jueves, 12 de abril de 2012

ABRIL, MES LETRADO: Reeditan libro de Antonieta Inga

Por Jorge Horna
La lengua castellana tiene su matriz literaria en El Quijote, libro memorable que ha sido y es reconocido como la cumbre de la escritura, incólume a través del tiempo. En homenaje a la trascendencia de su autor: Miguel de Cervantes Saavedra, abril también abre sus puertas a la literatura hispanoamericana.
En este mes se conmemora, además, el fallecimiento de César Vallejo (París, 1938), hito innegable en la historia de la literatura peruana.
Paralelo a estos reconocimientos es preciso recordar y rendir homenaje a la tradición y contemporaneidad de las letras peruanas, nutrida por un amplio espectro de narradores, dramaturgos, ensayistas, novelistas y poetas.

El libro de Antonieta Inga del Cuadro

Ha reaparecido Otra Armonía Todo (Fondo Editorial UAP, 2012), libro de la escritora celendina Antonieta Inga del Cuadro, que en su reciente edición recoge el conjunto total de sus poemas.
Antes, el año 2004, se publicó el libro con una selección de los poemas, con el mismo título. Fue una edición casi artesanal y de un tiraje mínimo, estuvo a cargo de Jorge Horna, a quien la autora decidió confiar sus manuscritos originales.
Otra Armonía Todo, define a “Antonieta Inga como orfebre (que) trabaja cada palabra, cata una a una las imágenes, con el propósito de emboscar al tiempo, al amor, a los recuerdos y los sueños. Y no pocas veces su poesía se emparienta con la filosofía para subvertir el silencio. (…) su poesía nos apremia. Y seguro que al término de la lectura de este hermoso libro habremos embellecido” (Mario Peláez Pérez, prologuista).



Aquí una muestra de la poética de nuestra autora:


Eso de quedarse con el pan
en la mano
con la miel en el alma
con el paso en la boca
con la luz en la palabra
con el silencio en los ojos!


HIMNO A MI PADRE

Mis palabras tendrán que ponerse
añosas
para poder visitar
tus heredades
Te vivo desde siempre
pero no puedo llegar
a tus océanos
inmensos hoy
ríos ayer
náufrago entonces
bote a la deriva
capitán y marinero
balsa en torbellino
alma a la intemperie
orilla de todos los mares
Aquí, en tu silenciar
empieza el griterío
de todas las aguas

Tengo a la mano
los surcos
de tu rostro
y me desplazo
en ellos
como en mi propia
historia

Cómo estarán los eucaliptos de mi tierra
Por entre qué hojas volará la tierra amada
Cómo estarán los sauces
con sus lágrimas bebidas por el río
Cómo estarán las pencas del camino
y cómo hincarán ahora noche y día
Cómo el cielo el sol y el empedrado
el balcón de la casa y el canino
y los tejados
Cómo andará el silencio empolvado
de tristeza
Qué se hará de nuestros nombres
sin tus voces
Por dónde huirán las aguas
Qué se dirá la luna
Qué será de tus pasos
“Adiós” a quién le dirá tu mano
a la altura de tu frente bienamada
.

viernes, 2 de marzo de 2012

LITERATURA: Nuevas voces líricas

Por Jorge Horna
Daniel Santos Gil Jáuregui, nació en Celendín en 1966. Radica en Cajamarca y ejerce su profesión de abogado y la docencia universitaria.
En plaquettes y en revistas ha publicado sus poemas desde el año 1990. Hoy nos entrega la hermosa y bien cuidada edición (Martínez Compañón Edit.) de su primer libro: Como la rama oculta del arcoíris, publicado con el auspicio de la Universidad Guillermo Urrelo. Cajamarca, 2011.

El libro de Daniel Santos Gil Jáuregui

En las páginas de entrada constan varios textos valorativos:

“Prologar un libro de poemas es una empresa sumamente difícil pues las imágenes que provoca todo texto poético son escurridizas como los inquietos pececillos de un estanque sostenido en el aire.
Pero Gil también nos habla de la rama oculta del arcoíris, de rocas que han mirado correr tantas mañanas, (…) de noticias que llegan en el pico de las golondrinas y de pájaros que pierden las ganas de volar en mitad del vuelo.
Y de cómo un diestro maestro de la magia blanca, convoca a las fuerzas sobrenaturales para hacer la vida un poco más hermosa y llevadera recuperando la vigencia de lo real maravilloso. Dicen que los viejos tienen recuerdos y los niños fantasías. El poemario de Daniel Santos tiene ambos: es una suerte de fantasía que se recuerda a sí misma”.
(Jorge Pereyra Terrones)

“Hay, en el ser humano, una tendencia umbilical y misteriosa que lo mantiene unido, donde quiera que esté, al terruño. Por eso, cuando uno emigra de su lar querido, siempre vive añorando el “bien perdido” de la infancia y siempre vive prometiéndose, con la terquedad de la nostalgia, el retorno al lugar de los orígenes.
Hay que allegarse a este libro con unción. Todo en él es teluria. Un aliento descomunal de sentirse ligado al campo en todas sus aristas: el llano, la travesía, la cuesta, el atajo, las cumbres, la bajada…”.
(Luis Cabos Yépez)

“La poesía de Cajamarca (y de Celendín. JH) nuevamente vuelve con brillo a mostrarse como pilar de la poesía peruana. Y, no es una noticia del entusiasmo, es una afirmación concreta, la cual se sustenta en el libro de Daniel Santos Gil Jáuregui, intitulado Como rama oculta del arcoíris”.
(Bethoven Medina)

Para disfrutar del arte literario de Daniel Santos Gil entrelazamos algunas ramas de su arcoíris:


Infancia

Volveré sin duda al calor de la vieja casa de adobe
En cuya cumbrera que miraba al poniente
Una tarde de mayo
Cantó un zorzal hasta perder la voz

El mismo corazón que renunció a sus alas
Para que mis brazos pudieran cortar el viento
Y a sus azules ojos
Para que mi alma alcanzara la luz
Me abrirá la puerta
Con sus renovados brazos abiertos
Como si me recibiera por primera vez

Quién me abrazará luego no sé
Pero presiento que reconocerá mi voz el añoso duraznero
Que apenas ya
Extiende sus oídos por el patio empedrado
Que ya no es
(…)
Mi padre me dice que nada es igual
Que el vecino que solía traer el alba desde el fondo del valle
Junto con su ganado se llevó
Un amanecer desesperado
El poco de cielo que pastaba en esta tierra

Nada en efecto es igual
Salvo la casa de adobe a la que regresaré siempre
En busca de la infancia

Quisiéramos entregar todo el contenido del poemario, pero la rigidez de los espacios nos limita. Entonces, unos extractos breves, como el lúdico contorneo del sol en las gotas fugaces del agua sideral, que ratifica la fidelidad del poeta Daniel Gil con la tierra que lo acogió los primeros e imperecederos años de su vida, y a la que defiende ardorosamente con su canto lírico.

Has nacido en esta tierra
Hecha del imaginario de sus habitantes
De lluvias de pájaros luminiscentes
De fabulosos corceles
Que apagan con sus coces el fuego
…………………


La luz trepará luego
Sobre las hojas
Enaltecidas
Dejará imperceptible su cuota de vida
………………….


Cae la mazorca de maíz
Salta el trigo en la era
El hombre
Se yergue jubiloso
Empieza la vida de nuevo
…………………..

Es el tallo
Imagen y semejanza del hombre
Cuya estatura
Estriba
En la profundidad de sus raíces
………………….

El alma vegetal de Orfelinda
Robándole una rama de fuego
al viento
que huye de otros vientos –en la pampa-
para decirte adiós
con aquel entrañable caldo verde
De paico nacido de sus ojos color café
…………………..

Al rescoldo de este fogón de piedra
Sobre los pullos tendidos en el suelo
También crece la rosa del amor
…………………

Lima, febrero de 2012
*

lunes, 26 de diciembre de 2011

LITERATURA: La poética de Mime

Por Jorge Horna
Reconociendo la calidad formal de su escritura: verso elaborado con destreza, preciso y cuidado lenguaje, ritmo y musicalidad imprescindible, estilo reflexivo; la lectura de Resplandores en la bruma de Manuel Sánchez Aliaga, nos induce al tratamiento de los contenidos que aborda en el poemario aludido.
El poeta, en tanto ser humano, apela esperanzado a la palabra y desde la nitidez de sus íntimas heredades percibe el hallazgo de su propia identidad, expresada en claridad, cual agua pura de los manantiales. Invoca para este propósito la lucha inmanente entre entendimiento y oscurantismo, expresa su dicha plena en la búsqueda reiterada de la incandescencia espiritual.


