miércoles, 29 de julio de 2009

NARRATIVA: Invitación

El día 30 de julio se presentará el libro de relatos Pláticas del Viento, del escritor celendino Manuel Sánchez Aliaga.

Este evento cultural está auspiciado por la Cooperativa de Ahorro y Crédito “Celendín”.

Nuestra asistencia será una demostración del compromiso intelectual con Manuel Sánchez Aliaga, uno de los promotores más activos de la cultura, el arte y la literatura en Celendín.

Los comentarios literarios estarán a cargo del reconocido poeta y periodista Jorge Wilson Izquierdo.

Lugar: Hospedaje “Loyers”, jirón Gálvez 410

Celendín.

Fecha: jueves 30 de julio.

Hora: 7 pm.

lunes, 27 de julio de 2009

PALABRAS DE AMOR POR LA PATRIA

Los constructores de versos también cantan las glorias y las tragedias de la patria. Es que el Perú es una herida que aún no cierra desde la invasión hispánica hasta nuestros días.

Aquí una minúscula muestra de enorme e intenso contenido patriótico que irradia el auténtico espíritu de lucha y entrega de los hombres y mujeres del pueblo.


José Gabriel Condorcanqui Noguera, "Túpac Amaru",

caudillo de la mayor rebelión anticolonial de sudamérica


Arenga al peruano


Mario Florián

No te sientas pequeño, hombre común peruano,

peruano de estos días: pregona tu grandeza

delante de tu huésped, delante del foráneo

que llegó de muy lejos a comer en tu mesa;


que llegó de muy lejos a vivir en tu espacio,

y a hablarte de su origen y a hablarte de su fuerza.

Tú desciendes del puma, tú desciendes del rayo.

Y en tus músculos duerme colosal fortaleza.


No te humilles. Despierta. Elévate, peruano.

Erígete. Ya es hora. Revive tu ejercicio

de amansador de Mundos, de Continentes Bravos,

de forjador de Imperios sobre los precipicios.


Levántate, peruano. Pisa otra vez tu tierra…

Que el horizonte vea tu figura broncínea

de semidiós, de cóndor. Despliega tu mirada,

y el poder de tus alas y tu aptitud antigua.


Vindícate en tu tierra… Porque estás en tu tierra

desde hace eternidades. Y tu tierra te adora…

¡Exprésate, peruano! ¡Exprésate de nuevo!

¡Sé heroicidad, destino! ¡Levántate! ¡Ya es hora!


Profesión y fe


Julio Carmona


Yo versificador, yo modesto

hacedor de versos: creo y escribo.


Mientras pueda esgrimir esta arma noble,

mientras pueda

extender mi mano amiga o levantarla

altiva contra el rostro

del enemigo general o

del general enemigo o contra todo

antifaz de la muerte:

he de seguir creyendo,

he de seguir escribiendo.


Y he de seguir haciéndolo, pues no temo

por mí, temo por todos y por todos

también sueño y escribo.

Porque

humilde habitante de una patria

vendida al mejor postor o a la mejor

-como dicen- inversión extranjera,

he aprendido a quererla no por esa

pródiga maravilla de su suelo

ni por la alta belleza de sus años remotos;


he aprendido

a quererla por sus manos

callosas y mendigas, por sus ríos

de ojos llorantes, por sus labios

resecos. Y por su muerte

de viles formas

he aprendido

a llorar también.


Pero he aprendido

a quererla con la voz y con los puños

y todo este cariño doloroso

lo trato de verter en cada verso.


Y aunque sea lo último que haga

sólo quiero trabajar como trabajan

los constructores del surco,

los dadores del sudor:

con humildad.


Quiero ser algo

útil en su diario trajín;

en su lucha quiero ser:

trozo de canto,

brizna de risa,

ayudadora mano.


Sólo eso me propongo.

Creo que he de lograrlo.


Héroe del pueblo


Washington Delgado


Yo construyo mi país con palabras,

digo cielo cuando miro el cielo

digo luz, agua, corazón y lo demás ignoro.


El silencio es profundo, pero amo las alturas.

Hombres son y mujeres los que alumbran mis ojos

y mi voz está con ellos como el aire en que viven.


Yo canto en las matanzas, yo bailo

junto al fuego, yo construyo

mi país con palabras.


************************

Mario Florián. Nació en el caserío de Nanshá, Contumazá (Cajamarca).

Julio Carmona. Oriundo de Chiclayo.

