jueves, 4 de febrero de 2010

HOMENAJE: Arquímedes Ariosto Chávez Sánchez

He tenido que posponer tareas diversas para rendir homenaje al profesor Arquímedes Ariosto Sánchez Chávez “Quime”. Hace unos días, el 24 de enero último ha fallecido a la edad de 71 años en la ciudad de Celendín.

Siempre tuvo interés por expresar su sentimiento y reflexiones a través de la palabra. Por la década del setenta, junto a otros profesores de Educación Primaria batalló en el periódico “El Golpe” y en la revista “Marañón”, publicaciones hechas a pulso, con pasión y entrega y que marcaron épocas epónimas en la cultura celendina.


Arquímedes publicó dos libros en ediciones personales muy modestas: Glosario shilico (1998) e Ingenuidades pueblerinas (2005). Conversé con él en su casa, vivía solo, en el mes de febrero de 2004. Sus temas penetrados de un nivel crítico no dejaban de sostenerse en la sátira. En sus libros, la anécdota, la ocurrencia, el cotidiano y vital discurrir de la gente de estirpe popular, se condensa constantemente en el humor. Esta particularidad muy genuina de su escritura está colmada de agudeza y a veces mordacidad.

Su legado forma ya parte –aunque hay detractores negligentes que califican como vulgares los libros de Arquímedes- del corpus aún no registrado de la literatura celendina.

Este no es un homenaje póstumo, reitera mi reconocimiento a su palabra, pues en el espacio cibernético “Espina de Maram” y en “Fuscán” impreso número 13 hay algunos cometarios a su obra.

Jorge Horna

Lima, 2 de febrero de 2010 (día celebrante de la Virgen Candelaria de la comunidad campesina de Poyunte).

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A paso seguido y firme, un texto de Arquímedes Sánchez, de su libro Ingenuidades pueblerinas.


Pedro Riobamba

Pedro Marín –entre shilicos conocido como Pedro Riobamba-, connatural de este pueblo, de ocupación negociante y componedor de sombreros, era personaje algo esbelto y blancón, de barba rala y rubia y boca dispuesta a decir sencilleces.

Singular aficionado a los gallos de pelea; por su situación personal, fue el hazmerreír en cada jugada gallera, realizada dentro y a veces fuera del coliseo, por la forma disparatada de sus expresiones y especial configuración humana.

Los galleros: Florcita, Canshul Calla, Chancito, Geonías Silva, Pancho Silva, Toro Félix, Termópilo Mori, Ño shillido, don Orestes, el zarco Serapio y otros tantos contertulios, tenían especial afecto por Riobamba.

En tiempo ido, visitó Celendin, su tierra querida, el doctor Artidoro Cáceres -cirujano de renombre nacional-, quien luego de pasar largas horas de conversación familiar, tomó ligero tiempo para volver a vieja distracción: la pelea de gallos. Dirigió sus pasos hacia la gallera, ubicada en el seño del local municipal y por el camino, de chiripa, tomó la compañía de Pedro Riobamba, conocido suyo.

Colmado estaba el recinto gallero de bullangueros aficionados que, espectaban enfurecida pelea de animales. Momentáneamente, ocurrió inusual silencio, pues, la presencia del afamado galeno, fue notoria. El momento ofreció bella oportunidad a Riobamba para dar lustre a su sencilla persona. Por esta simple suerte, de pie en la parte más alta de la galería, con particular acento, dejó escuchar pocas, pero bien pronunciadas palabras:
Para que vean…Pedro Marín no se abraza, menos acompaña a… guarditas

Prosiguió:
Estoy con mi Doctor…”El Orejón” Cáceres.

Especial simplonería, motivó bullicioso festejo de todos los galleros, y el doctor Cáceres, palmeando suavemente la espalda de Riobamba, solamente dijo con pulcra voz:

¡Gracias Pedrito!



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