Ante las fragilidades, flaquezas y el menoscabo de la dignidad, consecuencia de la desnaturalización humana, el poeta muestra su compasión, pero en un acto de ternura iza la recurrencia de su mensaje para cincelar una “naciente alborada, / (una) nueva creación”.

En Resplandores en la bruma bulle la fuerza anímica de la belleza en su estado pétreo, la cúspide de los valores humanos en las circunstancias diversas de la vida.

Como para brindarnos el colmado disfrute de su palabra poética, Manuel Sánchez Aliaga emerge también con sus recuerdos amorosos, encendidos romances que, siendo a veces efímeros, gozan de un aire celebrante. Buena parte de los poemas están dedicados a la amada; así se declara: “…escribo en tu frente / con la tinta indeleble / de mis venas”. Luego: “Sentirás por las noches / el guiño de una estrella, / su aguda mirada, / y temblarás / pensando en mí, / y al volver la cabeza / un suave golpe de viento y de luz / te besará”.

Sin embargo, su gran cariño, su inmenso amor es universal, cósmico; por eso, atento a su preocupación esencial retoma la tenaz exploración de la existencia, entonces dilucida con su magistral versificación, peculiaridad ésta que lo define como un profundo poeta.

INTROSPECCIÓN

(…)
Quisiera arrodillarme ante el tiempo senil
vacío de imágenes
y pedir a mi acerba alegría
mude los sollozos vanos
en júbilo explosivo
el día que pueda anular
la aflicción, el caos,
con mi soplo de esperanza,
y alcance a transformar
la maldad del mundo
en árbol frondoso que exhale
perfume de azahares
y fulgor de estrellas
que esparzan
el bien.

SIDERAL

Voy al espacio sideral
a contemplar
la caída de las estrellas
unas tras otras…
Voy a ver el Sol.

Miro el Mundo, me duele.

Desolado, defraudado,
triste, encuentro
humanas tinieblas,
desentendimiento, confusión.

Vuelo entonces más allá
del espacio sideral
a verter lágrimas purificadoras
sobre los heterogéneos continentes
de la Tierra.

Vuelvo a empujar
un poco de día
sobre la noche.

CAMINOS

(…)
¡Ay, Camino interminable de la Tierra,
cómo me recuerdas
al camino inseguro de la Vida!
Tú, Camino de la Vida,
abrazando como siempre
al caminante,
recordando de los tiempos el Inicio,
haznos caminar sin titubeos,
sin tropiezos,
¡por favor, hasta el final

Manuel Sánchez Aliaga “Mime” (Celendín, 1939). Profesor, director y actor de teatro, gestor cultural. En su tierra natal fundó y dirigió periódicos y revistas (“Ecos”, “El Golpe”, “Marañón”). Ha colaborado como articulista en diversos medios escritos.

Ha publicado: en narrativa Pláticas del viento (2009) y el poemario Resplandores en la bruma (2011).
Lima, 22 de diciembre de 2011

viernes, 21 de octubre de 2011

LITERATURA: Los libros de Walter Díaz Chávez

Por Jorge Horna
Con lenguaje llano, relato lineal ajeno a técnicas literarias, Walter Hermógenes Díaz Chávez (Celendín 1928) ha publicado sus novelas cortas A la vera de la vida (Edición autoral. Lima, 2008) y El botón de oro (Lima, 2010).
A la vera de la vida es una historia relatada en primera persona que transcurre en torno a un niño, Gumercindo, que se constituye en el protagonista. Las escenas narradas están localizadas entre Balsas, puerto fluvial del Marañón, y los parajes celendinos.
El éxodo forzado por la pobreza económica, las idas y retornos de la familia de Gume (Gumercindo) en la búsqueda de esperanzas para sobrevivir, establece el entrañable vínculo con el campo, la tierra y la chacrita cultivada que apenas amengua el hambre.





Los libros de Wálter Díaz Chávez






Pero los anhelos de Gume se transforman en empeños y decisiones, sus tiernas miradas al cielo avizoran horizontes; la aventura colosal de un niño de nueve años de su edad que inicia el trayecto, solo, desde la otra “banda” (orilla, margen del río) en pos de forjar una existencia más llevadera para él y su familia. En ese sentido y siguiendo el hilo narrativo, A la vera de la vida se emparenta con el libro de relatos Huauco del sucrense Máximo Chávez Sánchez “Sachama”.
Las acciones están repletas de peripecias en los caminos rurales, en la soledad y la lejanía; felizmente la solidaridad humana de los caminantes campesinos aparece con la persistencia de siempre. Gume tiene que dialogar de igual a igual con curtidos arrieros, llevar el paso apurado de éstos.
Hospedado en casa de un amigo de viaje en la ciudad (Celendín), el personaje principal de la novela logra estudiar y trabajar, y no ceja sus esfuerzos hasta alcanzar el objetivo de trasladar también a toda su familia al lugar donde él se encuentra.
Con El botón de oro la historia narrativa prosigue. Gume, adolescente, y su familia logran con la ayuda de cercanos parientes trasladarse a la localidad de Cajamarca. Su padre encuentra trabajo estable, su madre dedicada diligentemente a los quehaceres domésticos, sus hermanos menores estudiando. Con el apoyo de su padre estudia en la universidad de Trujillo; entre el despertar amoroso, los paseos y fiestas juveniles acompañado de amigos y amigas, culmina sus estudios profesionales de Historia Natural.
Walter Díaz Chávez, ha anunciado publicar la zaga de este conjunto de novelas con el título Mis retratos literarios, este inminente libro completará la trilogía que se ha propuesto como meta.
Saboreemos la ternura, sencillez y sinceridad de este autor celendino, en los extractos de estos monólogos interiores de A la vera de la vida:
“… tengo una huella que me traspasó mi padre, la huella del trabajo, de la honradez y el respeto a los demás… (pág. 49)
… sólo siento que soy dueño de mi destino y tendré el mundo como escenario… (pág. 57)
… nosotros ya vimos cruzar el Sol varias veces por el firmamento, no esperemos que nuestro espíritu se arrincone… (pág. 70)
Tendremos que distinguir lo real de lo imaginario, ya las cuerdas de nuestro destino están templadas… (pág. 72)
… nuestras conocidas montañas llorarán con su eco nuestra partida en las silenciosas y profundas quebradas, que solíamos contemplar al amanecer y anochecer”. (pág. 75)


sábado, 20 de agosto de 2011

ARTE: El auténtico Pedro Azabache

Por Jorge Horna
En este espacio preferentemente publicamos temas relacionados con escritores y artistas de nuestra provincia, Celendín; sin embargo, hacemos hoy una excepción. Nos referimos a uno de los pintores cuyas obras representan aspectos genuinos de la identidad peruana: Pedro Azabache, que a sus 93 años continúa imperturbable agasajando nuestro espíritu con su maravilloso arte (NdlR).

MUESTRA ANTOLÓGICA DE PEDRO AZABACHE

“El último eslabón indigenista”, es la frase con la que el diario La República titula la reseña sobre la exposición del artista de Moche, Pedro Azabache, inaugurada el jueves 11 de agosto de este año en la Sala del Centro Cultural Inca Garcilaso (Ministerio de RREE).
Al amplio recinto (jirón Ucayali 391 – Lima) asistieron críticos de arte, escritores, poetas, estetas, los generosos poseedores de las colecciones particulares de los cuadros cedidos para la exposición.

Pedro Azabache en su casa en la campiña de Moche (Trujillo).

Pedro Azabache nació en el distrito de Moche, Trujillo (La Libertad) el año 1918. Ha participado en muestras colectivas e individuales en Canadá, Francia,, Bélgica, Italia, España, EEUU; y en muchas exposiciones en Trujillo, Lima, Andahuaylas y otras ciudades.

"Calle de pueblo con música"

El justo reconocimiento al pintor mochero es abundante; los más distinguidos: Medalla de Oro de la ciudad de Trujillo (1992), Gran Oficial por el gobierno peruano (1996), Hombre del año por la Municipalidad de Moche, (2007), Medalla de Honor por el Congreso de la República (2008).

"Devoción a San Isidro Labrador".

El crítico de arte Eduardo Wuffarden, opina sobre los óleos de Pedro Azabache:

“Pedro Azabache es, con toda certeza, el decano de los pintores peruanos y el último representante original de la escuela indigenista liderada por José Sabogal, uno de los movimientos más influyentes del siglo anterior. Impermeable a las nuevas corrientes y ajeno a toda influencia foránea, Azabache permanece hoy sorprendentemente activo y fiel a ese legado, alternando como siempre en el cultivo de la tierra con el registro pictórico de su entorno. Nunca ha dejado de habitar en Moche, a las afueras de Trujillo, un pueblo agrícola repleto de huacas milenarias y atravesado por acequias de regadío, en el cual nació hace noventa y tres años, donde todos conocen su modesta casa-taller y admiran en él, con orgullo compartido, al más ilustre de sus vecinos. (…)

"Mi Madre" - Moche.