Washington Delgado. Nació en el Cusco.

jueves, 16 de julio de 2009

CUENTO: Alfonso Peláez Bazán

Dentro de nuestro quehacer en la búsqueda de los valores celendinos, Alfonso Peláez Bazán ocupa un lugar preponderante, y nos hemos propuesto no descansar hasta publicar la totalidad de sus cuentos, que tienen por escenario la mirada esperanzada de Celendín hacia las tierras del Marañón. Ese feraz valle que con la misma maestría de Ciro Alegría describe como algo inmerso en su ser. Nos llega el aliento cálido del valle y su aroma a fruta madura a través de su pluma y deja un mensaje de conflicto social, de heroicidad en la altivez orgullosa de Eugenio, que demuestra que nuestros campesinos están hechos de otra madera, que no agachan la cerviz ante los poderosos y en eso se diferencia de otros cuentos que parecen tener el mismo cariz. (NdlR)

HIGINIO

Cuando Eugenio Santillán y Matilde Sifuentes tomaron posesión del paraje “San Antonio”, y llenos de fe empezaron a levantar la morada, en las entrañas de Matilde latía ya un nuevo ser.
Con sus paredes blancas y techos rosados, mirándola desde lejos –de la campiña o de la ciudad- , aquella casita, antes que hecha de barro y madera, más bien parecía pintada en la falda del cerro, ahí donde los matices de éste son más suaves y permanentes.
En ese bello paraje, que sonriente da cara a la ciudad cercana, nació Higinio una mañana llena de cielo.
Cuando tuvo seis meses le tocó mirar por primera vez, desde el corredor de su linda casita, la quema de los juegos artificiales de las fiestas patronales. Balbuciendo dulces voces, alargaba alegremente sus manecitas, como queriendo coger las luces de colores que se alzaban deslumbrantes por el cielo. A las once de la noche se quemó el último castillo, y cuando se extinguían ya sus luces, Higinio empezó a dormirse en los brazos de su madre.
“A la rurrua, rurra…
Duérmete, mi niño…”
……………………………
Soñó que seres fantásticos se llevaban la ciudad en castillos de luces… Se despertó sobresaltado y empezó a llorar.
“Duérmete no más…
Aaa… aaa
Duérmete. mi amor…”
……………………………
Al otro día, la ciudad estaba allí. No se la habían llevado seres fantásticos en castillos de luces. Higinio parecía estar más alegre.

II
Higinio es ya un mocito de 4 años. Cada vez que va por agua a la fuente, en su cántaro decorado de verde y morado, allí se queda embelesado mirando a la ciudad a través del verde follaje de los sauces y las enredaderas. Higinio vive ardientemente enamorado de la ciudad. Y cada día es más grande su deseo de conocerla, de caminar sus calles y plazas,
Ya es costumbre suya sentarse al filo del corredor y contemplarla largamente. Desde allí, la distingue toda. Hasta podría contar sus calles: siete laterales y quince transversales… Pero el pequeño Higinio no puede hacer eso.
A veces, sin embargo, parece que sí las estuviera contando… A su manera, naturalmente: “UNO, DOS, TRES, CUATRO… UNO, DOS, TRES, CUATRO… UNO, DOS, TRES, CUATRO…”. Apenas le ha enseñado su mamá a contar hasta cuatro. Cuando vaya a la escuela ya sabrá contar hasta seis.

Los celendinos trabajan desde niños. (Foto Javier Chávez Silva)

