jueves, 19 de abril de 2007

CUENTO: ALFONSO PELÁEZ BAZÁN



NATICHA

Por Alfonso Peláez Bazán
Dejando ver sus magníficas pantorrillas –torneadas y macizas- con felina rapidez, trepó Naticha hasta lo más alto de la gran piedra paltancha. (hace miles de años que ésta, caprichosamente, detúvose al filo del inmenso precipicio).

"La voz vibró por los cerros..."

Se irguió sobre sus fornidas plantas, mostró al espacio su esbelta figura, llenó de aire fresco sus pulmones y echó por el ámbito su voz:
-Huííííííí… jáááaaaa… Shantíííiiii… Huíííiii… jáááaaa… Shantíííiiii
La voz vibró por los cerros, y por la espesura del monte se hizo caricia, promesa…
Hacía dos días que Santiago Chuquiguala se internó en el monte huyendo de sus perseguidores. Cuando éstos en sendos mulos de colas recortadas, voltearon la fila del “Higuerón”, es que Naticha subió presurosamente a lo alto de la gran piedra paltancha.
Se arregla con ambas manos las negras hebras que el viento ha hecho resbalar por su rostro moreno, y de nuevo rompe la calma en el ambiente.
-Huííííííí… jáááaaaa… Huííííííí… jáááaaaa… Shantíííiiii… Huíííiii… jáááaaa…
Y vuelven a vibrar los cerros con sus cuerdas de oro invisibles.
Con débiles gritos, desde la base de la piedra, una perrita negra, con lindas pintitas blancas sobre la cabeza y la cola, requiere insistentemente a Naticha.
Se sienta ésta al borde de la piedra y empieza a descender.
Cuando ya está abajo, la perrita le lame los pies, salta y grita de alegría, Naticha la levanta y diciéndole mil ternuras, vuelve a la morada.
*********
Naticha aviva el fuego de la tullpa; pone a calentar el amplio tiesto, y cuando esté lo suficientemente caldeado, echará en él los blancos maíces.
Los granos empiezan a reventar jubilosamente. Naticha no para de agitarlos con la dura cayuina.
Ha cesado al fin el menudo estrépito y los maíces tienen un color castaño, rubio. Natacha apea entonces el tiesto y vuelca la apetitosa cancha en honda lapa.
Luego para la más caucha de sus ollas. Cuando los dorados maíces se hayan enfriado del todo y estén, por cierto, más sabrosos, estará ya lista la sopa de ruche, llegará Shanti, y bien juntos los dos, comerán el ruche y la cancha.
Naticha, ciertamente, tiene en el corazón todas las medidas: las del tiempo y las del espacio. En efecto, cuando las llamas del fogón tenían más encendidas sus mejillas, apareció Santiago por el cerco de la huerta cercana. Llegaba entonando una tierna canción:
“En la peña viva
nace la atuyunga
llena de alegría
y al atardecer
muere de amor.
Para linda y buena
mi china morena”.
FLORDELUNA, la perrita negra, salió corriendo a darle el encuentro. Naticha lo esperó a un paso de la puerta.
Se abrazaron como dos cholos buenos.
-Mi china… mi china…
-Indio… indio feo…
Pasaron en seguida a la cocina, y bien juntos los dos, sentáronse a comer el ruche y la cancha.
************
Desde que aparecieron los gendarmes por la fila del “Higuerón”, empezaron a aullar todos los perros del valle. Minuto a minuto el ambiente cargábase de inquietud, de zozobra. Apresurábanse las mujeres a llenar de agua sus tinajas. Los pequeños subían sobre las pircas para avistar mejor. Un anciano púsose en la tranca, silencioso y grave. Fijas las miradas en el espacio, los perros alargaban más y más sus ladridos. –Shanti los distinguía perfectamente-, “Ese es el SULTAN… ese es el ZAMBO… El RELAMPAGO… Todos ladran…” Llegaron al fin los dos gendarmes y tomaron hospicio en la casa de doña Empe. Los ladridos se hicieron más furiosos, más hostiles, aunque, en verdad, ninguno de los perros osaba acercarse demasiado a los extraños visitantes. Luego fuéronse éstos de casa en casa. En su imaginación, Shanti los veía saltar los cercos, y, fusil en mano, intimidar a las mujeres y a los niños. Le acometió un fuerte impulso cuando creyó ver a Naticha bajo la fiera amenaza. Pero le había jurado no salir del monte mientras los gendarmes estuvieran en el valle. “Ah… la