lunes, 16 de junio de 2008

CRÍTICA: Sobre el narrador Jorge Díaz Herrera

El suplemento El Dominical del diario “El Comercio” ha publicado el pasado 25 de mayo de 2008, la siguiente glosa acerca de la narrativa y poesía de Jorge Díaz Herrera (Celendín, 1941), escritor reconocido y con una vasta producción de relatos, cuentos, novelas y textos líricos. (NdlR.).

NOBLE CONTADOR DE HISTORIAS

Por Jorge Eslava
Jorge Díaz Herrera es un poeta peruano cuya obra gira en torno a la infancia. Su escritura tiene un temperamento lírico, se trate o no de un libro para niños; es más, se trate o no de un libro de poemas. Desde que lo conocí personalmente –hace 25 años– advertí que se trataba esencialmente de un poeta, a pesar de que lo conocí gracias a un librito de cuentos: Parque de leyendas, una auténtica joya de nuestra literatura infantil.

Jorge Díaz Herrera, un escritor que ama a los niños (Foto A. Pita).
Con los años, Díaz Herrera me ha llevado por el amable laberinto de su obra literaria: piezas dramáticas, novelas, textos periodísticos, relatos, pequeñas canciones… y siempre con el aire humilde y profundo del verdadero arte. Y al interior de los variados géneros, ha tocado con la misma delicadeza los rostros de la alegría o de la muerte, del misterio o del saber. Porque escribir para niños no ha sido para él un escollo, sino un animoso desafío.
He dicho a menudo que, en mi opinión, es el mejor escritor para niños que tenemos actualmente. Está en plena actividad creadora; no hace mucho publicó Sones para los preguntones, Pata de perro e Historias para reír, cantar y jugar. Este último libro contiene ocho relatos, todos ellos en tomo lírico y con disposición reflexiva; unos distendidos con la compostura cercana al cuento clásico y otros más contenidos y alegóricos. Su lenguaje es refinado, de pronta imaginación y cadencia musical; rasgos estilísticos que sirven de soporte para las sugestiones virtuosas y nobles de este contador de historias.
El rigor artístico de Díaz Herrera está atento a la belleza tanto como a la vocación pedagógica, no escolástica sino ceñida al bello arte de educar. En ese sentido sus textos se aproximan a las antiguas leyendas o a los libros de exemplos del medioevo, que se leen con provecho en todas las épocas. Le inquietan ardientemente los temas de la solidaridad y la justicia, de la libertad y del respeto entre los seres. Sus historias están pobladas de mansos animales y niños desprovistos de comodidades, que no rehúsan al esfuerzo ni el riesgo de una aventura personal, porque saben que la vida es hermosa cuando los hombres se juntan.

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