III
“Fido”, el perrito engreído de la casa, se ha puesto alborotado, nervioso, pues, desde que empezó a rayar la aurora, advirtió en la casa un movimiento desacostumbrado. Y va de un lado a otro sin comprender nada absolutamente.
Higinio luce un terno nuevo de casinete oscuro y una camisa de tocuyo listado, sin cuello, naturalmente. Y tiene ya sobre el hombro el precioso ponchito que le tejió su madrecita con las lanas más suaves y blancas de muchas trasquilas.
Tiene fresco y oloroso todo el cuerpecito. Muy a las seis su madre lo bañó usando el rosado jaboncillo que en algunos meses sólo ha sido usado unas cuantas veces. El rostro de Higinio resplandece, igual de limpieza que de alegría.
* **
A la entrada de la ciudad, la madre le volvió a lavar los piececitos y de nuevo le arregló los lacios cabellos.
-Así, bien limpiecito, tienes que llegar todos los días a la escuela- le dijo aquella al tiempo de arreglarle la casaca.
Higinio prometió a su mamá hacer todas las cosas buenas y lindas.
Recorrieron todas las calles. Higinio, aunque estaba advertido sobre muchas cosas de la ciudad, se quedaba asombrado a cada paso: de las casas con balcones, de los grandes faroles de las esquinas, de los postes del telégrafo. Pero su asombro no tenía límites cuando veía pasar un soldado de uniforme azul o una mujer de imponente tupé.
Compraron luego la pizarrita y el silabario. También la madre le compró un pañuelito blanco con ribetes azules, que ella misma dobló delicadamente y lo puso en uno de los bolsillos de la chaquetita.
Discretamente, silenciosamente, penetraron hasta la dirección de la escuela. Era la única escuela de varones de la ciudad. Un señor de aspecto casi solemne, de adelantada calvicie y prominente barriga, era el Director.
Matricularon a Higinio en las primeras letras, y al tiempo de despedirse, amorosa e ingenua, la madre le habló así al Director:
-…Le diré, señor preceptor, que mi hijo es muy formalito y muy buenito. EL no sabe de cosas malas…
-…Ajá… Ya lo creo, ya lo creo… Qué bueno… -contestó el señor preceptor poniendo la mano en el hombro de Higinio.
Luego de arreglarle otra vez la chaquetita, y hacerle una tierna caricia en la mejilla, la madre fue la primera en abandonar el cuarto del Director.
***
Al cabo de unos pocos minutos, Higinio estaba ya confundido entre docenas de niños desconocidos. Algunos muy semejantes a él: seriecitos, casi tímidos, con chaquetillas sencillas y pantaloncitos largos, de dril o de lana. Pero qué distintos de los que lucían zapatos y pantaloncitos cortos. Y más todavía de los que tenían zapatos de charol y cuello de caucho. Sin embargo, Higinio no se sentía deprimido y trataba, más bien, de sentirse contento.
Pasaron todos los niños a sus respectivos salones, Higinio portando el banquito de quishuar que le trajo a la espalda su papá, esperó que el maestro le señalara su sitio.
Cuando todo estuvo arreglado, el maestro empezó la lección:
-Bueno, niños, atención… Las vocales son cinco: a-e-i-o-u…
Cogió la tiza y las escribió en el pizarrón.
-Bien. Niños, primero a pronunciarlas… A ver…
El salón se llenó de un intenso rumor.
“a-e-i-o-u”… “a-e-i-o-u”… “a-e-i-o-u”…
-Ya, niños…. Basta. Ahora a escribirlas en vuestras pizarritas.
Entre los ruidos del salón, el que más se percibe era el que hacían los niños al escupir sobre sus pizarritas para borrar frecuentemente.
Sólo Higinio no hizo eso una sola vez. Con admirable facilidad, llenó los dos lados de su pizarrín con las cinco vocales…
Se le acercó el maestro y le dijo:
-Muy bien, muy bien. Prometes ser un gran alumno…
A las once en punto sonó la campanilla de la Dirección. Bulliciosamente, los niños abandonaron sus salones y se fueron a formar en el patio para luego salir a sus casas.
***
A pocos pasos de la escuela, Higinio se vio solo y sin saber a dónde ir. Recordó la indicación de sus padres: “A las once, tú no puedes venir hasta acá, pues no tendrías tiempo para poder estar de nuevo en la escuela a la una”. Se puso entonces a caminar al azar por toda la ciudad. De pronto llegó a la plaza de armas, y le saltó el corazón cuando, desde allí, distinguió su casita en la falda del cerro. Y se arrimó a la verja de la pila para poder mirarla incansablemente.

Venta de sombreros en Celendín, 1930. Al fondo el "Jelig", cerro tutelar de la ciudad.