PERLA… el LAUREL… Corren…”- Naticha ocupábase en lavar ropa en la acequia madre, muy cerca de su casa. “Ah… la VENTEADA… el PINTO… parece que ya van a llegar a la casa del Berna…” Cuando los gendarmes llegaron hasta Naticha, ésta seguía lavando, sin manifestar la menor preocupación. “Ah… el VALIENTE… ya han pasado los “cuarros”… no podré oír a FLORDELUNA… causita…” Los gendarmes pusiéronse bien cerca de Naticha. “¿Dónde está tu marido, buenamoza?”, preguntó uno de ellos. Naticha alzó la vista y sin alteración en la voz, respondió: “Huyendo de ustedes, hace dos días que se perdió por el monte y puede que esté en el abra de una piedra, en un socavón, o en lo alto de algún cedro… sabe Dios”. –El GUAPO se puso bien cerca… el JAZMIN un tanto retirado… -“Tenemos que buscar en tu casa, guapita”, replicó el mismo gendarme. Naticha, al instante puso en manos del gendarme una llavecita atada a un cordel. “No hay sino una puerta. Ustedes nomás pueden buscar”. Y, tranquilamente, cogió otra pieza de ropa.- “El JAZMIN… el GUAPO… ahora están juntos… acometen con furia… se vuelven a alejar…” –Con sus débiles gritos –que traducían, sin embargo, su gran alarma- recibió FLORDELUNA a los gendarmes. Buscaron éstos por todos los rincones, y de regreso, devolvieron a Naticha la llavecita. “Sí… el SULTAN … el TERRIBLE… Ya llegan de nuevo a la casa de doña Empe…” Cuando Naticha escurría la última pieza de ropa, empezó a oscurecen en el valle. Habían cesado ya los ladridos. El último que oyó Shanti fue el del RAYO, Fue un ladrido prolongado, agudo. Entrada la noche vino doña Domi a casa de Naticha. Doña Domi era la madre de Shanti. Antes de acostarse, echaron aceite de higuerilla en el tiesto de la Virgen y rezaron un rosario. –Shanti, al pie del arabisco, no percibía ni el ruido de la chorrera-. Al otro día, cuando comenzaban a dorarse las cumbres, los gendarmes, en sus mulas de colas recortadas, dejaron el valle. El DOGO, el VALIENTE, el NEGRO, el JAZMIN, la VENTEADA, todos ladraban en el mismo tono. Eran ladridos de liberación y de rencor. Shanti, los escuchó con ansiedad. Y cuando los gendarmes voltearon la fila del “Higuerón”, fue que vibró por los cerros la voz de Naticha.
Y el ruche y la cancha saben a gloria…
**********
Todo ha ido pasando por el cielo del valle. La luna. Las estrellas. Las peregrinas nubes.
-Guaúúú… guaúúú´…
Nada más banal e intrascendente que el ladrido de un perro. Sin embargo, un solo ladrido, puede a veces deshacer un universo.
Y volvió a ladrar el mismo perro.
-Guaúúú… guaúúú…
-Shanti… ¿Oyes?
-Sí, Naticha… Los gendarmes…
Rápidamente pusiéronse en pie.
Ya ladran más perros, Shanti…
-Sobra tiempo, Naticha…
FLORDELUNA comenzó a inquietarse y no estuvo tranquila hasta que Naticha la alzó en sus brazos.
Puñal al cinto y terciado el poncho. Shanti se alejó de la casa. Naticha, apenas lo vio perderse por el platanal, puso llave a la puerta y tomó el camino a la casa de doña Domi.
***********
Clara, fresca y perfumada, llegó la mañana.
-Mejor es que no te vayas, Naticha…
-Vaya, no pasará nada…
Doña Domi avanzó hasta la tranca. Desde allí vio a Naticha perderse por entre los guayabos, llevando en sus brazos a FLORDELUNA.
Llegó Naticha a su casa y se dio de manos a boca con uno de los gendarmes. Naticha, a pesar de todo, no pudo dejar de sonreír pensando en el chasco que el tal habíase llevado.
-Ah… Pues no seguirás burlándote de mí… -díjole aquél, al tiempo de tomarla por los brazos.
Naticha se puso encendida y de sus ojos salieron centellas. Pero el gendarme siguió hablando sin interesarse en la ira de Naticha.
-Escoge: me entregas inmediatamente a tu marido… o pasa otra cosa… Sí, aquí mismo…
Naticha empezaba a ponerse pálida, y a excepción de morderse el labio inferior, nada otra cosa podía hacer.
-Ya, ya… Escoge de una vez…
-¡Déjame, perro sucio!!! –explosionó Naticha.
El gendarme soltó una odiosa risotada.
-¿Qué te deje?... Eso no lo verás- Y ajustándole más los brazos:- Tu marido… o lo otro…
