sábado, 26 de julio de 2008

POESIA: Versos inéditos de Jorge Horna

Para los celendinos es un honor que Jorge Horna sea nuestro paisano. Nadie como él para escuchar el escondido canto de los gnomos que pueblan la naturaleza, es una especie de médium privilegiado entre esa armonía inadvertida y el placer que nos provoca leerlo.
Su poesía sencilla se desliza suavemente como las primeras lluvias en las lomas sedientas de nuestro pueblo y como ella anuncian una época de siembras que terminará cuando la tierra, exhausta, nos brinde una pletórica cosecha. Los versos de Jorge son como el pan vivificador que se dora en nuestros hornos.
Las poesías que insertamos aún inéditas y las mostramos como un adelanto del libro que pronto editará (NdlR).

POESÍA RECIENTE DE JORGE HORNA


“Por ti, mi camino tiene tres auroras”


Un presagio de victorias brota de tus labios
con la miga de pan en este otoño
Grávida en el arco de los violines
columbras las lomas henchidas de rebaños
Los pilares de la lluvia ligera de tu preñez
alientan la tierra rescatada
para las domésticas macetas
Mi sustento diario es contemplarte
mientras bordas en el bochorno sosegado del anhelo
las iniciales de Hortensia, Nísida, Laura, Alejandrina
En ese horno de afiladas brasas
buscamos las fucsias de nuestra sobria dicha
y sólo hallamos los estribos para abordar la vida
con el retoño de tu prieta entraña.

"En ese horno de afiladas brasas..." Foto Charro.


El matiz de los matorrales


Escribo en el primer peldaño
del inmenso y hermoso camino
para convidarte la claridad
del rincón de los rosales
Contigo en esta misión de alas
que se extiende
de los montes incultos a los mares azules
Quiero decirte
que desde el balcón que elegí
para estar en el llano, veo
que los árboles aún crecen
en el vendaval de sus reclamos,

"La claridad del rincón de los rosales..." Foto Charro.


el paisaje tiene reservado un hospedaje
para el prisionero
que deslumbró al enemigo
en la derrota del ego y la miseria.
Escribo en el matiz de los matorrales
agazapado en el retumbe de la tierra
en el candor de los epígrafes danzantes
con la música de las espigas
repletas de humanidad


El viejo molle y las retamas


Sobre un bosquejo del pintor Francisco
Izquierdo López
Por las ramas del viejo molle
fluye la sangre a cada terrón del suelo
La transparencia de los anhelos en las nervaduras
savia torrencial de sendas nuevas
Mil años, demasiada espera,
pero el viejo molle y el candil de las retamas
persisten en descombrar cadenas
ahuyentarlas para siempre con el vuelo de los escarabajos
Desde los confines del viento y
las luciérnagas hortelanas
en los surcos comunales se busca los rumbos,
a la lumbre de los días
se mastica la esperanza de la tierra
Mil años es demasiada espera
El destino, descorrer el tiempo


Salud, por la vida

Al serumista del campo


Palpita tu gran voluntad
en la copa de los eucaliptos
porque fuiste a calmar tu única sed
en el alivio del dolor campestre
El eco de la palabra paterna
te hizo emular a los médicos descalzos
y recibiste la lumbre curandera de la luna
en la palma de tus manos,
la brasa del sol en las plantas de tu espontáneo corazón
Aprendiste del dulzor de la tierra
esa experiencia hermosa, humana
de tender en el pasto el remedio solidario
(para el espanto de los refugiados
en las faldas del cemento y del plástico)
Perdura tu ejemplo en la nitidez
y la serenidad de los picaflores
en la preñez de las mujeres que aporcan la vida
en el arcano rosado de los niños
Tu mochila de médico caminante reboza de luz