Al cabo, recordó que su madre le había puesto en los bolsillos de la chaquetita cancha del mejor maíz y también harina de trigo tostado con chancaca raspada. Y sintiéndose como en la gloria, empezó a saborear todo eso.
Vio pasar a un niño cerca de él y sintió deseos de invitarlo a su banquete, pero se sintió corto y lo dejó pasar.
A poco llegó hasta él otro niño, de mejor aspecto que el anterior; vestido de casimir, zapatos de charol y amplio cuello de caucho.
Contra todo lo que Higinio había esperado, el niño elegante se lo quedó mirando con aire de superioridad y desafío. Luego le dijo:
-¿Quieres probarte conmigo, estancierito?... ¿Qué dices?...
Higinio se quedó asustado y no atinó a decir nada.
-…Un trompis, ¿oyes?... Ya, anímate, estancierito.
Higinio se puso más asustado aun y la harina con chancaca se le atragantó un poco.
-… No seas cobarde, estanciero, unos cuantos no más…
Cuando Higinio tuvo vacía la boca, tímidamente, contestó:
-Yo no sé pelear… Nunca he visto pelear…
-Ajá… ¿Con que no sabes pelear?... Pues ahora vas a aprender… Toma, estanciero maricón…
Y al tiempo de decirle todo esto, se le fue encima, acribillándolo a puntapiés y trompadas, hasta tirarlo al suelo. Luego se alejó tranquilamente el niño de los relucientes zapatos de charol y amplio cuello de caucho.
Hecha una verdadera desdicha, Higinio empezó a sacudirse el polvo. Después sacó el flamante pañuelito y se limpió la sangre. Finalmente, recogió del suelo silabario y pizarrín.
Allá al frente, en la falda del cerro, estaba su casita blanca y rosada. Se arrimó otra vez a la verja y desde allí se la quedó mirando mucho rato.
***
Por la tarde, la escuela se volvió a llenar de niños. Cuando llegó Higinio, instantáneamente se produjo una ensordecedora algazara. Todos gritaban endiabladamente: “¡Miren a don Higinio Alfaro!”.
Ciertamente, el pobre Higinio estaba como para desatar toda la diablura de los muchachos. Tenía el cabello completamente desgreñado y cubierto de polvo, y manchas de sangre le afeaban el rostro. Todos se acercaron y entre gritos y risas destempladas, le dieron de jalones…
Al fin llegó el maestro y cesó un tanto la algazara.
-¡Silencio, malcriados!... Vamos a ver qué pasa… Hablen, ¿qué pasa?...
Por toda respuesta, cogido de los bracitos, pusieron a Higinio frente al maestro.
-¡Oh!... Pero, ¿qué es esto?... ¿Te caíste acaso?... ¡Habla!...
Higinio empezó a llorar y no respondió una sílaba.
De entre el grupo se alzó una voz:
-¡Se ha trompeado, maestro!...
Y otra voz agregó:
-¡Es muy guapo, maestro!...
-¡Ah…! ¿Y cuál es el otro niño?.. –preguntó el maestro mirando a su alrededor.
Hubo un momento de silencio. Al fin, se oyó un coro de voces:
-No sabemos, maestro…
-No sabemos, maestro…
-No sabemos, maestro…
Entonces, el maestro cogió a Higinio de una oreja y se lo llevó a la Dirección.
-¿Con qué te gusta pelear, so pedazo de bribón?...
Higinio empezó a llorar.
-¡Bájate los pantalones, insolente!...
Higinio pudo hablar entre sollozos:
-No he peleado, maestro… Por Diosito… Un niño me pegó… No me pegue usted también…
-Ajá… con que un niño te pegó… Ahora, a recibir unos latigazos más por mentiroso…
Los pantalones estaban ya caídos. Y cuatro veces sonó el rebenque del maestro en las nalguitas de Higinio.
Afuera los niños se gozaban delirantemente.
-Y ahora, malcriado, anda al chorro de la plaza y lávate. Y regresa enseguida.
Luego el maestro hizo pasar a todos los niños a sus respectivos salones.
***
Las horas de la tarde transcurrieron entre cantos a la patria y a Dios. Higinio llevará a su hogar ciertas ideas confusas y extrañas.
Higinio tomó la calle central, de regreso a su casita limpia y alegre, en donde lo esperaban ansiosos sus padres. Y también su perro “Fido”. A pesar de todo se sentía feliz.
De pronto, sin embargo, las cosas iban a empeorar. Detrás de una esquina lo estaba asechando la mala suerte… Sí, “la mala suerte”, representada por tres niños de la ciudad… Uno de ellos, nada menos que el de los relucientes zapatos de charol…
Los tres pequeños bárbaros arremetieron furiosamente contra Higinio. Al tiempo de pegarle le gritaban:
-¡Toma, estanciero maricón!
-¡Sí, para que otra vez no llores!...
-¡Y para que aprendas también!...
Higinio no hacía sino gritar desesperadamente.