Pero sin duda la familiaridad del pintor con los tipos moches es lo primero que salta a la vista al recorrer esa galería de personajes lugareños (…) De ahí que en su obra reciente se perciba un marcado predominio de la memoria sobre la descripción (…) que suelen erigirse ante nuestra mirada como escenarios de evocación, donde el pintor intenta captar costumbres y modos de vida desaparecidos, con evidente añoranza (…)”.

lunes, 15 de agosto de 2011

ENSAYO: Inquietudes y preguntas

Por Jorge Horna
A sus libros: Julio Garrido Malaver y Celendín (2003) y JGM, vida y obra (2006), Santiago Araujo Velásquez suma el publicado este año, Inquietudes y Preguntas (Edit. ORUS. Lima, 2011). Es un breve ensayo que “trata de desentrañar los misterios del tiempo, del espacio, de la vida, de la muerte…(y) de cómo la humanidad ha tratado de resolverlos”.
Hace un recorrido por la filosofía de la Antigüedad hasta los tiempos contemporáneos, recoge el saber reflexivo y la indagación astronómica anterior a la era cristiana, y los conocimientos, opiniones e hipótesis de rigor científico desde Galileo, Kant, Hegel, Alberto Einstein, hasta Carlos Marx y Sthephen Hawking. Se apoya el autor de Inquietudes y Preguntas en abundantes citas textuales de las obras de filósofos y hombres de ciencia.
La galaxia y nuestro sistema solar como parte de ésta, es otro tema que inquieta a Santiago Araujo Velásquez; la influencia de los astros y estrellas en la vida y el desarrollo de las actividades cotidianas en todas las civilizaciones del planeta Tierra.
Una característica del libro que reseñamos es la síntesis y concreción empleada unidas a la seriedad investigativa. Incluye también la Proclama a Julio Garrido Malaver, escrita por Araujo el 8 de octubre de 1997.


DATOS. Santiago Araujo Velásquez, nació en Celendín el 27 de octubre de 1928. Sus padres: Santiago Araujo Chávez y Magdalena Velásquez Baella.
Sus estudios básicos los cursó en su provincia natal. Los superiores en la Universidad Nacional de Trujillo y en Buenos Aires (Argentina). Obtuvo los títulos profesionales de profesor de Filosofía y CC.SS. y Abogado en la Universidad Federico Villarreal.
Por sus ideales antitotalitarios estuvo preso cinco años (1949-1954).
A sus 83 años de edad, hoy manifiesta su decepción con gran dosis de frustración por las traiciones y oportunismos, latrocinios, corrupción y muerte que el partido aprista, al cual se adhirió desde su adolescencia, exhibe en los dos períodos de gobierno; Santiago Araujo Velásquez es un permanente cuestionador del devenir político del país.

miércoles, 3 de agosto de 2011

LIBROS: Jorge Díaz Herrera presenta dos nuevas novelas

La República. Lima, martes 2 de agosto de 2011

El escritor cajamarquino (nacido en Celendín) Jorge Díaz Herrera presenta hoy dos novelas. La primera es Las almas de Magnolio, una historia desconcertante en la que el protagonista se pierde dentro de sí mismo y descubre la relatividad de la inmensidad del infinito. La novela es la historia de cómo el personaje intenta hallar la salida a este laberinto.

El escritor celendino Jorge Díaz Herrera.

La segunda novela es Pili Carril y sus chimpunes mágicos. Narra la aventura de un adolescente cuyas condiciones físicas lo relegan a la banca de suplentes de su equipo de fútbol Sport Tigre. Después de alejarse por un tiempo del equipo, regresa transformado por su gran esfuerzo y sacrificio, convirtiéndose en el goleador de su equipo.
Ambas novelas se presentan hoy, último día de la 16 Feria Internacional del Libro (cuadra 17 de la Av. Salaverry, Jesús María). En la presentación participarán Carlos “Carlín” Tovar, Juan Acevedo y Aníbal Paredes. La cita es a las 8.15 pm. En la Sala Ciro Alegría.

domingo, 12 de junio de 2011

HOMENAJE: Honoris Causa a Jorge Díaz Herrera



Colegas, amigos :La Universidad Nacional de Trujillo distinguirá con el Dr. Honoris Causa al literato Jorge Díaz Herrera.Esto se hará el día 27 de junio a las 6.30 p.m. en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Trujillo, dentro del marco de las Bodas de Diamante de la Facultad de Educación y Ciencias de la Comunicación de la UNT. Les invitamos a participar en esta ceremonia de distinción, así como a las que se consignan en el programa general de las Bodas de Diamante de la Facultad de Educación. Adjuntamos programa.


El escritor celendino visto por su paisano y amigo "Charro"

BODAS DE DIAMANTE
PROGRAMA DEL 75º ANIVERSARIO DE LA FACULTAD DE EDUCACIÓN Y CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN
Decano: Dr. Alberto Moya obeso.
COMISIÓN CENTRAL
1. Dirección Ejecutiva: Prof. Juan L. Vásquez Sánchez
2. Presidente: Prof. Raúl Rivero Ayllón
3. Integrantes: Profesores, Elizabeth Sánchez Moya, Gilberto Roldán Paredes, Angel La Cruz Torres; Aurelio Arroyo Huamanchumo, María Luisa Bazán Guzmán, estudiantes Denis Mercado Beltrán, Daniel Vidal Gómez, Susan Dávalos Zavala y Elizabeth Becerra Cabanillas.

PROGRAMA:
JUEVES 23 DE JUNIO
8.00 am. Izamiento del pabellón nacional y de la Facultad de Educación y Ciencias de la Comunicación (Patio central de la Facultad).
DEL 23 al 26 DE JUNIO
9.00 am Conmemoración del 34º aniversario del Programa de Segunda Especialización en Tecnología Educativa-SETE (Programa especial)
DOMINGO 26 DE JUNIO
8.00 am Participación del personal, docente, administrativo y estudiantes en el izamiento del pabellón nacional en la plaza de armas de Trujillo (Programa especial)
LUNES 27 DE JUNIO
9.30 am. CEREMONIA CENTRAL: auditorio César Vallejo-UNT
PROGRAMA
Primera Parte:
1. Himnos interpretados por la Orquesta Sinfónica de Trujillo y el Orfeón universitario
2. Presentación del programa de aniversario a cargo del presidente de la Comisión Organizadora, Profesor Raúl Rivero Ayllón.
3. Video institucional de la Facultad de Educación y Ciencias de la Comunicación.

miércoles, 25 de mayo de 2011

PUBLICACIONES RECIENTES: AVATARES… y otros relatos

Es el cuarto libro que Gútemberg Aliaga Zegarra publica en su trayecto literario. La presentación se realizó en el salón parroquial de la iglesia San Isidro de la ciudad de Sucre, el sábado 14 de mayo. Gran cantidad de asistentes acudieron a la invitación que el autor había previsto y que constaba en el programa de las celebraciones en homenaje al Patrono de Sucre.


Carátula del libro del esritor Gutemberg Aliaga Zegarra.


Participaron como ponentes en la presentación de AVATARES…y otros relatos: Octavio Reyna Montoya y Manuel Sánchez Aliaga “Mime”, quienes pusieron de relieve la fase de madurez narrativa que Gútemberg Aliaga ha logrado en este libro.Entre los presentes estuvieron: el sociólogo Tito Zegarra Marín, los profesores Máximo Chávez Sánchez, Ever Reyna Zegarra, todos ellos oriundos de Sucre y que también han publicado libros de ensayo, narrativa y poesía.








La contracarátula del libro con la acertada opinión de nuestro poeta Jorge Horna.



