A PROPÓSITO DE “VIDA DE PUEBLO”
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
He recibido la grata visita del poeta Jorge Horna en estos días en que el invierno se muestra reticente a retirarse del cielo de Lima, como un toro amorcillado que se resiste a morir. Y digo que es grata su visita porque aparte de inundarnos de poesía con su conversación, siempre trae alguna vieja novedad que nos mueve a pensar que la historia no transcurrió en vano, que tenemos que agradecerle los momentos felices de la vida y que debemos extraer las lecciones que nos impone su transcurrir.
Esta vez la novedad ha sido la edición original de Vida de pueblo de Julio Garrido Malaver, aquel viejo libro de poemas de honda raigambre telúrica, ese que canta al Celendín impoluto, crío inocente, ajeno a los peligros que hoy lo acechan. Aquel que nos lleva a los rincones en donde transcurre el afán cotidiano de las sufridas sombrereras, que nos ramba por las calles más apartadas del barrio de Colpacucho y nos hace beber en los chorros cantarinos de las esquinas.
Nos ha permitido tocarlo en su inusual forma rectangular y nos hemos nutrido al contacto de su hoja gruesa, de su carátula sufrida por los embates agotadores del tiempo, de sus versos contundentes y sin embargo tan sencillos, que se diría que es fácil ser poeta.
Una cosa nos ha llamado la atención: el dibujo de la cubierta y la firma del artista: Villanueva, y nos hemos preguntado, intrigados: ¿Se tratará de Juan del Carmen Villanueva, “Bagate”, para más señas? Es posible, dado que en la década de los 30 el pintor estuvo radicando temporalmente en Celendín, retratando a don Augusto G. Gil Velásquez y a sus padres en aquellos cuadros oscuros que nos recuerdan el tenebrismo de Caravaggio o de Zurbarán, y que aún se pueden ver en la Municipalidad, en la Beneficencia Pública y en el Colegio “Coronel Cortegana”. Es posible, repito, que haya existido alguna amistad entre el vate y el pintor, que no tendría nada de raro, porque las almas sensibles de los artistas se conjugan como la piedra y el agua, y el rumor que emiten en conjunto es esencia de arte.
La edición del libro es de 1940. Han transcurrido desde entonces 68 años… ¡Toda una vida! Y sin embargo, sus versos todavía resuman hasta el clima del día en que el poeta los escribió. Este libro es importante porque es una de las primeras obras de un celendino y con él, nuestro pueblo se asomó tímidamente, pero a la vez firmemente, al Parnaso de los pueblos escogidos.
Esta vez la novedad ha sido la edición original de Vida de pueblo de Julio Garrido Malaver, aquel viejo libro de poemas de honda raigambre telúrica, ese que canta al Celendín impoluto, crío inocente, ajeno a los peligros que hoy lo acechan. Aquel que nos lleva a los rincones en donde transcurre el afán cotidiano de las sufridas sombrereras, que nos ramba por las calles más apartadas del barrio de Colpacucho y nos hace beber en los chorros cantarinos de las esquinas.
Nos ha permitido tocarlo en su inusual forma rectangular y nos hemos nutrido al contacto de su hoja gruesa, de su carátula sufrida por los embates agotadores del tiempo, de sus versos contundentes y sin embargo tan sencillos, que se diría que es fácil ser poeta.
Una cosa nos ha llamado la atención: el dibujo de la cubierta y la firma del artista: Villanueva, y nos hemos preguntado, intrigados: ¿Se tratará de Juan del Carmen Villanueva, “Bagate”, para más señas? Es posible, dado que en la década de los 30 el pintor estuvo radicando temporalmente en Celendín, retratando a don Augusto G. Gil Velásquez y a sus padres en aquellos cuadros oscuros que nos recuerdan el tenebrismo de Caravaggio o de Zurbarán, y que aún se pueden ver en la Municipalidad, en la Beneficencia Pública y en el Colegio “Coronel Cortegana”. Es posible, repito, que haya existido alguna amistad entre el vate y el pintor, que no tendría nada de raro, porque las almas sensibles de los artistas se conjugan como la piedra y el agua, y el rumor que emiten en conjunto es esencia de arte.
La edición del libro es de 1940. Han transcurrido desde entonces 68 años… ¡Toda una vida! Y sin embargo, sus versos todavía resuman hasta el clima del día en que el poeta los escribió. Este libro es importante porque es una de las primeras obras de un celendino y con él, nuestro pueblo se asomó tímidamente, pero a la vez firmemente, al Parnaso de los pueblos escogidos.
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