La decisión del gendarme, en verdad, no podía ser más evidente.
Naticha, entonces, tomó la suya.
-Vamos… Lo llamaré.
El gendarme la dejó libre y siguió tras ella.
Al llegar al pie de la gran piedra paltancha. Naticha puso en el suelo a FLORDELUNA y empezó a escalar.
El gendarme se la quedó mirando, y de haberle sido posible, él también habría subido en seguida.
************
Ya está Naticha erguida sobre la gran piedra paltancha: erguida como una estatua, como una gloria de su raza. El viento ha empezado a jugar con sus negros cabellos y el sol le da más brillo a su frente.
En forma desdichada el gendarme apremia a Naticha.
-Guajea inmeditamente… No he venido a perder mi tiempo…
Naticha está a punto de hacerlo. Mas, al instante se le aclara el pensamiento. Si guajea, Shanti vendrá de todos modos, aun sabiendo por los ladridos, que los gendarmes continúan en el valle. Y caería como un manso cordero, Y eso no puede ser. No se llevarán a su Shanti… pocos vuelven de la guerra. No… no guajeará…
Y la mirada de Naticha se fue por los cerros, por el cielo…
El gendarme empezó a impacientarse y se alejó unos pasos de la piedra paltancha para ver a Naticha.
-¿Qué te pasa, chola?... ¿Por qué demoras en llamarlo?...
Naticha lo miró con profundo rencor.
-¡Perro…! A mi marido no lo llevarás nunca… y yo… no bajaré de esta piedra…
El gendarme sintió como si le hubieran caído latigazos en pleno rostro.
-Chola jijuna… -Y alzando el fusil-: Llamas a tu marido, o disparo…
Los ojos de Naticha se perdieron por la boca del cañón. Avanzó hacia el filo de la piedra y lanzó otra vez sus desafíos.
-Cobarde… perro sucio… ni llamo a mi Shanti, ni bajo de aquí…
De sobra comprendió el gendarme que disparos al aire estaban de más, y, lentamente, bajó el fusil.
-Pero no saldrás con la tuya… ahora verás…
Dejó el arma y empezó a quitarse los zapatos; única manera de escalar la piedra.
Naticha hubiera querido tener con qué matar a su vil enemigo. FLORDELUNA ha cesado de ladrar para ponerse a jugar – aunque angustiadamente- con los zapatos y las polainas del gendarme. Naticha la mira con ternura y tristeza infinitas.
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Cuando el gendarme asomó la cabeza por encima de la gran piedra paltancha. Naticha tuvo un fugaz pensamiento: Guajear a su Shanti… Y preguntó a los cielos, al río…
No… no… A la guerra no iría su cholo querido…
De pronto una esperanza le baña el corazón: puede desistir el gendarme de sus perversas intenciones mirando el abismo…
Pero el gendarme pensó a su vez que el tremendo peligro anularía las fuerzas de Naticha.
-Ah… aquí, y entre mis manos, no serás más que un animalito aterrorizado… Yo, a pesar de todo, seré el mismo… -le dijo con voz un tanto jadeante y cogiéndola por los brazos.
-¡Maldito!... ¡Mal parido!...
Aturdido ya del todo, ajustó cuanto pudo los brazos de Naticha y trató de echarla sobre la piedra…
Hubo un esfuerzo supremo y Naticha logró ponerse otra vez en pie, aunque siempre cogida por los brazos.
El segundo esfuerzo no se hizo esperar. Hubo en él tanta furia y violencia, que Naticha cayó tendida sobre la gran piedra paltancha… Pero todas las fibras de su ser se hicieron acción, fuerza incontrastable…
El escenario era pequeño y tembló el abismo…
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Y al otro lado de la piedra, saltando hacia arriba, saltando hasta hacerse daño, FLORDELUNA requería vanamente a Naticha con sus débiles gritos de angustia.
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Paltancha: Plana en la parte superior
Tullpa: Fogón de piedras.
Cayuina: Palo pequeño para agitar el grano que se está tostando.
Parar: Poner la olla en el fogón.
Tiesto: Callana.
Caucha: Rendidora, diestra.
Ruche: Trigo pelado en crudo, al batán.
Causita: ¡Pobrecita!
Guajear: Llamar con gran esfuerzo, prolongando el sonido de las últimas silabas.

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