sábado, 19 de julio de 2008

CRÓNICA: Una visita al pueblo

PAGINAS DE BITÁCORA
Por Jorge Horna
En el mes de febrero de 2004 retorné a mi tierra con el deseo incontenible de columbrar su verdor, de mirarme cara a cara con el alma y los ademanes naturales de su gente campesina. Y también mueve mis inquietudes el anhelo de recoger la palabra de quienes mantienen aún –secretamente- los afanes culturales en la ciudad.
1. En la segunda visita que hice a mi amigo Jorge Wilson Izquierdo una tarde lluviosa, que fue el preludio –después de haber largamente dialogado- para que me mostrara en su biblioteca el hermoso busto de César vallejo, escultura hecha por el artista chalanero Orlando Medina Bringas. También veo un pequeño busto de Horacio Zeballos, líder legendario del magisterio y batallador social; una cerámica de un burrito con enjalme de cuero repujado, cual Platero, junto a una sepia foto de Juan Ramón Jiménez. Después me abruma con documentos recientes y pasados sobre literatura, arte y cultura, interesantes y exquisitos.
2. Otra tarde nublada acudí a una cita concertada al digno hogar de Elba del Carpio Merino, de quien había leído algunos poemas de vena emotiva y sencilla. Ella me alcanza datos sobre amantes de la literatura celendina. En varias ocasion es, Elba integró jurados para concursos de poesía y cuento en Celendín y, en algunos casos, su cuidadosa lectura le permitió detectar plagios o remedos, lo que evitó premiar injusticias. Por último, con una nostalgia comprensible me cuenta que con doña Francisca Aliaga de Chávez dieron voluntariamente su tiempo libre para organizar la Biblioteca Municipal. Dejaron un fichero bibliográfico, que hoy ha desaparecido. “Mi pasión es escribir poesía infantil”, confiesa con su admirable reserva.

En la foto, de pie y revista en mano, la poetisa Elva del Carpio Merino. Foto Javier Chávez Silva.

3. Circunstancialmente me encuentro en la calle con don Pelayo Montoya Sánchez, cuyo saber es fuente de consultas sobre la historia y geografía de Celendín. Aborda al vuelo el tema de topónimos, fitónimos, zoónimos , epitónimos … “¿Sabes qué significan?”. Modestamente le digo: nombres de lugares, plantas, animales y sustantivos adjetivados lugareños. Después, tardíamente me interroga: “Hablando en oro…, ¿con quién estoy conversando?”; le doy mi nombre y mi oficio de profesor primario. -¡Ah! Enciclopédico!- aduce. -No es para tanto…don Pelayo- le replico.
Al día siguiente, por invitación suya, me recibe exactamente a las nueve de la mañana en su biblioteca. Mientras me muestra sus propios dibujos con escenas del pueblo, me ilustra sobre el origen de Celendín y los detalles geográficos investigados por él. Habla con soltura sobre reynos pre-incas, guarangas, pachakas, cacicazgos. Su información sobre personajes contemporáneos ilustres es prolífica.
4. También en la calle, otro día, abordo a Arquímedes Chávez Sánchez, sobre su recopilación de léxico del terruño. Accede gustoso a conversar y en cinco minutos estamos en su solariega casa. Sus reflexiones cuestionadoras son amenas por el uso coloquial de esas eufónicas palabras no castellanas que él maneja muy bien. Me obsequia dos textos de su autoría: Glosario shilico e Ingenuidades pueblerinas (1ra. Y 2da. Parte).
El primero, un extenso acopio de localismos y su significado, además de algunas composiciones poéticas, de las que resalta “Juzgacha”; dichos del lugar, una lista de juegos infantiles en desuso, creencias populares, las mejores chicherías de antaño, y las reflexiones del autor. El segundo libro está formado por relatos y ocurrencias de personajes reales.
5. Yendo por el jirón Grau me encuentro con el profesor Manuel Silva Rabanal, quien fuera mi maestro de Historia en secundaria; me alcanza su amable felicitación por mis publicaciones y me insta a proseguir con esta pasión por la literatura.
6. Al finalizar mi estadía en mi pueblo doy con Manuel “Mime” Sánchez Aliaga, su afecto fraterno suple un encuentro más extenso.
7. A modo de conclusión: La actividad cultural, tan necesaria para Celendín, es posible ponerla en acción. Estoy convencido que junto a los amigos y amigas que he mencionado, hay muchos que callados y dispersos cultivan fuegos culturales. Es urgente nuclear individualidades y dentro de una pluralidad saludable retomar bríos que iluminaron a Celendín en décadas pasadas, máxime cuando el pueblo cuenta con un amplio local destinado al Centro Cultural.
Anecdotario: Cuando fui a la Municipalidad a dejar un poemario para la biblioteca, tuve una sorpresa insólita: la jovencita Jane, secretaria de esa institución, que me atendió, me solicita que le venda otro ejemplar; veo mi libro en sus manos tratado con delicadeza e interés. Aún hay rarezas que endulzan la vida. “Tu librito me ha encantado” –me dijo otro día Fidel Chávez (“Tubito”) – “me avisas cuando publiques otro para comprártelo”-. En cambio, otro amigo y compañero de estudios que hoy administra una atareada imprenta, me pidió un ejemplar “para leerlo, y luego te lo devuelvo”.
Celendín-Lima, febrero-marzo, 2004