Se cansaron al fin los pequeños bárbaros y presurosamente abandonaron el escenario de lo que ellos creían valiente proeza.
Silabario y pizarra quedaron destrozados entre el polvo de la calzada. El ponchito fue arrastrado a una gran distancia.
Después de recoger los pedazos del pizarrín y del silabario. Higinio fuese por el ponchito y luego de sacudirlo y doblarlo por el largo, se lo echó al hombro.
***
En la parte más saliente del paraje estaban los padres de Higinio para verlo llegar.
-¡Mira!... ¡Mira, Eugenio!... Ya llegó a la pampa… ¡Míralo qué lindo es con su ponchito al hombro!... Me voy a encontrarlo…
-No, Matilde, no… Déjalo llegar solo… Mira allá… Ya lo va a encontrar “Fido”…
Por la verde campiña de la ciudad, entre tanto, ya habían empezado a arrastrarse las sombras de la colina de enfrente.
***
Cuando Higinio estuvo a pocos pasos de sus padres rompió a llorar.
Desesperada la madre lo alzó en sus brazos.
-¡Dios mío!... ¿Pero, qué te ha pasado, corazoncito, hijo mío?...
El padre no atinaba a comprender nada.
“Fido no se cansaba de lamer a Higinio, al tiempo que movía la cola.
Al fin, enjugadas ya las lágrimas, Higinio confesó exactamente lo que le había pasado en la ciudad. La madre volvió a llorar y el padre lanzó toda clase de maldiciones.
***
Antes de que el sol saltara por encima del cerro “Jelig”, ya estaban listas las nuevas prendas de vestir de Higinio.
A las ocho de la mañana, cuando todas las pampas y colinas resplandecían alegres, Higinio y su padre entraban de nuevo a la ciudad.
Luego de comprar otro silabario y otro pizarrín, fueron a la escuela. Los recibió un poco sorprendido el mismo calvo y ventrudo maestro.
-Buenos días, señor preceptor. Aquí me tiene usted de nuevo… Siempre deseamos que esté en la escuela… Pero vea usted, señor, cómo han dejado a mi pobre hijo… Mire, señor, cómo tiene la cara… las manos… las canillas… Cómo puede ser esto, señor preceptor…
Este tenía en el rostro una expresión de burla. Y al cabo respondió a Eugenio:
-¿Así, no?... ¡Qué tal!... Lo que no debería ser es que tengas un hijo tan mal educado, ¿lo oyes?... Según todos los niños de la escuela, tu hijo buscó bulla al niño Luis Altamira, cuando éste pasaba por la plaza… Luego, más tarde, insultó al mismo niño y a dos compañeros suyos… Malos instintos debe tener tu hijo… Conviene que lo corrija…
Eugenio se irguió frente al maestro y clavándole terribles miradas de indignación y desprecio, le dijo:
-¡Sepa que mi hijo no es lo que usted dice! ¡Sí, señor preceptor, no es lo que usted dice!
Afuera en el patio se oían estas exclamaciones:
-¡No vale ese estanciero!
-¡Que lo lleven!
-¡Que lo frajelen otra vez!
Bruscamente se volvió Eugenio para el lado de los alumnos y les dijo con toda energía:
-¡Canallas!... ¡Miserables!... Ustedes, grandísimas porquerías, son los que no valen!... ¡Y sepan, bribones, que a mi hijo nadie le volverá a poner la punta de los dedos!... Y no se la pondrán más porque ahora mismo lo llevo para siempre…
Cogió a su hijo de la mano y con la más grande altivez que puede sentir un hombre, abandonó la escuela.
Afuera en la calle, Eugenio preguntó a su hijo:
-¿Por qué, cuando salíamos, mirabas tanto a esos brutos?...
Higinio respondió con toda la sencillez de su alma:
-No sé… Creí que… Creí que dijeron Higinio… O me pareció… Quería… quería que me llamaran…
A Eugenio se le hizo un nudo la garganta.
***
Aquel mismo día, los padres de Higinio, con excepcional valor, juraron abandonar para siempre la casita linda, hecha con tanto amor y tanta fe. Al otro lado del Marañón había muchas tierras feraces que sólo esperaban el brazo del hombre. Claro, allá no había ni ciudades ni escuelas. Pero qué importaba todo eso… Peor era tener delante la ciudad, con sus calles anchas y largas… con su iglesia y su escuela…
***
Diez días después, en caravana silenciosa, la familia altiva, avanzaba hacia la fila del cerro, para luego descender hasta lo más profundo de la hoya.
Al llegar a la fila, Higinio miró por última vez a la ciudad. Y muy suave, muy bajito, dejó escapar:
-A-e-i-o-u…
La madre, que iba bien cerquita a él, sorprendida, le reprochó dulcemente:
-¿Qué dices, hijo mío?... Tontito, olvida eso… Olvídalo para siempre…
Higinio volvió los ojos a la senda, y resueltamente apuró sus menudos pasos sobre la yerba húmeda.
Y atrás quedó para siempre la casita, como pintada en el cerro.