El libro impreso como medio de información, conocimiento y culturización, felizmente goza de buena salud a pesar de contracorrientes que pretenden imponerse; en todo el territorio de la patria está surgiendo un movimiento regional en lo literario y la investigación, teniendo como derrotero el rescate de lo nuestro, en ese sentido el profesor Gútemberg Aliaga Zegarra surge victorioso con sus AVATARES…y otros relatos.(JH)
Perfil:
Gútemberg Aliaga Zegarra, nació en Sucre (Celendín). Profesor de Castellano y Literatura. En 1991 obtuvo el primer puesto en el Concurso de Cuento “Alfonso Peláez Bazán” convocado por la Asociación Celendina de Lima. Ha participado en diversos eventos y encuentros literarios en la región Cajamarca.
Ha publicado: El sueño del floripondio (Cuentos) - 1999; Fibras del tiempo (Poesía) - 2003; Personajes de la Historia sucrense - 2007 (primera edición), 2009 (segunda edición) en coautoría de Olindo Aliaga Rojas.

domingo, 22 de mayo de 2011

NARRATIVA BREVE: Las "Mushcas" de Charro

Algunos críticos afirman que el cuento breve o microcuento es un género literario; sin perder su esencia y requerimientos, la buena narrativa expresada con un mínimo de palabras cumple su cometido, es decir, es lecturable (vocablo creado por M. A. Denegri)
Jorge Antonio Chávez Silva ha hollado en el cuento corto con el acierto que ha demostrado en sus relatos de largo aliento, las estampas orales de su pueblo y las novelas que ha escrito y que permanecen aún inéditas.
En esta ocasión presentamos, a manera de aperitivo literario, tres cuentos para el deleite de los lectores del blog Espina de Maram. "Charro" (así le llaman sus íntimos amigos y así le conoce casi toda la población celendina), además de ser un reconocido pintor, está en un proceso permanente de realzar su escritura. (JH)


OYENTE
La mujer amaneció de un humor de perros, despotricando contra todo el mundo. La emprendió especialmente contra el marido a quién denostó su inercia, su falta de ambición y su conformismo senil que la había convertido en una mujer frustrada, presa de una neurosis consuetudinaria..

-Eres poco menos que un estropajo –fue su sentencia final.

Camino a la escuela donde estudiaba su nieto, su hijo trataba de disculpar los insultos de su madre y en cierto modo le agradecía su paciencia..

-Padre, he notado que mientras mamá te insulta tratando de sacarte de tus casillas, tú permaneces impasible ¿Por qué?

-Porque la escucho como si lloviera.


TABLA
Telesila era la muchacha más flaca de la población. Todo el mundo se burlaba de ella y cualquier sobrenombre relativo a esa condición le caía como anillo al dedo, pero el apelativo que perduró fue el de “Tabla de planchar”.

Parecía destinada a no probar jamás las dulzuras del himeneo, hasta el día de Acción de Gracias en que cayó aparatosamente en las gradas del atrio de la catedral, en medio de las burlas de todo el mundo.

De entre la gente surgió Asdrúbal, un joven fuereño por el que todas las jovencitas del pueblo suspiraban.

Él la alzó en sus brazos y la llevó de ese modo hasta su casa.

Nunca se supo que le encontró, pero desde ese día Telesila y Asdrúbal fueron inmensamente felices.


CARTA
Querida mamita:
Allí te envío esas cositas para que coman con la familia, ojalá sea de tu agrado. Esperando que todos estén bien, paso a contarte que acá en Lima, la puga es negocio, y se gana mucha plata, imagínate que yo me gano doscientos soles por noche. Por eso he pensado que debes mandarla a mi hermana Eustaquia que ya está maltona para que me ayude y a lo mejor te animas tú, pero qué hay querer mi papá.

Avísame si se animan, para mandarles la plata y esperarlos en la agencia porque acá en Lima, fácil se pierden.

Te besa tu hija.
Lastenia.


EN BUSCA DE LA FELICIDAD
La Joya estaba bajo el mostrador alumbrando la oscuridad. Gabriel, pensando en un placer inalcanzable, la guardó subrepticiamente en el bolsillo y prosiguió limpiando la tienda de don Agustín Sánchez, como hacía desde hace diez años.

Todas las mañanas recorría el kilómetro y medio que separa José Gálvez de Sucre para hacer su tarea.

En su pueblo están las mujeres más hermosas del norte. Y, entre ellas, Laura es la escogida. Por ella perdieron la cabeza muchos hombres que la pretendieron desde la muerte de Martín, su marido.. Pese a ello permanecía sorda al amor.

Mientras caminaba por la Misionera Gabriel palpaba la joya en su bolsillo. De vez en cuando la sacaba un momento pensando que en ella estaba encerrado el diablo.

De regreso, a las tres de la tarde, Gabriel encontró a Laura en la pampa “El Verde” cuidando sus vacas. Envalentonado por la tenencia de la joya la abordó. Le hablo de la pasión que lo abrasaba desde niño y que si antes no lo dijo fue por timidez.

Laura lo miró como quien mira una piedra del camino.

Como último recurso Gabriel le mostró la joya:

-Sólo quiero probarte una sola vez a cambio de esto.

Laura sopesó la joya y se decidió:

-Está bien, Una sola vez. Ven a mi casa a las 11. No toques la puerta, solo empújala, la dejaré abierta.

Esa misma noche, Después de haberla gozado intensamente, Gabriel antes que Laura le pidiera la joya, echó a correr desnudo hacia su casa, seguro de que ella no se expondría al escándalo de perseguirlo.

Al día siguiente cuando llegó a la tienda, don Agustín lo esperaba:

-¿Tú has cogido el brazalete de oro que ayer se me cayó? –le preguntó.

-Sí, don Agustín, acá lo tengo. Solo la necesitaba para encontrar la felicidad..

-¿Y la encontraste?.

-Sí.

-¿Y cómo es la felicidad?

-La felicidad es un mete y saca y dura solo cinco minutos.

viernes, 15 de abril de 2011

POESÍA: Los nueve monstruos

Por Jorge Horna
César Vallejo con su obra poética inaugura en la literatura peruana y latinoamericana la libertad de la escritura, y el sustento de su propuesta es el vínculo entre palabra y realidad vivida: “…Vallejo encuentra la verdad humana ahí abajo, a ras del suelo (…) establece una fusión indisoluble entre verdad y poesía…” (Saúl Yurkievich. El humanismo de C.V.)
Los frutos literarios del poeta santiaguino (1892 – 1938) han sido estudiados, analizados y confrontados por investigadores de diversos perfiles y especialidades (literatos, sicólogos, periodistas, sociólogos, historiadores, antropólogos) en prolíficos textos que desafían nuestra capacidad de lectura y reflexión.

"Melancolía", óleo de Salvador Dalí.

En el libro Poemas Humanos de César Vallejo publicado póstumamente el año 1939, está incluido el poema “Los nueve monstruos”.
Intento en esta breve nota realizar un acercamiento a la semántica del aludido poema.
César Vallejo elabora su mensaje humano cuando advierte que en una sociedad de desigualdades enormes, la adversidad y la aflicción para una inmensa mayoría se torna en tormento; las clases sociales dominantes destruyen a los otros para perennizarse en el poder.

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces (…)

De modo no declarado, disimulado, oculto, soterrado se provoca sufrimiento; sin embargo éste crece y se multiplica cotidianamente.

Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en
(la cartera)
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! (…)

Es el dolor humano evidente, que aflora y recorre de pies a cabeza y cala en el alma.

Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
tan mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor, (…)

No hay circunstancia que no sea invadida por la desdicha de ser pobre, se mueve y se reproduce porque es consecuencia del poder de unos contra otros como signo de dominación.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente (…)

Vallejo en su propósito de hacernos entender con crudeza el sufrimiento, recurre a la personificación y nos dice que el pan (alimento de sobrevivencia de los pobres) es negado en provecho de intereses mezquinos.

Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver el pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla, (…)

En los últimos versos de “Los nueve monstruos”, César Vallejo expresa su agobio, cuestiona con reiteración al ministro de salud (representación del poder estatal), e invoca a todos los que sufren la opresión, a los saben de ella, a iniciar y cumplir la noble tarea de liberar a nuestro pueblo y construir una sociedad diametralmente opuesta a la actual.

Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: qué hacer?
Ah! Desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.


Lima, 15 de abril de 2011.

martes, 22 de marzo de 2011

TEATRO: Semblanza del dramaturgo Grégor Díaz

Tenemos el agrado de publicar el testimonio del artista Magno Serván Meza, compañero y amigo de nuestro paisano, el escritor y dramaturgo Grégor Díaz, con quien compartió, además de los estudios, inquietudes artísticas tempranas que los llevarían definitivamente por los caminos del arte. Agradecemos la deferencia de hacernos llegar su artículo, que valoramos en la intesidad y sinceridad que le ha impreso el autor (NdlR).

GRÉGOR DÍAZ, ACTOR Y ESCRITOR AL QUE LA VIDA HIZO DRAMATURGO

Por José Carlos Magno Serván Meza
Soy locutor y músico, nacido en mi querido Surquillo, además de aficionado a escribir estas reseñas. Siendo escolar en 1950, hice de actor en las emisora Miraflores y Nacional. Incentivado por ello debuté en El Sol con Elías Roca y ese 1954 gané un concurso de Radio Victoria. Ingresé a Canal 4 en 1970 hasta el 95, año de mi renuncia. Soy acordeonista y tecladista. Sigo actuando como "Carlos Serván y sus Teclas".