viernes, 4 de julio de 2008

PERSONAJES: Julio Díaz Dávila


MÚSICO DE ESTIRPE


Por Jorge Horna
En un lugar del Centro de Lima en el tumulto y el vértigo de la ciudad, reconocí a Julio Díaz Dávila, hermano del músico César, ya fallecido, y del pintor, escultor y gran acordeonista, Miguel. Un prolongado tiempo ha transcurrido hasta este efímero y casual reencuentro.

El "Trío Celendín" en una actuación literario musical del INA 38
Nuestro saludo entre celendinos siempre está matizado por el recuerdo nostálgico del lar tierra, las comidas típicas que nos arrancan un “¡añañau!”, y las ansias de recuperar la dicha que nos brindó el solazarnos en las campiñas contiguas al poblado: los otrora El Dúngul, Chacapampa, La Tranca, Itiguagana, El Guayao, La Breña…
En un acto de desprendimiento y ante mis preguntas sobre su actividad musical, Julio me relata que en sus mejores años elaboró una serie de partituras para guitarra, que están encarpetadas. Que cuando trabajó en la Universidad Nacional de Cajamarca hizo una documentada investigación sobre las variantes del Carnaval en las provincias de ese departamento (Chota, Bambamarca, Celendín, Cajabamba, la misma Cajamarca), que permanece inédita. En esa universidad también dirigió la Peña Universitaria, que llevó sus espectáculos musicales a muchos lugares del país.
Julio añora los años en que cantaba y pulsaba la guitarra entre serenatas y bohemias en su tierra celendina. Con el Trío Celendín (Álvaro Zumarán, Napoleón Rabanal Cieza y él) grabaron para Sono Radio valses de su autoría: “Vanidad”, “Magdalena”, y también el carnaval shilico. En otra ocasión grabó con el Trío Los Zeibos (Euler, Américo y Homero Zegarra) discos con ritmos de bolero de su inspiración. Y Luis Abanto Morales grabó el vals “Solo”, también de la creación de Julio Díaz, en el reverso de ese disco está la canción “Chiquita” del afamado cantautor Abanto Morales.
Se informó que el APDAYC (Asociación Peruana de Autores y Compositores) protegía los derechos de autor. Se asoció, y solamente en una ocasión le otorgaron sus regalías. Después retorno a esa institución y le dieron la sorpresa que sus regalías servían para cubrir las cuotas mensuales de asociado y, que al contrario, él les debía dinero.
La frustración se apoderó de Julio; desde entonces ha preferido mantenerse apartado del quehacer musical.
La carencia de una política cultural destinada a proteger a los creadores: músicos, pintores, escritores, artesanos, etcétera, de gran valor y surgidos del seno mismo del pueblo, deviene en el maltrato, desamparo y marginación.
Por enésima vez retornò entonces la voz vallejiana “Hay, hermanos, muchísimo qué hacer” por nuestra patria, por nuestra sociedad.

Lima, 12 de junio de 2008