lunes, 11 de febrero de 2008

CRONICAS: La prodigiosidad de los sueños

Por considerarlo de sumo interés y dada la calidad intelectual de nuestro paisano Mario Peláez Pérez, a partir de la fecha vamos a publicar algunos de sus artículos aparecidos en CRONICA VIVA, órgano de la Asociación Nacional de Periodistas (Nota de la redacción).

La prodigiosidad de los sueños

Por Mario Peláez Pérez

Así como cada libro, sea científico o de narrativa, tiene su propia e intima motivación y desarrollo, y sus r aíces en la realidad, aún cuando luego en nada se parezca a ella, y hasta la niegue, una columna periodística también tiene su propia histor ia. A veces el contenido y la motivación aparecen e n el momento menos pensado. Tal como ha sucedido con el tema que hoy nos ocupa: los su eños. De esos guiones etéreos saturados de metafísica que deambula buscando escenarios y personajes, aprovechando qu e nuestra conciencia está dormida.

Sepelio de infante, Celendín 1935 - Foto cortesía del Prof. Javier Chávez Silva.

No hay evento más complicado y sombrío que dar cuenta del fallecimiento de un ser querido, familiar o amigo. Y mucho más lóbrego resulta la infausta noticia cuando llega por teléfono a las doce de la noche. Terrible. Hasta el timbrado del teléfono parece advertido... Disculpa la hora –nos dice una voz temblorosa- pero era necesario avisarte que Dionisio acaba de morir. Ustedes dos fueron amigos y compañeros de carpeta en el colegio, allá en Celendín.

De inmediato fui al Hospital del Empleado, pero fue en vano. Tampoco pude verlo al día siguiente en el velatorio. Su familia había decidido que se le recordase con los vigores del deportista toda la vida, como el hincha apasionado del Muni, como el disciplinado arquitecto de siempre. Me apenó no verlo por una última vez (que escalofriante resulta la expresión “última vez”) a quien habíamos consideramos incapaz de morir...

En tales circunstancias la conciencia se carga de culpas : por qué no le visité antes, por qué no fui a celebrar su santo, por qué, por qué. Seguramente, quienes creen en el más allá, en Dios, este tipo de penas no son tan lacerantes, pues queda a pie firme la convicción de que luego se verán en los predios del cielo, o por último en el infierno... El problema es con nosotros los agnósticos.

Pero de pronto, dos días después, dos noche después, me reencuentro con Dionisio en las profundidades de un sereno sueño. Y lo extraordinario es que nos vimos, sonreímos y conversamos, con nuestras caras juveniles.

¡Cómo no reconocer entonces la prodigiosidad y generosidad de los sueños! Suprema instancia que certifica la derrota de la muerte...

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