lunes, 3 de mayo de 2010

ENTREVISTA: El viejo escritor habla de sí mismo

La revista “Bellamar”, No. 7, editada en Chimbote por la Universidad Nacional del Santa, publicó la siguiente entrevista a don Alfonso Peláez Bazán, realizada en Celendín, el año 1992, por Leonidas Delgado León. La retomamos pues creemos que es un aporte esencial para conocer mejor a nuestro escritor, uno de los talentos que nuestra tierra dio al Perú en el siglo XX (Jorge Horna).


LA VITALIDAD LITERARIA DE DON ALFONSO PELÁEZ BAZÁN
Entrevista Leonidas Delgado León
Por especial encargo del director de la revista “Bellamar”, he realizado un largo viaje, recorriendo valles y luego bordeando los Andes de la sierra norte del Perú, cuya vegetación en esta época del año semeja alfombras multicolores, que llenan de indescriptible emotividad a todos los visitantes, hasta llegar a este maravilloso pueblo andino, Celendín, tierra que tiene historia propia, porque sus habitantes conservan sus usos y costumbres: todos saludan amablemente y responden mis preguntas. Me hallo tocando la puerta signada con el número 713 en la calle José Gálvez en busca de nuestro personaje, y acude al llamado, precisamente, don Alfonso Peláez Bazán, a quien deseamos entrevistar.

Don Alfonso sin mostrar extrañeza me recibe con tranquilidad y la confianza que sólo los serranos pueden brindar, sonríe apaciblemente y me invita a pasar; y mientras dialogamos, don Alfonso evoca con viva emoción sus primeras manifestaciones literarias, que cobra vigor con el claro celeste de su mirar, y sus largos años se sintetizan en un solo ideal: la literatura.

“Bellamar”: Don Alfonso, he viajado muchos kilómetros para conversar con usted.

Alfonso Peláez Bazán: Honor que me hace, que creo no merecer, le agradezco sinceramente.

B: ¿Qué puede decir de sus primeros años de escritor?

APB: Siempre me gustaba escribir algunas cosas sueltas, pequeños cuentos, como una inquietud. Sucede que el año 1945, si mal no recuerdo, el Estado da una ley estableciendo el Primer Concurso de Cuento; así que envié a Lima mis manuscritos, referidos a temas andinos; tocaba algunos aspectos de las costumbres de nuestros pueblos serranos, especialmente de Celendín. Los miembros del jurado eran: José María Arguedas, Clemente Palma, José Diez Canseco y otro cuyo nombre he olvidado.

B: ¿Cuál fue el resultado?

APB: Un día recibo un telegrama de José María Arguedas, a quien no lo conocía, donde me solicitaba copia de mis cuentos; esta circunstancia me sorprendió y motivó mi curiosidad por averiguar.

B: ¿Averiguar qué?

APB: Me enteré que los miembros del jurado, decidieron dar como ganador a un concursante limeño que tenía vinculaciones políticas; por lo que Arguedas protestó enérgicamente, aduciendo la calidad de mis cuentos por su fuerza expresiva y su temática.

B: Sin duda, don Alfonso, por la connotación histórica que esto significaba, por tratarse del Primer Concurso de Cuento realizado en el Perú.

APB: Por supuesto; según ellos no era justo que un shilico se lleve el premio y el prestigio.

B: Bueno, ¿Arguedas logró su objetivo?

APB: Mire, pretendieron frustrar el propósito de Arguedas, un hombre de una calidad moral excepcional, al desaparecer mis cuentos, pero yo le alcancé copias lo que motivó el inicio de nuevas discusiones, queriendo favorecer a un periodista de “El Comercio”, un tal Carrera. Arguedas nuevamente protestó con argumentos válidos, por lo que decidieron declarar desierto el concurso. Esta determinación causó risa a Arguedas, y con la finalidad de evitar mayores escándalos, me otorgaron una distinción y la recomendación para que el Ministerio de Educación publique mi trabajo.

B: ¿Y lo publicaron?

APB: Sí. Fue un libro de buena presentación y en la segunda parte de éste se publicó un trabajo de un joven ya desaparecido: Francisco Izquierdo Ríos.

B: ¿Tiene usted algún ejemplar de ese libro y de las publicaciones por su propio esfuerzo?

APB: Verá usted. He publicado siete libros, y por esas cosas raras que suceden, sólo el primero: “Cuando recién se hace santo” y “Tierra mía” publicado por el Ministerio de Educación, que mi hijo Alberto pudo conseguir, los he tenido en mi poder hasta hace poco. Pero a solicitud de unas alumnas del Pedagógico les concedí prestado para que documenten su monografía; y no es por hablar mal, sino que lo hago con cariño: aquellos ejemplares ya no regresaron a mi poder. De tal manera que ahora no tengo absolutamente nada mío.

B: ¿Alguna editorial se ha interesado por la publicación de sus obras?

APB: En circunstancias que salía de la casa de uno de mis hijos en Lima, hace muchos años, me abordó una señorita que había estado buscándome; creo que se desempeñaba como secretaria de la Universidad de San Marcos, y me manifestó que la editora Berlín tenía interés en publicar mis trabajos y que deseaban conversar conmigo. Una dama alemana receptó mis cuentos y según tengo entendido publicaron algunos en alemán. Pasó el tiempo, mis hijos escucharon comentarios a respecto, pero la verdad que a mis manos nunca llegó nada. Mi hijo Alberto acudió una vez a gestionar en la embajada, sin resultados favorables.

B: Nos hubiera gustado contar con algún libro suyo, yo recuerdo que en mi época de estudiante leí un cuento que me agradó, “El gallo aprero”.

APB: Me da gusto escucharlo, ese cuento por su contenido político lo han publicado varias veces, yo sé que gusta mucho al igual que“Querencia” que en opinión de Arguedas tiene inmenso vigor.

B: Don Alfonso y ¿Ud. logró conocer personalmente a Clemente Palma?

APB: Luego de su intervención en el referido concurso, yo tuve el atrevimiento de llevarle un cuento al Viejo - que pese a su desacertada actuación como miembro del jurado, le tenía respeto y admiración- para que lo publique en su revista “Variedades”, me dijo que lo iba a revisar, pero nunca lo publicó.

B: ¿Algún proyecto literario?

APB: Sí. Una novela: Ideal y el pequeño durazno que estoy concluyéndola. Mis hijos se empecinan en llevarme a Lima para que me atiendan de la vista, dicen que mi empeño en estas cosas avanza mi ceguera, pero yo considero que no habría perdón si dejo abandonado este trabajo que tanto me apasiona.


Interrumpimos momentáneamente nuestro diálogo, don Alfonso se disculpa y acude al elocuente gesto de su hija Malena. Vi cómo se alejaba pausadamente, hasta desaparecer por la puerta del fondo. Discretamente quedo observando los muebles, los adornos de sala, los libros, en fin todo el ambiente de solaz donde discurre la vida de nuestro viejo escritor que a sus 83 años hace gala de una lucidez sorprendente. Lo veo reaparecer sonriente con unos papeles en la mano, me los alcanza y a la vez me dice:

-Apreciado amigo, como Ud. verá, hasta las cosas también tienen su destino. Aquí tiene estas copias de mi cuento “Querencia” como si hubiera estado reservado para Ud., papeles que alguna vez estuvieron en manos de mi distinguido amigo Arguedas.

-Mi agradecimiento eterno, don Alfonso.

Nuevamente estreché la cálida mano de este excelso escritor, me despido con el compromiso de visitarlo en otra ocasión.

Celendín, 24 de enero de 1992



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