"LEJANÍAS", DE MARCO SÁNCHEZ ROJAS
Marco Sánchez fue alumno en la Escuela No. 81 y en el colegio Javier Prado (hoy Coronel Cortegana); es profesor de Lengua y Literatura graduado en la Universidad Nacional de Cajamarca; a los 24 años de edad publicó su poemario Lejanías.
Ejerció sus primeros años profesionales en Tumbes, donde se ligó a los grupos literarios y culturales de esa ciudad. En 1976, en el libro Poemas Inéditos (muestra de poesía tumbesina) editado por la Cooperativa San Nicolás, se incluyeron sus poemas.
En el suplemento Crónica Cultural del diario limeño La Crónica, también fue publicado su poema Padre nuestro, en una antología de la poesía producida en Tumbes.
Las limitaciones económicas personales y la ausencia en nuestro país de una verdadera política cultural, no han permitido que Marco Sánchez haya continuado publicando otros poemarios que él conserva como postergados pero latentes proyectos.
Como trabajador de la educación, convencido de que sólo la lucha arranca reivindicaciones, durante la histórica huelga sindical del año 1979, fue cesado durante un año de su puesto de profesor.
Su inquietud literaria le impulsó a publicar junto a otros colegas del Centro educativo “24 de julio” en Tumbes, un Informativo homónimo, en uno de cuyos números, Marco dio a conocer un estudio analítico con el título de: Javier Heraud, símbolo de la juventud (próximamente lo publicaremos en Espina de Maram).
La poesía de Marco Sánchez Rojas se nutre de los pesares y peripecias de la vida, el dolor de los desposeídos lacera el alma del poeta, pero en un acto de solidaridad cuestiona al sistema opresivo e inhumano que padecemos. Reivindica a la tierra herida por la codicia.
En lontananza los recuerdos y las huellas de la infancia son recogidos y expresados con esperanza y ternura. El poeta aspira a un mundo nuevo, armónico y justo.
Por Jorge Horna
Una grata sorpresa ha sido ubicar el poemario Lejanías (Imprenta Rocarme S.A. Lima, 1972) y a su autor, Marco Antonio Sánchez Rojas (Celendín, 1947). Él actualmente reside en Lima. Ha sido la labor de búsqueda e indagación que nos ha entregado la dicha de un encuentro desbordado de generosidades y posibilidades de retomar el camino hacia pretéritos bríos literarios.Marco Sánchez fue alumno en la Escuela No. 81 y en el colegio Javier Prado (hoy Coronel Cortegana); es profesor de Lengua y Literatura graduado en la Universidad Nacional de Cajamarca; a los 24 años de edad publicó su poemario Lejanías.
Ejerció sus primeros años profesionales en Tumbes, donde se ligó a los grupos literarios y culturales de esa ciudad. En 1976, en el libro Poemas Inéditos (muestra de poesía tumbesina) editado por la Cooperativa San Nicolás, se incluyeron sus poemas.
En el suplemento Crónica Cultural del diario limeño La Crónica, también fue publicado su poema Padre nuestro, en una antología de la poesía producida en Tumbes.
Las limitaciones económicas personales y la ausencia en nuestro país de una verdadera política cultural, no han permitido que Marco Sánchez haya continuado publicando otros poemarios que él conserva como postergados pero latentes proyectos.
Como trabajador de la educación, convencido de que sólo la lucha arranca reivindicaciones, durante la histórica huelga sindical del año 1979, fue cesado durante un año de su puesto de profesor.
Su inquietud literaria le impulsó a publicar junto a otros colegas del Centro educativo “24 de julio” en Tumbes, un Informativo homónimo, en uno de cuyos números, Marco dio a conocer un estudio analítico con el título de: Javier Heraud, símbolo de la juventud (próximamente lo publicaremos en Espina de Maram).
La poesía de Marco Sánchez Rojas se nutre de los pesares y peripecias de la vida, el dolor de los desposeídos lacera el alma del poeta, pero en un acto de solidaridad cuestiona al sistema opresivo e inhumano que padecemos. Reivindica a la tierra herida por la codicia.
En lontananza los recuerdos y las huellas de la infancia son recogidos y expresados con esperanza y ternura. El poeta aspira a un mundo nuevo, armónico y justo.
Marco Antonio Sánchez Rojas, tercero de los de pie, de derecha a izquierda.
Aquí sus poemas:
A CELENDÍN
Patria de vagabunda cuna
con raras estrellas,
te miro desde mi soledad
nostálgica y sombría,
te miro cautivo
desde la inmemorial distancia.
Celendín,
estás en mi sangre;
me dejaste el alma de tus tardes,
de tus rocas y el corazón.
Mis primeros pies
hollaron tu suelo
y mis primeros sueños
posaron en ti.
Era un niño cuando llegué
a mis amigos de labios tempranos
y mirar ingenuo;
y en los cuartos amorosos
y llenos de abrigo,
la paja olorosa enredó mis pasos
Y en sus manojos dormía.
(…)
Y las mujeres cual gemas
de un cuento de encantos
se han perdido de mi sueño
mientras las madres solas
tejían sombreros.
Así envejecían
sus finas manos
hoy muertas
por el pan y el trigo.
INFANCIA
En el ayer tendidos
lloran los ojos puros
lánguidos y absortos
de la infancia;
queda el húmedo surco
con su fruta olorosa
en mis labios ingenuos,
y en la envejecida rama
mis manos invisibles posan.
Voy hacia el pasado y escucho
los cuentos hermosos
en los novilunios;
las blancas ninfas
y el ladrar del “Choco”
Ya no estaré a tu orilla
bullicioso Haway;
no a tu brisa, no a tus aguas
quedo a solas en la vida.
Lumbay,
mis pies tratan en vano
de ambular tus caminos;
de acariciar los mangos, el mamey
sobre la tierra
¡Oh! tus tardes
perdidas en la sombra
con fervientes plegarias,
inasible Lumbay.
* (Haway y Lumbay, río y fundo agrícola, en las inmediaciones del distrito de Balsas).
OTRO TIEMPO
Ayer he caminado y recordaba
que estuve jugando
con carritos de barro;
jugaba por la heridas de la tierra
que aún no eran hondas.
No sé si estoy cansado,
fue pobre el ayer,
y es mísero el presente.
He caminado
y apenas quedan huellas,
y busco otro suelo
sin espinas contra el tiempo
Voy viendo cuerpos pesados,
crucificadas manos
añorando otros mares.
PADRE NUESTRO
Padre nuestro
¿tú enseñaste a los hombres
la misma jerarquía
de los cielos?
Ahora
dime, tú hombre
tú que no puedes engañarme
¿quién dio a los reyes y tiranos
derechos sobre el hombre?
¿Quién les entregó el patrimonio
de la tierra y el mar?
Y en este instante doloroso de mi vida
Dime, hombre
¿a dónde iré para pedir justicia?
Han matado a mis hermanos
en el antro de las minas
a través de una agonía de cuarenta años,
mataron también a mis hermanos
en la zafra, en las grandes fábricas
y sus hijos heredaron
oprobio, abusos, malos tratos.
¡Ah!
la justicia murió siendo aún niña
por manos de unos jueces
cuyos padres la parieron.
¿A quién alzan sus ojos los desconsolados,
los abandonados,
los enfermos incurables,
si Dios también ha muerto
y el cielo se ha caído
a este infierno de la tierra?
Ni siquiera el bautismo
ha borrado en mis hermanos
el estigma del pecado original:
el ser pobres.
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