Me llamó la atención oír en un programa del Cable la mención de Grégor Díaz como autor de una serie de obras literarias, llevadas a escena en el Teatro peruano. Resulta que este personaje, nacido en Celendín y quien trajeron a Lima a los dos años de edad, fue compañero mío en el Colegio Fiscal 401, en nuestra primaria e inolvidable etapa escolar, cuyo local estaba en la avenida Primavera de Miraflores. Allí, todos los chiquillos de Surquillo aprendimos, desde un inicio, lo elemental de nuestra instrucción.

Grégor Díaz con artistas de la Tv. (Foto del autor)

Era otra la enseñanza. Con profesores de vocación y entregados a la sagrada obligación de preparar buenos contingentes humanos para la Patria. El niño Gregorio, venido de Celendín, se crió en mi querido barrio de Surquillo, en aquellos tiempos, todavía no considerado distrito. La misma época de Reynaldo Naranjo el poeta y, algo mayor que nosotros, José Chiarella, buen futbolista y luego entrenador. Mauro Mina y Roberto Dávila, este último al que me atreví a retar en "chócala para la salida" y que sería Campeón Nacional de los "Pesados".
Aquel palomilloso Gregorio que creció en el ambiente surquillano y fuera huérfano de padre, me parecía un niño soñador y bebía de aquellas costumbres y tratos populares. Era sano y muy sacrificado porque ayudaba a su madre, como muchos de los compañeros estudiantes. La hora del recreo nos unía y servía para alimentar a "La Abeja", el mural que exponía las poesías de Naranjo, Díaz, Serván y otros con la innata vocación de escribir. Quién diría que, terminada esta hermosa relación primaria, nos volveríamos a juntar en 1954.
En efecto fue en radio "Victoria". Ya no era Gregorio. Ahora se hacía llamar "Crégor Díaz". Estábamos algo cambiados por el desarrollo físico y en un desayuno en el que terciaba Juán Felipe Montoya, me enteré de sus verdaderas intenciones. Tuvo que bregar mucho para abrirse camino. Nosotros ya fungíamos de locutor. Un mal día no volví a saber más de él y con los años sabía de sus incursiones en el Teatro Peruano. La misma época de Ernesto Ráez, Alfredo Bouroncle, Figueroa y otros que que lograron triunfar.
Nació el 21 de Abril de 1933 y sin nuestro permiso, como lo diría Ernesto Ráez, partió al más allá en 2001. Se convirtió en dramaturgo y es así como se le recuerda. No logró consagrarse como actor y perdió tiempo precioso en la televisión. Cuando descubrió su talento de escribir, de narrar hechos de la vida que le tocó observar, no desperdició un sólo instante y, sin haber sido bueno con la gramática, lleno de coraje y voluntad, nos regaló con muchas obras que hoy la juventud teatral sabe reconocer como excelentes.
"Grégor Díaz", hizo el primer intento con "Los del 4" y el recordado Reynaldo DÄmore lo llevó a la escena con resonante triunfo. Vendrían "La Huelga", dirigida por Ráez, "Sin Ton ni Son", "El Círculo de Barro", "Cercados y Cercadores", "Harina Mundo" y otras interesantes producciones que pueden hallar en Internet. Un Dramaturgo en toda la extensión de la palabra. Lamento haberlo perdido. Para nosotros, un ejemplo de "querer es poder". Seguimos sus pasos, no a su altura, y es nuestro orgullo como amigos de toda la vida. Gracias.

lunes, 21 de marzo de 2011

EL REALISMO SOCIAL DEL DRAMATURGO GRÉGOR DÍAZ

Celendín le debe un reconocimiento y valoración a Grégor Díaz por su trayectoria intelectual y su producción literaria que desplegó a lo largo de sus 68 años de vida.

Grégor Díaz Díaz nació en Huacapampa (distrito de José Gálvez, Celendín) el año 1931, falleció en Lima el año 2001. La extensa obra dramática que escribió ha sido acogida y representada por diversos grupos teatrales.



El domingo 20 de marzo de este año, asistí a espectar la puesta en escena de la obra Cercados y cercadores, en el local de la Casa de la Literatura Peruana; los actores integran “El Cuadro Teatro”.

En el volante que se distribuyó esa noche se lee: “Grégor Díaz es un reconocido autor teatral peruano que captó la atención de connotados directores, actores y actrices a finales de la década de los 60 e inicios de los 70, y su vigencia sigue en pie, por el tono de denuncia que caracteriza sus piezas.
En cada una de las obras que han sido escritas por este autor celendino se evidencia la denuncia, la protesta y la solidaridad con los marginados y desposeídos. En esta oportunidad y gracias al auspicio de La Casa de la Literatura, se presenta la obra Cercados y cercadores (1971)”.

Cercados y cercadores tiene como motivación las circunstancias por las que atraviesan hombres y mujeres desocupados, que no hallan trabajo en el país; el chantaje a las jóvenes mujeres de los soberbios empresarios; la discriminación por la edad, raza, idioma, estrato social, etcétera, es la característica oprobiosa del sistema capitalista, hoy denominado neoliberalismo.

El contenido de los dramas que escribió Grégor Díaz expresan el anhelo de una sociedad sin explotados ni explotadores, sin mendigos ni adoradores del dinero, sin individualismos y egoísmos. Un mundo donde la justicia social sea pan de cada día, humanismo e igualdad de oportunidades. Es un teatro comprometido con las penurias del pueblo, que refleja la realidad social de nuestra patria y las esperanzas de un cambio cuyos protagonistas serán aquellos que por centurias han heredado la pobreza y marginación.


Jorge Horna

Lima, 21 de marzo de 2011

martes, 15 de marzo de 2011

LIBROS CAJAMARCA, CAMINOS DE POESÍA

El año 2006 se publicó el libro Cajamarca, caminos de poesía con los auspicios de la APECAJ (Asociación de poetas y escritores de Cajamarca) y de la municipalidad provincial de la referida ciudad. Tengo entre manos el volumen gracias a la generosidad de Socorro Barrantes Zurita.

En el prólogo, Jaime Abanto Padilla expresa que “se trata simplemente de una reunión poética ordenada alfabéticamente”. De los 125 (ciento veinticinco) nombres incluidos , solo 29 autores alcanzan la calidad en las escritura de versos. Se debió hacer una selección más rigurosa para las 300 páginas del libro, que tiene además un formato de hoja A4.


Los datos biográficos y poemas de varios de estos 29 autores, han sido extraídos textualmente del libro Poetas de Cajamarca, publicado por Luzman Salas el año 1986. Así lo indican las anotaciones en el libro.

Entre los que justifican su escritura poética, hay varios autores consagrados cuya obra de algún modo ha sido difundida; también están jóvenes promesas.

De Hualgayoc, Oscar Imaña se ubica en la tradición literaria del norte del país, y los jóvenes Jaime Padilla Abanto y el siempre prolífico William Guillén.

De la provincia de Cajamarca, Amalia Puga de Losada encabeza la relación con su cuidadosa escritura; le siguen Socorro Barrantes, Esteban Quiroz, Nimia Morales, Rodolfo Pereyra Terrones, Aurora Alva Centurión, Luis Arbitres Mendo (aunque hoy más dedicado a la pintura); y noveles que pueden alcanzar logros mayores: Carlos Cabrera Miranda, Ricardo Ravines Mondoñedo, Francisco Sarmiento Cerquen y Guillermo Torres Ruiz.

Víctor Albitez Moncada y Camilo Terrones Cotrina de San Miguel de Pallaques, son los autores incluidos; se omitió al enorme poeta Demetrio Quiroz Malca.


Los ya clásicos Mario Florián y Marco Antonio Corcuera por Contumazá . Elvis Flores Mostacero en búsqueda de afirmación poética.

Julio Garrido Malaver, Irene Pereyra de Vásquez, Jorge Díaz Herrera y Jorge Wilson Izquierdo son los poetas que representan a Celendín, ellos son autores que han publicado poemarios. Gutenberg Aliaga con su empeño de forjar un sello personal a su escritura.

La provincia de Cutervo representada por un solo poeta, el investigador, crítico literario y docente universitario, Luzman Salas.

No aparece la obra que ha sido reconocida y valorada por la crítica de su tiempo, de Antenor Orrego (Santa Cruz), Nazario Chávez Aliaga (Sucre, Celendín), Anaximandro Vega (Chota), Demetrio Quiroz (San Miguel), y otros de generaciones más recientes.


El libro Cajamarca, caminos de poesía, recoge también la producción de 5 autores –reitero, con buena escritura- que no habiendo nacido en Cajamarca, desarrollaron en esta ciudad su trayecto literario y cultural. Ellos son: Manuel Ibáñez Rossaza (Lima), Bethoven Medina (Trujillo), Manuela Serrano (España), Virgilio Montoya (Urubamba, cusco) y Ricardo Cabanillas Aguilar (Pacasmayo).