El valle del Marañón

III
De pronto cesó el ruido de los caleros. Los cuatro hombres que están junto a mí, sentados en rústicos bancos y un poco reclinados a la quincha, se van dejando vencer por el sueño.
La velada ha sido larga y raramente placentera. Se habló de los cerros, de los ríos y de la luna… De caminos y pascanas… De brujos y duendes… De pumas y venados… De víboras y alimañas.
El viento agita suavemente las ramas de los árboles. A través de las enmarañadas frondas, profunda y misteriosa llega hasta nosotros la voz de las aguas del Jaguay.
Y vuelve a hablar uno de los cuatro hombres.
-…Mire allá, señor… Ahí junto a la tranca… al pie del mango… allí descansan los dos viejos…
Se queda en silencio un instante y luego continúa:
-… ¿Y a mí qué me falta ya?... Uff… Debo andar ya por cerca de los setenta, o más… No sé cuándo no más perdí la cuenta… Uff… Estos lugares, señor… No sé que tienen los cerros, los ríos… Y cuando aparece la luna…
El hombre se pone de pie, arroja el “bolo” y escupe estrepitosamente. Luego se acerca a la acequia de agua cristalina que pasa junto a la casa, y ahuecando ambas manos, recoge agua para enjuagarse la boca.
-…Así fue, señor. Y la historia me la contaba una y otra vez mi propia madre, fresco siempre en su corazón el inmenso resentimiento. Sí, señor, me lo contó mil veces… Como para que no lo olvidara…
Y se vuelve a detener.
Y luego, suavemente, mirando a no se sabe qué lejanías, dice entre labios:
-A-e-i-o-u…
Cerca del amanecer, la oscuridad se hace más negra, los rumores más intensos… Los cuerpos sufren ligeros temblores, y uno tras otro, todos entramos en la rústica choza.

miércoles, 8 de julio de 2009

CENTENARIO: Julio Garrido Malaver

Publicamos este artículo del sociologo celendino Wilder Sánchez Sánchez gracias a la deferencia del Sr. Luis ALberto Díaz Mori, por la importancia y presencia de Julio Garrido Malaver, quien brilla con luz propia en el firmamento de las letras Peruanas y porque, creemos que en Cajamarca, su departamento natal, se le está valorando en su verdadera dimensión.
Expresamos al mismo tiempo nuestra extrañeza por el silencio ominoso de las autoridades celendinas con respecto a nuestro poeta, de quien, como hemos anotado, no existe el menor recuerdo. No hay ni siquiera una calle que perennice su nombre. (NdlR)

Por Wilder Sánchez Sánchez
Este jueves, 2 de julio, se cumplieron 100 años del nacimiento del reconocido poeta, novelista y narrador celendino, Julio Octavio Garrido Malaver, fallecido en la ciudad de Trujillo el 19 de setiembre de 1997, quien también fue un líder histórico del APRA y sufrió persecución, destierro y encarcelamiento.
El viernes 3, por la noche, en el Salón Consistorial de la Municipalidad Provincial de Cajamarca, se realizó una emotiva ceremonia en conmemoración del centésimo aniversario del nacimiento del intelectual celendino, organizada por varias instituciones. Al acto asistieron autoridades y funcionarios del Gobierno Regional, de la Municipalidad Provincial, del Instituto Nacional de Cultura y del Archivo Departamental, así como integrantes de la Asociación de Poetas y Escritores de Cajamarca, dirigentes del Partido Aprista Peruano y otras personalidades.
La ceremonia contó con la presencia del Dr. Roberto Garrido López, hijo del intelectual celendino, quien recibió, a nombre de su padre, entre otros, los siguientes reconocimientos póstumos:
* La Resolución y Medalla de Hijo Predilecto, otorgada por la Municipalidad Provincial de Cajamarca, que le fueron entregadas por el Ing. y Regidor Wilfredo Poma Rojas.
* La Medalla de la Región, otorgada por el Gobierno Regional de Cajamarca, entregada por el Dr. Rubén Vílchez.
* El Reconocimiento Kuntur Wasi, otorgado por el INC, por haberse destacado en la literatura.

Evelio Gaitán Pajares, Director del Archivo Regional de Cajamarca, reseñó la biografía de Julio Garrido.
La ex Regidora e intelectual Socorro Barrantes Zurita, destacó las cualidades de luchador social de Garrido Malaver y leyó uno de sus poemas.
Jorge Arroyo Reto, Secretario General del PAP en Cajamarca, resaltó las cualidades de luchador social y líder histórico del APRA del homenajeado.
El Discurso de Orden estuvo a cargo del destacado escritor cajamarquino y Consejero Regional, Dr. Luzmán Salas Salas, quien hizo una reseña de la monumental obra literaria de Julio Garrido Malaver; valoró altamente su lírica, que ilustró con la lectura de fragmentos de sus poemas, e hizo notar la opinión de Antenor Orrego, para quien los dos más grandes poetas que se han producido en el Perú son César Vallejo y Julio Garrido Malaver.
El Dr. Roberto Garrido López agradeció los merecidos homenajes y destacó las cualidades de su padre en la poesía, la novela, el cuento, el periodismo y la política. En este campo recordó que su padre siempre fue fiel al aprismo primigenio, al aprismo revolucionario, y que jamás estuvo metido en “faenones”, como ocurre actualmente. Aseguró que la familia dispone de 105 obras inéditas de su padre, entre novelas, poemas, cuentos; en efecto, leyó algunos poemas inéditos.
Le correspondió hacer el Brindis de Honor al famoso pintor cajamarquino Andrés Zevallos.
En Trujillo se celebró en la mañana del 2 de julio el centenario de Garrido. El Presidente Regional, Ing. José Murgia Zanier, entregó a la Sra. Amelia López, Vda. de Garrido, la Medalla de la Libertad. En dicha ceremonia, Roberto Garrido señaló que su padre siempre vivió en austeridad porque le dijo no a la corrupción. Las actividades que el Gobierno Regional de La Libertad ha programado para conmemorar los 100 años del nacimiento de Garrido continuarán hasta el 23 de setiembre.

