jueves, 26 de junio de 2008

DOCUMENTO: Sobre la desfiguración de nuestra ciudad

El presente texto es una auténtica alegoría del desandar el camino, allí está resumido la honda experiencia del desarraigo y lo ineludible del amor telúrico. Celendín Pueblo Mágico lo publica por su belleza formal y su contenido esencialmente reflexivo. La autora leyó este documento el 30 de setiembre del 2000 en el local de la Asociación Celendina de Lima, cuyo presidente en ese periodo era el señor Jorge Silva Merino (NdlR).

DISCURSO DE ORDEN POR EL 138 ANIVERSARIO
DE LA PROVINCIA DE CELENDÍN

Por Antonieta Inga del Cuadro
Yo no soy la persona más adecuada para pronunciar este Discurso de Orden por el 138 aniversario de la provincia de Celendín; pero ante tan indeclinable invitación, les debo gratitud a quienes me han comprometido a hacerlo. Es que debo confesarles que lamento profundamente no haber desarrollado mis raíces con la tierra, pues desde muy temprana edad, la literatura me desarraigó; y este Discurso de Orden me da la oportunidad de reconciliarme con lo más profundo de mí misma y de iniciar mi retorno a la semilla, evocando mis vivencias más arcanas y que subyacen en mi subconsciente, pugnando por aflorar para compartirlas con ustedes.
En este mes de julio, retorné a Celendín después de 44 años pretendiendo disfrutar de las fiestas patronales. La casa paterna, hoy convertida en un almacén de electrodomésticos, exhibía clausurados herméticamente el balcón y la ventana, desde donde avizoraba lontanos mundos a través de los libros que devoraba con fruición. Abría sus puertas con la fuerza de mi imaginación y me instalaba nuevamente en el lugar acostumbrado para navegar con los personajes de los libros a través de historias intrincadas y truculentas, de tramas inverosímiles, de descripciones y narraciones magistrales. (A los 10 años ya había leído El Quijote).
Poco reparaba en el paisaje que me rodeaba. Sólo vivía para viajar imaginariamente con la pléyade de “hombres” y “mujeres” que saltaban de las páginas para erguirse como reales co-protagonistas de mi vida. Nunca advertí la pobreza que discurría a escasas cuadras de mi casa, ni la probable riqueza que ostentaban otras familias. Yo me sentía la persona más afortunada entre mis libros y desdeñaba las amistades que osaran perturbar mi íntimo y secreto diálogo con mi poblado mundo de ficciones, hecho realidad en mi vida cotidiana. Por ejemplo, sólo en este retorno, después de 44 años para las festividades mencionadas, advertí una tarde, que en la ciudad no se escuchaba el canto de los pajarillos, porque no hay árboles que maticen de verde el luminoso colorido de las alineadas casas de la ciudad. Ya al llegar a Cajamarca, rompí en llanto, advirtiendo la familiaridad del paisaje natal y temiendo la cercanía del reencuentro con Celendín.
Después de una horas de accidentado viaje empecé a sentir como antaño que el ruido del carro al deslizarse por la carretera era distinto. Jamás se borró de mi mente ni de mi corazón esa emoción indescriptible de la “volvedera” –como diría Monterroso- .Pero entonces, esa “volvedera” terca e incondicional era para naufragar en el cálido remanso del hogar paterno. Para saborear los platos sencillos en unión de mis padres y hermanas, para compartir alegremente en la mesa “con cubiertos francos y alegres tiroriros / porque estanse en su casa” / como diría Vallejo.
Pero esta vez ni la luminosidad del cielo, ni la alegría de los paisanos lograban sacarme de mi profundo ensimismamiento y del duro procesar los recuerdos, las intrincadas vivencias que testimoniaban un resumen del periplo inextricable que enlazaba los recuerdos de mi infancia con este trascendente reencuentro. Vi lo que es hoy, recordé lo que fue; y lo que para otros celendinos es un rutinario viaje anual de reencuentro, para mí fue una confrontación traumática, pero con un saldo muy positivo; pues ya no bullen en mi mente miles de “celendines” posibles; sino dos: el que fue y el que es hoy, en un lapso de casi medio siglo.
De todo lo vivido, rescato mi admiración por los paisanos que nunca se han desarraigado; e invoco a la juventud para que profundice sus raíces, cultivando y amando nuestras tradiciones, costumbres e ideales. A no sucumbir jamás ante la pereza mental porque “la ignorancia es la madre de todas las formas de esclavitud y de pobreza; y el conocimiento la única forma de liberación”, como dice Shikri Gama. Invoco a sus profesionales y personas de bien a la tarea imperativa de formar mentes sanas; vale decir, educadas en las normas de la ética y la moral, empezando por enseñar a distinguir lo constructivo de lo negativo, lo admirable de lo repudiable, lo instintivo de lo volitivo. Inculquemos en nuestra sociedad celendina que “Los derechos son hijos del deber cumplido”, y que toda persona es un ser triptihistórico porque hace la historia de su familia, de su grupo social, de su pueblo.
Agradezco nuevamente esta oportunidad que se me ha brindado para compartir con ustedes la experiencia de una vida que sufrió mucho con el desarraigo; pero que por donde ha ido ha llevado siempre muy dentro “ese amor al terruño que nace y muere con el ser humano”.

Lima, 30 de setiembre del 2000

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hello everyone! I do not know where to begin but hope this site will be useful for me.
I will be glad to get some assistance at the start.
Thanks in advance and good luck! :)