Es nuestro deber reconocer el gran esfuerzo realizado para la edición y publicación de Cajamarca, caminos de poesía; también nos impele la obligación de manifestar que un trabajo de esta índole requiere investigación y un estricto sentido de tomar en cuenta la calidad de los textos, que en realidad deben reflejar literatura, es decir el tratamiento elevado del lenguaje y los contenidos.

Jorge Horna

Lima, marzo 2011

miércoles, 2 de marzo de 2011

PUBLICACIONES: CELENDÍN, LA CIUDAD AZUL al oeste del Marañón

Con la concurrencia de condiscípulos de colegio, amigos de infancia, paisanos y familiares, Raúl Díaz Chávez presentó su libro Celendín la ciudad azul al oeste del Marañón (edición del autor. Lima, 2010), en el local de la Asociación Celendina, el viernes 25 del presente.

Wálter Chávez Tejada hizo la exposición sobre el contenido del libro, que despertó interés en el auditorio, pero por lo extensa que fue, palideció un tanto.

En la intervención del autor se pudo percibir la abundancia de datos que investigó para estructurar y concretar Celendín la ciudad azul, que pretende desde una perspectiva histórica, desvelar y explicar el origen tan peculiar y la fundación de Celendín en el siglo XVIII.


Según Díaz Chávez, las etnias que confluyeron en el valle celendino se remonta al largo trayecto que realizaron judíos y árabes españoles y portugueses, que huyendo de la persecución de la iglesia católica a través de la Santa Inquisición, se asentaron finalmente en la planicie rodeada por los cerros Jelij, Tolón y Pumarume, y que en el porvenir se extendieron a todo el territorio de lo que hoy es la provincia.

Afirmó también, que en su peregrinaje después de vencer los mares oceánicos, las selvas inhóspitas y el río Amazonas, estos árabes y judíos vivieron un tiempo en la ciudad sanmartinense de Rioja, allí instalaron sus negocios estableciendo tres rubros: la ruta del sombrero, del chocolate y después, en Chachapoyas, la ruta de la “sal chacha”. Así explica el avance de aquellos grupos europeos que paulatinamente llegaron a establecerse en territorio celendino. El vocablo Zelaheddin de origen árabe se transformó más tarde en Celendín.

El libro Celendín la ciudad azul es un relato con abundantes descripciones y detalles que refiere los acontecimientos que convulsionaron la antigua historia española; hay una hibridación de hechos reales y ficticios del periplo de las etnias judeo árabes perseguidas por razones religiosas.

Víctor Raúl Díaz Chávez, nació en Pataz (La Libertad), pero desde su primera infancia vivió en Huacapampa (distrito de José Gálvez) y en la ciudad de Celendín, donde hizo sus estudios primarios y secundarios, y en la ex Escuela Normal se graduó de profesor de Educación Primaria. Desde el año 2005 ejerce el cargo de vice ministro de Gestión Institucional en el ministerio de Educación.

En la culminación del evento, el presidente de la Asociación Wilson Silva Ramos, pronunció su breve disertación protocolar; Ciro Sánchez Celis, al comienzo de la ceremonia, de modo coloquial esbozó los datos biográficos del autor. Y como siempre, Luis Aliaga Bardales condujo con entusiasmo el desarrollo del programa.


Actos culturales, literarios y artísticos (pintura, música, teatro) e investigaciones intelectuales, deberían ser una constante dentro del proyecto de actividades de la Asociación celendina de Lima.


Jorge Horna


Lima, 1 de marzo de 2011-03-01


domingo, 27 de febrero de 2011

LETRAS: La poetisa Elva del Carpio nos dejó

Hemos recibido esta sentida carta de nuestro amigo Javier Pereyra Díaz en el que nos comunica el lamentable deceso de nuestra poetisa Elva del Carpio Merino en un accidente. (NdlR)
Mis estimados amigos y paisanos:
El viernes 11 de febrero dejó de existir la señorita Elva Del Carpio Merino, como consecuencia de un accidente que sufrió en Lima cuando había viajado desde Celendín a hacerse un chequeo por la diabetes que sufría.

La poetisa Elva del Carpio Merino, de pie, entre el padre Vicente Calleja y Malena Peláez Pérez (Foto archivo CPM)

Ella era muy amiga de mis padres Wilder y Cruz Delmy, fue mi madrina de bautizo, pero para mí y todos mis hermanos siempre fue nuestra madrina. Mi familia está muy apenada, igual que muchos de ustedes que la conocieron, yo no pude asistir a su sepelio porque aún me encuentro de viaje.
Hoy por la mañana llamé a mi madre a saludarla por su cumpleaños y me leyó el poema que hoy comparto con ustedes. Este poema lo escribió mi madrina presagiando su partida, antes de su último viaje a Lima. Lo repartieron en su velorio.
Me decía mi Cruz Delmy: “faltamos en el poema la Chabuca, el Jimenez y yo, para completar a los de la CRUZADA HOGAR DE ANCIANO DE CELENDIN … solo tres quedamos vivos”. Me remonté en el espacio y el tiempo hacia esos hermosos años en que estas grandes personas que evoca mi madrina en su poema, con ella, con Cruz Delmy, mi tía Chabuca Chávez de Tavera y Elmer Jimenez , hacían sus actividades para recaudar fondos, las actuaciones en el salón de actos del Coronel Cortegana y otras más que sirvieron para que puedan comprar de la CASA HOGAR DEL ANCIANO DE CELENDIN que queda en San Cayetano.
En los contactos a quienes envío este correo hay varios amigos y familiares de las personas mencionadas en este bonito poema, estoy seguro que sentirán mucha nostalgia y recordarán igual que yo esas épocas donde la solidaridad, la fe y el amor irradiaban en este grupo de grandes celendinos.
Mucho les agradeceré difundirlo con los paisanos que tengan en sus contactos.
Un fuerte abrazo.
Walter Javier Pereyra Díaz
El “TUCO” Pereyra

Siempre Amigos

Marcha César por delante
su Sofía por detrás
le sigue Orestes muy firme
siempre al son del buen humor.

Y Donita ¿quién creyera?
También tras ellos marchó
conquistando a Elenita
que prontito los siguió.

Nuestra Juanita se dijo
¿por qué no los sigo yo?
y se fue, luego tras ella
su buen Alfredo corrió.

También hastiado del mundo
Arquímedes nos dejó
Ahora son allá arriba
Nuestra embajada, Señor.

Hoy he partido a su encuentro
muy feliz con ellos voy,
a disfrutar de un bocadillo
en la mesa del Señor.

Aunque estoy un poco triste,
por mis “semillitas” de amor,
pero quiero que sepan todos
que aquí Yo estoy mejor.

Elvita

viernes, 4 de febrero de 2011

LETRAS: Alfredo Pita en Lima

Los paisanos amantes de la literatura y la cultura en general estamos de plácemes. Alfredo Pita, el gran escritor celendino, estará con nosotros, en Lima, el 18 de febrero, fecha en la que presentará en persona su libro de cuentos más reciente, “Extraños frutos”, y una nueva edición de su libro de relatos anterior, "Morituri", ambos publicados por el Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
El evento tendrá lugar en la Casa de la Literatura, en el Jirón Ancash 207, Lima, en un horario que los editores del FEUIGV todavía no han precisado.
Alfredo Pita, que viene desde París para un reencuentro con sus lectores y paisanos, va a quedarse unos días en Lima, lo que es una ocasión para que los celendinos aprovechen para conversar e intercambiar ideas con él, ya que nuestro paisano es alguien al que siempre interesaron los problemas por los que atraviesa nuestra provincia.

Alfredo Pita y el poeta Jorge Wilson Izquierdo en el bello Celendín. Foto Charro.