Julio Garrido Malaver y Haya de la Torre ingresando a Celendín en 1962.

A continuación, la Biografía del ilustre celendino, que se puede encontrar en Wikipedia – que, a su vez, la ha tomado de la Enciclopedia Ilustrada del Perú, de Alberto Tauro del Pino –. También va un archivo adjunto con varias notas y artículos que he recuperado de Internet, incluyendo una fotografía del Homenaje a Julio Garrido por estudiantes de la Universidad Nacional de Trujillo, en 1950, en la que aparece junto a Luis de la Puente Uceda , Manuel Pita Díaz, Gonzalo Fernández Gasco, Luis Iberico Mas, entre otros, o sea, por la generación que luego fundaría el APRA Rebelde y el MIR histórico. El archivo adjunto también contiene un artículo de Jorge Díaz Herrera, que he tomado del blog ESPINA DE MARAM, que es el suplemento literario de Celendín Pueblo Mágico, que editan varios celendinos; asimismo, hay algunos poemas de Julio Garrido que ha recopilado la Asociación de Poetas y escritores de Cajamarca.


De la “Dimensión de la Piedra ”:

I

Monologo en la piedra, y digo, y digo
lo mismo que en mi voz cuando hablo para el viento.
Y me horada una duda en lo más hondo
lo mismo que una pena.
Y me sorprende la idea más antigua sobre el hombre
como un golpe de gracia
que se quiebra, quebrándome, en dos partes:
el origen y el fin, esto es, la nada.

Y me salgo de mí
para buscarme entre los escombros del Tiempo
que fenece sin poder ser el Tiempo,
para llorarme al pie de toda huella,
para clavarme y desclavarme en los gimientes leños
sin redención exacta por plural

Y vuelve mi destino a golpearme con un golpe distinto,
más arriba de todo lo creído,
más adentro de todo lo que la luz encuentra,
más allá de todo lo esperado...

Y divago en la forma de la Tierra.
Y el cielo se me hace nudo grande en el pecho.
Y de súbito me arde, rodeándome, un grito
que a la piedra reclama ser blanca como el pan...

Julio Garrido Malaver
Julio Garrido Malaver (Celendín, 1909 - Trujillo, 1997), fue un poeta, narrador, periodista y político peruano. Poeta de intensa emoción social y humana, su obra no ha sido valorada por la “literatura oficial” en su justa dimensión. Escritor prolífico, publicó en vida más de 20 volúmenes tanto en poesía como en narrativa, habiendo dejado inéditas varias obras que han venido siendo publicadas póstumamente. Como político militó en el Partido Aprista y se caracterizó por su lucha infatigable por la causa del indígena y del oprimido, alternándola con su actividad cultural. Soportó destierros y prisiones por sus ideales. Fue elegido por voto popular como parlamentario ante el Congreso de la República del Perú en cuatro oportunidades, dos veces diputado y dos veces senador. Fue también Director del Instituto Regional de Cultura de Trujillo – La Libertad.
Biografía
Hijo de Isidoro Garrido y Juana Malaver, nació En Celendín, Cajamarca, el 2 de julio de 1909. Estudió la primaria en su pueblo natal y la secundaria en el Colegio Nacional San Ramón de Cajamarca, en el cual era aún alumno cuando obtuvo el primer premio en los Certámenes Literarios de Cajamarca (1929), con su “Canto al 12 de octubre.”
Al concluir la educación secundaria (1932) se trasladó a Lima e ingresó a la Universidad de San Marcos. Pero su activa militancia en el aprismo dio pretexto a su prisión y a su inmediato destierro a Chile (1934-1939), donde cursó Derecho en la Universidad de Concepción y en la Universidad Central. Allí fue coronado Poeta de la Primavera en 1937 por su “Canto a la reina primaveral”. De regreso al Perú, fue laureado en los Juegos Florales Universitarios con su “Canto a la primavera en varios momentos” (1940). Publicó también su novela La guacha, prologado por don José Gálvez (1940).Nuevamente reducido a prisión por sus actividades políticas, fue internado en el penal de la isla de El Frontón (1940-1944).
Al convocarse las elecciones de 1945 enderezadas a normalizar la vida institucional del país, el partido aprista se plegó al Frente Democrático Nacional que llevó a la presidencia a José Luis Bustamante y Rivero. Por voto popular Garrido resultó elegido diputado por Celendín. Tras el golpe de Estado del general Manuel A. Odría (27 de octubre de 1948), fue sometido otra vez a prisión (1951-1956). Restablecido el régimen democrático, ejerció la dirección del diario “El Norte” de Trujillo (1956-1963). Luego fue elegido diputado por Cajamarca bajo el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry (1963-1968).
Durante la dictadura del general Juan Velasco Alvarado fue encarcelado (1971). Pasada la etapa del gobierno militar y ya bajo la restauración democrática de 1980, fue elegido Senador por el departamento de La Libertad (1980-1985).
En sus últimos años se retiró a su hogar en Trujillo, pero continuó produciendo y corrigiendo sus obras literarias aún inéditas. Así le sorprendió la muerte el 19 de setiembre de 1997, a la edad de 88 años.
Obras literarias:


