Su poesía sencilla se desliza suavemente como las primeras lluvias en las lomas sedientas de nuestro pueblo y como ella anuncian una época de siembras que terminará cuando la tierra, exhausta, nos brinde una pletórica cosecha. Los versos de Jorge son como el pan vivificador que se dora en nuestros hornos.
Las poesías que insertamos aún inéditas y las mostramos como un adelanto del libro que pronto editará (NdlR).
“Por ti, mi camino tiene tres auroras”
Un presagio de victorias brota de tus labios
con la miga de pan en este otoño
Grávida en el arco de los violines
columbras las lomas henchidas de rebaños
Los pilares de la lluvia ligera de tu preñez
alientan la tierra rescatada
para las domésticas macetas
Mi sustento diario es contemplarte
mientras bordas en el bochorno sosegado del anhelo
las iniciales de Hortensia, Nísida, Laura, Alejandrina
En ese horno de afiladas brasas
buscamos las fucsias de nuestra sobria dicha
y sólo hallamos los estribos para abordar la vida
con el retoño de tu prieta entraña.
El matiz de los matorrales
Escribo en el primer peldaño
del inmenso y hermoso camino
para convidarte la claridad
del rincón de los rosales
Contigo en esta misión de alas
que se extiende
de los montes incultos a los mares azules
Quiero decirte
que desde el balcón que elegí
para estar en el llano, veo
que los árboles aún crecen
en el vendaval de sus reclamos,
el paisaje tiene reservado un hospedaje
para el prisionero
que deslumbró al enemigo
en la derrota del ego y la miseria.
Escribo en el matiz de los matorrales
agazapado en el retumbe de la tierra
en el candor de los epígrafes danzantes
con la música de las espigas
repletas de humanidad
El viejo molle y las retamas
Sobre un bosquejo del pintor Francisco
Izquierdo López
Por las ramas del viejo molle
fluye la sangre a cada terrón del suelo
La transparencia de los anhelos en las nervaduras
savia torrencial de sendas nuevas
Mil años, demasiada espera,
pero el viejo molle y el candil de las retamas
persisten en descombrar cadenas
ahuyentarlas para siempre con el vuelo de los escarabajos
Desde los confines del viento y
las luciérnagas hortelanas
en los surcos comunales se busca los rumbos,
a la lumbre de los días
se mastica la esperanza de la tierra
Mil años es demasiada espera
El destino, descorrer el tiempo
Salud, por la vida
Al serumista del campo
Palpita tu gran voluntad
en la copa de los eucaliptos
porque fuiste a calmar tu única sed
en el alivio del dolor campestre
El eco de la palabra paterna
te hizo emular a los médicos descalzos
y recibiste la lumbre curandera de la luna
en la palma de tus manos,
la brasa del sol en las plantas de tu espontáneo corazón
Aprendiste del dulzor de la tierra
esa experiencia hermosa, humana
de tender en el pasto el remedio solidario
(para el espanto de los refugiados
en las faldas del cemento y del plástico)
Perdura tu ejemplo en la nitidez
y la serenidad de los picaflores
en la preñez de las mujeres que aporcan la vida
en el arcano rosado de los niños
Tu mochila de médico caminante reboza de luz
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