Como sabemos, Alfredo Pita es un celendino ejemplar, una persona con un profundo amor al terruño que nos vio nacer, que sufre en carne viva el atraso de nuestro pueblo, la destrucción que padece actualmente la ciudad y que es uno de los primeros interesados en la conservación del espíritu celendino a través de sus manifestaciones culturales.
Esperamos que las instituciones celendinas como la Asociación Celendina de Lima y los paisanos en general, estén presentes en el evento para hacerle sentir a nuestro escritor el calor fraterno que nació en los albores de una niñez compartida en las rectilíneas calles de nuestra antigua ciudad y en el bello paisaje que riega el río Grande.
Celendín Pueblo Mágico se enorgullece de tener entre sus mentores y principales colaboradores a Alfredo Pita, quien desde lejos nos alcanza siempre su consejo y aliento. Estaremos en pleno, acompañándolo en el acto cultural que va a protagonizar para orgullo nuestro.

martes, 25 de enero de 2011

CAJAMARCA (Tomo V) de Nazario Chávez Aliaga

El año 2010 fue generoso para mí en lo literario bibliográfico. A medio mes de diciembre una tarde íbamos por el jirón Quilca con la sed de conversar: José Luis Aliaga, Jorge Chávez Silva y el que redacta esta nota. En una de las atiborradas tiendas de venta de libros usados, el ojo avizor de “Charro” divisó un libro de gran formato: CAJAMARCA de Nazario Chávez Aliaga; nos detuvimos en seco, José Luis se apresuró a preguntar el precio; el anciano vendedor balbuceó algo. ¡¿Cien soles?!, José Luis quedó pensativo calculando una rebaja . “Charro” volvió a preguntar el costo. Diez soles fue la respuesta; JL sin chistar palabra, lo compró.

El Huauco, la tierra de Nazario Chávez Aliaga. (Foto archivo CPM)

En la antigua panadería Huérfanos, en la esquina de Azángaro y Puno tomamos unos refrescos. “Charro”, mientras fijábamos los hitos de nuestro diálogo, revisó minuciosamente las 335 páginas del libro. Democrática fue la decisión para que yo lo llevara a mi hogar para leerlo.

El quinto volumen de la monografía CAJAMARCA, editado y publicado en Lima en octubre de 1958, está organizado en cuatro capítulos. El primero acopia biografías de las Mujeres ilustres de Cajamarca.

En el segundo capítulo el autor relata en 24 páginas su trayectoria intelectual, su paso por el periodismo (en la ciudad de Cajamarca fundó y dirigió el periódico “El Perú”), sus acercamientos políticos, su paso por el parlamento como diputado, su viaje como tal a Estados Unidos invitado por Sam Rayburn, presidente de la Cámara de Representantes.

Las entrevistas y declaraciones que dio a los medios periodísticos de ese país, son controversiales. En otro escrito analizaré las mismas.

Escritores Contemporáneos de Cajamarca es el subtítulo del tercer capítulo. Allí están resumidos los datos biográficos de 52 personajes de varias provincias de Cajamarca. Sin desestimar la importancia de algunos, mi interés se centra en los escritores celendinos mencionados por Nazario Chávez Aliaga. De cada uno de ellos transcribe los textos que produjeron.

De Vicenta Bazán de Araujo, está la trascripción completa del poema “Dolora”. De Armando Bazán Velásquez se publica un texto arenga: “Marcha triunfal de Bolívar por América, antes de su muerte prematura”.

Del propio autor de CAJAMARCA, NChA, varios poemas románticos, entre ellos “Resignación”. El texto completo de “Canto a la primavera en varios momentos” y una prosa poética de La tierra de los niños, cuyo autor es Julio Garrido Malaver. Los cuentos “Los huertos de don Eugenio Vera” y “Querencia” de Alfonso Peláez Bazán.

De Irene Pereira de Vásquez hay un poema perteneciente a su libro Cajamarca la bella. Y de Marcial Silva Pinedo, el bello poema “Mi retornar sin pasos”.

No figuran Pedro Ortiz Montoya ni David Sánchez Infante, que ya por esos años habían dado a conocer sus escritos, con un nivel relevante.

En el cuarto capítulo, NChA expone los comentarios textuales e íntegros de estudiosos, literatos y políticos de la época, acerca de sus propios libros: Liberación, Vértice y Parábolas del Ande. Mariano Iberico, Emilio Romero; Antenor Orrego, Armando Bazán, Luis Alberto Sánchez; Eudocio Rabines, Esteban Pavletich, son algunos de los opinantes. Es destacable la carta fechada el 23 de junio de 1929 dirigida a Nazario, enviada desde París por el poeta César Vallejo, felicitándolo por el poemario Parábolas del Ande.

En otro subtítulo: Artistas cajamarquinos, también está considerado el celendino Alfredo Rocha Zegarra (aunque algunos investigadores afirman que nació en Sucre, NChA lo consigna Celendín). Junto a sus datos biográficos, su poema “Inti Raymi”, además de dos estampas del pintor: Cristo surrealista y La tejedora.

Intuyo que en los otros cuatro tomos de la monografía CAJAMARCA, habrán informes interesantes referidos a los diversos aspectos de nuestro departamento de origen (hoy denominado región). Merecen leerlos.


Jorge Horna

Lima, enero de 2011

lunes, 17 de enero de 2011

18 DE ENERO DE 1911 - 2011 CIEN AÑOS DE CELEBRACIÓN

Por Jorge Horna

Conmemoremos y festejemos el hecho de que hace 100 años la Mamapacha en Andahuaylas (Apurímac) recibió primer el resuello del gran escritor José María Arguedas.

Los deslumbramientos del Ande abrieron los caminos al niño José María, y su afecto a la tierra se fue haciendo torrente de agua, roca viva, apretón de manos, abrazo de corazones con sus hermanos de las comunidades campesinas que le dieron abrigo repleto de ternura, auténtico y puro cariño. Desde entonces José María recoge la gran herencia cultural andina, el halo colectivista, el respeto a la Mamapacha y su compenetración con ella.


Y las melodías y las danzas con la porfía de la persistencia, nutrieron la sensibilidad del futuro escritor, como una manifestación de resistencia y defensa del legado que la invasión hispánica y los posteriores poderes dominantes pretendieron desaparecer. La narrativa arguediana está revestida del lirismo de la naturaleza, el desprendimiento por lo telúrico, es el mensaje de pertenencia a lo nuestro, la revelación de la realidad y el compromiso con la sociedad.

Los Ríos profundos, Agua, Yawar fiesta, Todas las sangres, El zorro de arriba y el zorro de abajo, son novelas que aportan muchos de los componentes esenciales para la forja de nuestra nación. Arguedas ausculta y denuncia los rezagos de la feudalidad en nuestro país, la injusticia social, y asume una firme posición al lado de los desposeídos, marginados y agraviados de esta nuestra patria peruana. Esboza –como debe ser- la alternativa de cambio desde la perspectiva integradora del socialismo mariateguista, un porvenir construido por todos y para todos.

Esas son las razones (o sinrazones) para que el Amauta Arguedas sea ignorado, silenciado, por quienes desde el canon oficial conservador manifiestan aún su miopía endémica.

Aquí estamos taita José María, nosotros, que como tú, tenemos el sueño de una organización social distinta para nuestra patria. Dialogaremos con la genialidad de tu palabra, cantaremos y bailaremos los huainos que rescataste para nuestro deleite, con el charango y el violín de Jaime Guardia y Máximo Damián, con los saxofones y arpas del valle del Mantaro, con la voz comprometida de Margot Palomino; beberemos chicha que es indómita agua y maíz de cosechas fraternas.

Eso haremos todo el año, y siempre, Maestro José María Arguedas Altamirano.


Lima, 17 de enero de 2011

martes, 28 de diciembre de 2010

LIBROS PÓSTUMOS DE JULIO GARRIDO MALAVER

Por Jorge Horna
La frondosa producción literaria que publicó Julio Garrido Malaver (Celendín 1909 – Trujillo 1997), abarca varios géneros: poesía, cuento, novela, teatro. La familia del poeta ha conformado la Fundación Cultural JGM, y uno de sus fundamentales propósitos es continuar con la reedición de los libros publicados y de los inéditos. El escritor trujillano Bethoven Medina Sánchez ha sido designado coordinador editorial y difusor de la obra garrideña.

De los signos, libro de Julio Garrido Malaver de publicación póstuma.

Dando concreción al optimismo y con el auspicio del gobierno regional de Cajamarca, se han publicado el año 2010 dos libros póstumos de Garrido.
Se trata de los poemarios De los signos y Escudos para mis banderas (Fondo de Promoción Artístico Cultural Regional de Cajamarca).

En el prólogo de De los signos se lee las palabras de Luzman Salas: “…es una exaltación de la vida, como la única eternidad posible que niega la existencia de la muerte para vivir por siempre iluminados. Es, pues, un cuaderno de recuerdos y esperanzas, de sueños y aspiraciones humanas.
Por lo dicho, don Julio Garrido Malaver sigue viviendo, inmarcesible, en los aromas y florecimientos de sus versos.”

Un poema de este libro:

Tienes que detenerte
frente a frente
de Ti y Contigo
para que puedas
preguntarte
en qué medida
has sido capaz
de servir a tus hermanos
a tu pueblo
a tu nación
a ti mismo;
y si del balance
resulta
que sólo te has servido
exclusivamente
a ti
no tienes derecho
a los laureles:
mereces
una corona de verbena.