Publicó los poemarios siguientes:
* Vida de pueblo (1940)
* Palabras de tierra (1944)
* Canto a la Navidad (1945)
* La tierra de los niños (1946)
* La dimensión de la piedra (1955)
* El nuevo canto del hombre (1958)
* Eternidad de amor y de milagro (1968), dedicado a la grandeza de Machu Picchu.
* Poesía (7 volúmenes, 1987-1988), compilada por César Calvo.
Novelas y cuentos:


* La guacha (1940)
* Imágenes salvadas (1967)
* El otro paraíso (1976)
* El camino que no llegó (1976)
* ¡Para ser libres! (1977).
Además:
* El Frontón (1966), serie de estampas donde recuerda su paso por el islote carcelario.
* Elogio a la soledad (1966), meditaciones en prosa.
* Ellos fueron mis hermanos, relatos breves.
* Creo en ti (1979), relatos políticos.
Fuente
* Enciclopedia Ilustrada del Perú. Alberto Tauro del Pino. Tercera Edición. Tomo 7. Lima, PEISA, 2001.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Garrido_Malaver"

LIBRO: UNIVERSIDAD PROBLEMA

Por Olindo Aliaga.
¿Acaso sea tarde para presentar un libro que lleva algún tiempo de editado? Creo que no. Hago esta atingencia porque en días recientes, prodigiosamente cayó a mis manos un interesante libro que lleva por título el mismo que encabeza este breve, pero imprescindible comentario.
“UNIVERSIDAD PROBLEMA”, es un libro decoroso editado por la Universidad Particular Alas Peruanas, cuya primera edición corresponde al año 2004.
El libro, pulcramente presentado, mide 23.5 por 17.5 centímetros, está impreso en papel bond y tiene más de 150 páginas. El autor, Dr. Luis Alberto Peláez Pérez, ha condensado una treintena de artículos de los muchos que escribiera y publicara durante 2 años en su columna del diario Expreso; la temática tiene que ver con la universidad y los problemas que lo aquejan.


El Dr. Peláez habla de la problemática universitaria con esa vastedad que le da el cúmulo de años trabajados en la universidad y aunque fueron escritos en 1976, no han perdido actualidad, se conservan frescos y son los mismos que golpean, eso sí, con más fuerza, por motivaciones políticas, a las escuelas universitarias; es decir los problemas que antaño persisten lacerando a la universidad peruana que podemos afirmar sin temor a equívoco, que ha crecido en cantidad y decrecido en calidad. Este peligroso cuadro inversamente proporcional nos dice que la educación en nuestro país está en el sótano.
El libro está dirigido a los educadores, a los padres de familia, especialmente a los maestros sensatos, a aquellos que realizan con agrado su tarea ya que, para ser maestro, se nace con la vocación necesaria, como se nace para amar.
El Dr. Luis Alberto Peláez Pérez es un destacado profesional de pedagogía, con más de 30 años al servicio de la universidad nacional, es natural de Celendín y pertenece a una estirpe de intelectuales, escritores y poetas, entre ellos el escritor Armando Bazán.
Su padre fue el escritor, periodista y profesor Alfonso Peláez Bazán, qautor de hermosos libros de cuentos como “Espina de Maram”, “Naticha” y otros, a quien tuvimos la suerte de hacer la última entrevista el año 1995 y cuya grabación guardamos cual valioso talismán y como un importante tesoro, concientes que es un documento valiosísimo para la posteridad..
Las líneas finales de este comentario están reservadas para expresar nuestra admiración, respeto y aprecio al Dr. Peláez por su magnífico aporte a la ciencia y a la cultura por una universidad y una educación “digna, científica y nacional”.