noviembre de 2008

LIBRO: Una edición histórica

A PROPÓSITO DE “VIDA DE PUEBLO”
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
He recibido la grata visita del poeta Jorge Horna en estos días en que el invierno se muestra reticente a retirarse del cielo de Lima, como un toro amorcillado que se resiste a morir. Y digo que es grata su visita porque aparte de inundarnos de poesía con su conversación, siempre trae alguna vieja novedad que nos mueve a pensar que la historia no transcurrió en vano, que tenemos que agradecerle los momentos felices de la vida y que debemos extraer las lecciones que nos impone su transcurrir.
Esta vez la novedad ha sido la edición original de Vida de pueblo de Julio Garrido Malaver, aquel viejo libro de poemas de honda raigambre telúrica, ese que canta al Celendín impoluto, crío inocente, ajeno a los peligros que hoy lo acechan. Aquel que nos lleva a los rincones en donde transcurre el afán cotidiano de las sufridas sombrereras, que nos ramba por las calles más apartadas del barrio de Colpacucho y nos hace beber en los chorros cantarinos de las esquinas.

Una edición histórica, de 1940...

Nos ha permitido tocarlo en su inusual forma rectangular y nos hemos nutrido al contacto de su hoja gruesa, de su carátula sufrida por los embates agotadores del tiempo, de sus versos contundentes y sin embargo tan sencillos, que se diría que es fácil ser poeta.
Una cosa nos ha llamado la atención: el dibujo de la cubierta y la firma del artista: Villanueva, y nos hemos preguntado, intrigados: ¿Se tratará de Juan del Carmen Villanueva, “Bagate”, para más señas? Es posible, dado que en la década de los 30 el pintor estuvo radicando temporalmente en Celendín, retratando a don Augusto G. Gil Velásquez y a sus padres en aquellos cuadros oscuros que nos recuerdan el tenebrismo de Caravaggio o de Zurbarán, y que aún se pueden ver en la Municipalidad, en la Beneficencia Pública y en el Colegio “Coronel Cortegana”. Es posible, repito, que haya existido alguna amistad entre el vate y el pintor, que no tendría nada de raro, porque las almas sensibles de los artistas se conjugan como la piedra y el agua, y el rumor que emiten en conjunto es esencia de arte.
La edición del libro es de 1940. Han transcurrido desde entonces 68 años… ¡Toda una vida! Y sin embargo, sus versos todavía resuman hasta el clima del día en que el poeta los escribió. Este libro es importante porque es una de las primeras obras de un celendino y con él, nuestro pueblo se asomó tímidamente, pero a la vez firmemente, al Parnaso de los pueblos escogidos.