Julio Garrido Malaver, falleció a los 87 años de edad. En sus años juveniles fue reiteradamente encarcelado y deportado por su activismo en el partido aprista auroral; su trayectoria se caracterizó por ser una voz disidente dentro de su propia agrupación política.
Por sus méritos literarios se hizo merecedor a lauros y reconocimientos. Su poemario La dimensión de la piedra es uno de los referentes más importantes de su vasta obra; antologías nacionales y latinoamericanas han incluido su poesía en sus páginas.

Escudos para mis banderas, libro de Julio Garrido Malaver de publicación póstuma.

El otro libro póstumo Escudos para mis banderas está prologado por Bethoven Medina. Él expresa estos juicios:
“…Julio Garrido Malaver, ratifica los ejes constantes de su poética y que, por su honda reflexión, establece inter relaciones con la filosofía. Se advierte un viraje introspectivo desde su infancia hasta la plenitud de su existencia. Observamos, además, que siempre la meditación está presente en sus contenidos, por más sencillez que aparenten sus versos. (…)
La poesía de Garrido Malaver, constituye una emoción sentida que nos libera, aunque sea por momentos, del plano de lo cotidiano para transportarnos a un plano más trascendente.”

¡Cómo podré olvidar de la primera vez
que rompiendo la puerta de mi casa
destruyeron mi sueño,
rompieron en mi boca mi palabra
y esposado
me llevaron por las calles
entre soldados con bayonetas caladas
hasta la cárcel pública de mi Tierra
donde hacía mucho tiempo
me tenían reservada una celda
habitada por ratas y de vez en cuando por ladrones!

¡Cómo podré olvidar
la primera prisión de mi vida
por haber dicho solamente
que a los soldados les paga el pueblo
con los impuestos que pagamos todos los peruanos
y no para que asalten el poder
ni para que derroquen presidentes
sino
para que amparen y protejan el orden público
la Vida
los bienes y derechos de todos nuestros pueblos!

***
Pero,
la vida nos da todos los días
impulsos y energías
para sobrevivir
manteniendo encendida la tea de la fe,
agitando
la bandera de nuestros ideales.

Así es como han pasado tantos años;
así es como llegaremos
al Nuevo Día de la Tierra:
hoy, mañana
o cuando en nosotros de gastados y viejos,
de olvidados quizá
nuestros huesos sean simples plantas blancas
para los múltiples labios de los Vientos…

¡Así es como emprenderemos el último dictado
que habremos de firmar cantando con estrellas
para que nunca se apaguen nuestros ojos…!

Es sagrada misión de todo celendino procurar la difusión y el pleno conocimiento de los valores humanos de la obra que Julio Garrido Malaver ha legado al Perú y a toda la humanidad.


Lima, diciembre 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

POESIA:La obra inédita de Juan Tejada Sánchez (Juatesán)

Por Jorge Horna

Indagaciones
Después de todo, el tiempo tornado en esperanza se hace generoso inesperadamente. Tenía la convicción de que Juan Tejada Sánchez tenía inédita su poesía, y felizmente ésta ha sido guardada con comprensible reserva por sus familiares, después del deceso del poeta ocurrido en 1981.

La familia de Juan Tejada Sánchez (Juatesán). Nuestro poeta es el último de los sentados de izquierda a derecha.

Sólo uno o dos textos poéticos fueron publicados en la revista Marañón por el año 1971, cuando Juan aún vivía en Celendín. Después de su fallecimiento en la revista Jelij aparecieron otros dos poemas. A estas señales siguió un silencio prolongado. Hace dos años conversé por teléfono con Ramón Tejada (sobrino del vate), pero no conseguí tener acceso a datos sobre la producción literaria de Juatesán.
En el mes de noviembre de 2010 redacté una breve nota con el exiguo material que se conoce sobre Juan, para ser publicada en el blog Chungo y Batan; a la vez ese texto envié al correo de Ramón. A los pocos días recibo, vía Internet, la semblanza biográfica (resulta que Sorochuco es su cuna legítima) y cincuenta poemas inéditos, enviados desde Canadá por su hermano Joel Tejada.
De este modo me tomo la licencia de considerarme, por azar circunstancial, depositario privilegiado del legado literario del romántico poeta.

Su poesía
Juan Tejada Sánchez se reafirma como poeta tras las huellas de Gabriela Mistral y César Vallejo; aparecen también en sus textos reflejos becquerianos y rubenianos. Sus poemas amorosos están horadados por las ausencias y lejanías. En ese proceso busca apaciguar su dolor y soledad desbordando el cielo, la tierra y el agua. Apego a la naturaleza y su abierta defensa, un espacio en el que el poeta erige la belleza de su palabra. Qué diría él, en estos tiempos contemporáneos de gélidas actitudes humanas, ante el avasallamiento causado por la codicia de las explotaciones mineras, que amasan fortunas sin tener en cuenta la desfiguración del paisaje y el arrasamiento de la tierra, o de la vida, que es lo mismo.
Es por eso que su poesía está repleta de esplendores, de la nobleza enternecedora de los caminos, piedras y rocas, que abrigan la fugacidad de la existencia humana. En el viento y las frescas sombras halla el mensaje escondido para entregarnos su soledad lacerante.

Quisiera ser nube/ para enredarme/ en las trenzas rubias/ del sol./ Quisiera ser noche/ para dormirme/ sobre la mitad del mundo/ y menguar su dolor./ Quisiera ser luna/ de palidez mortal/ para que los que me miran sepan/ que tengo helado el corazón./ Quisiera ser música en el viento/ azul en la campana muda de la tarde/ torre de marfil en la alba/ constelación de gaviotas sobre el mar./ Pero en mi locura de vivir comprendo/ que sólo soy una estatua de barro/ que sólo tengo corazón.

Además, es en la mujer amada que halla el bálsamo que hace posible que Juan Tejada nos alcance su lirismo puro, su canto afectuoso a la vida, su verso que no es reclamo, sino musicalidad esparcida en la tierra.

(…) Sembradora de estrellas,/ recuesta la noche en mis pupilas,/ Pastora de mis penas,/ hunde en la tierra mi silencio…
(…) Eres raíz en el secreto de los surcos/ y sabia en los labios de la vida./ Y te amo…/ Y he de amarte/ hasta el abrazo del silencio/ con mi propia vida
(… ) La amaba porque traía en sus ojos/ la agonía del crepúsculo/ y los senderos de la noche./ Porque se durmió en una cabaña/ y despertó con clarines/ al llamado de la vida.

Otros poemas tienen como eje el profundo aprecio del poeta a los niños del campo. Juan fue maestro de escuela durante muchos años en el caserío rural de Poyunte, paraje próximo a la ciudad de Celendín. En el porvenir de esos niños descalzos y pobres, con una prédica cristiana sincera, ve la redención del mundo.

(…) Los niños descalzos/ han vuelto a la ronda;/ los claustros silentes/ remedan sus voces./ Cantando esta ronda/ con los niños pobres,/ en el costado abierto,/ palpita el amor.
(…) ¡Seguid cantando,/ niños descalzos,/ que pronto, muy pronto/ voy a dormirme sobre mi cruz!

Lima, 15 de diciembre de 2010

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viernes, 10 de diciembre de 2010

PREMIO NOBEL: Mario Vargas Llosa

Por considerarlo de interés nacional, publicamos el texto íntegro del Discurso pronunciado por el Premio Nobel de Literatura 2010, el peruano Mario Vargas Llosa que hoy, justamente, recibirá el Premio de manos del Rey de Suecia. (NdlR)

ELOGIO DE LA LECTURA Y LA FICCIÓN


Por Mario Vargas Llosa

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

MVLL, primer peruano que recibe el Nobel de Literatura.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.
Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.
No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.
Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.
Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida.
Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.
Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.
La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú.
Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.
Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido.
Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a alcanzarla- a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.
En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy –que trato de ser- fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean- François Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u
oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.
De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del General de Gaulle. Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.
De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder.
Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.
Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte.
En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman “las raíces”, mis vínculos con mi propio país –lo que tampoco tendría mucha importancia-, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.
Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así. Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si –el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan- el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de Estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.
Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de “todas las sangres”. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeocristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y a lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!
La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica.
Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.
Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso –triste consuelo- descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía.
Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.
De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.
Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de cómo, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.
Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religiónprovinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.
No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.
El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban “el pie ajeno” –lindo y triste apelativo-, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebes al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño -la llamábamos el Barrio Alegre-, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.
El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.
Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.
Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. “Escribir es una manera de vivir”, dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias. Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.
Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia. Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar. Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (peseal pánico que la acompañó).
La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.
Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas –rayos, truenos, gruñidos de las fieras-, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.
Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.
De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.

Estocolmo, 10 de diciembre de 2010.