El novelista y narrador José de Piérola Chávez, nació en Lima en 1961. Sin embargo, su infancia transcurrió en su ciudad materna, en Celendín, donde estudió su instrucción primaria. Después, con su familia se trasladó a la metrópoli, donde poco a poco fue orientando su camino hacia la literatura.
Ha sido galardonado con el Primer Premio Copé de Cuento, el año 2000. También el reconocimiento internacional le ha llegado a través del premio Max Aub (1988). El camino de regreso, Shantranj, Sur y Norte, son sus más notables novelas.
En uno de los catálogos de difusión publicitaria de la Editorial Norma apareció la siguiente nota y entrevista a José de Piérola (NdlR).
ESCRITOR POR UNA SERIE DE AFORTUNADAS CIRCUNSTANCIAS
Cuando era niño, José de Piérola estaba convencido de que para ser escritor solo era necesario tener una pluma fuente. Años después, tras varios giros del destino, un paciente proceso de aprendizaje y siempre armado de su pluma fuente, dedica su vida a su gran pasión: la literatura. Shatranj es un estupendo ejemplo de su maestría.
La historia de Shatranj se inicia con el relato de una anécdota de la adolescencia que determina la vocación literaria del narrador. ¿Cómo ocurrió en tu caso?
La primera vez que quise ser escritor tenía quizás unos nueve años. Nos habíamos mudado de Celendín, un pequeño pueblo de Cajamarca, a Lima. Un mes después, entré por primera vez a una librería. Mi asombro fue espectacular. Descubrí que aquellos libros –quizá unos cinco- que mi madre me había leído cuando niño, y que a mí me habían perecido un tesoro incalculable, no eran nada comparados con los miles de libros que allí había. Más aún, según pude entender, muchos de los autores estaban vivos. Quizá fue alguna foto de solapa, pero me convencí que todo lo que hacía falta para ser escritor era tener una pluma fuente. La conseguí por medio de un compañero de la escuela algunos años después.. Quizá tendría trece años cuando, armado de mi pluma fuente, escribir empecé a escribir mis “memorias”. Creo que llegué a escribir cinco páginas antes de abandonar el proyecto.
¿Qué ocurrió luego?
Pasaron los años, terminé la secundaria, y aquel sueño empezó a encontrar seria dificultades. La primera que no importa dónde buscara no encontraba ninguna pista que me indicara cómo convertirme en escritor. Leí algunas entrevistas. Me desalenté. Hasta que llegó el momento de elegir una profesión para ganarme la vida y, convencido que en nuestro país ser escritor era más difícil que ser astronauta -estamos hablando de fines de los años 70- , tomé la decisión absurda de dejar la literatura para dedicarme a la ingeniería. Me refiero a la escritura, porque el vicio de la lectura todavía no me lo ha podido quitar.
Entonces conseguí trabajo en un museo como dibujante. Quizá pudo haberlo logrado cualquier otro trabajo; pero aquellos largos días en el museo, aparte de cierta distancia con la universidad, me dieron el tiempo para soñar y los medios para comprarme libros. Desde allí, las cosas pasaron de una manera parecida a lo que se cuenta en Shantranj.
Trabajé como ingeniero durante algunos años, salí del Perú en 1990, trabajé como consultor de sistemas en los Ángeles, hasta que, recién en 1997, debido a una serie de afortunadas circunstancias, me vi de regreso en Lima, con unos seis meses en mis manos, y suficiente dinero como para sobrevivir. Fue entonces que empecé a escribir.
¿Cómo se construye una historia a partir de un lector específico en mente, en este caso, el adolescente?
Uno empieza a escribir para ese lector primero que es uno mismo. Sin embargo, si uno escribiera solo para uno mismo, nadie tendría por qué enterarse que uno escribe, uno no tendría que mostrar el texto a nadie, menos aún intentar publicarlo. Lo que yo hago, entonces, es imaginar un lector o lectora concreto. En el caso de Shatranj fueron dos. Una sobrina mía, y lo que yo recordaba de mí mismo cuando adolescente, y escribí el tipo de historia que nos habría gustado a los dos. Esto me obligó a escribir una novela que fuera capaz de entretener, pero que tuviera la complejidad necesaria para una mente despierta, inquisitiva, como es la de un adolescente. Se trataba de ver el mundo desde otra sensibilidad. La frescura sin la cual no se puede soñar. Espero haberlo logrado.
¿Cuál crees que es futuro del libro?
Desde hace veinte años la tecnología viene produciendo intentos fallidos de su gran promesa: el libro electrónico. Pero el libro, como forma de trasmitir narraciones, se mantendrá. Humberto Eco, en un inspirado ejemplo, dice que el libro es un invento que no puede ser mejorado ni superado: como la cuchara.
El libro gozó de buena salud hace 2500 años entre los escribas egipcios, goza de buena salud en estos días –nunca antes en la historia de la humanidad se han publicado tantos títulos por año-. No tengo la menor duda de que gozará de buena salud durante los próximos 2500 años.
Ha sido galardonado con el Primer Premio Copé de Cuento, el año 2000. También el reconocimiento internacional le ha llegado a través del premio Max Aub (1988). El camino de regreso, Shantranj, Sur y Norte, son sus más notables novelas.
En uno de los catálogos de difusión publicitaria de la Editorial Norma apareció la siguiente nota y entrevista a José de Piérola (NdlR).
ESCRITOR POR UNA SERIE DE AFORTUNADAS CIRCUNSTANCIAS
Cuando era niño, José de Piérola estaba convencido de que para ser escritor solo era necesario tener una pluma fuente. Años después, tras varios giros del destino, un paciente proceso de aprendizaje y siempre armado de su pluma fuente, dedica su vida a su gran pasión: la literatura. Shatranj es un estupendo ejemplo de su maestría.
La historia de Shatranj se inicia con el relato de una anécdota de la adolescencia que determina la vocación literaria del narrador. ¿Cómo ocurrió en tu caso?
La primera vez que quise ser escritor tenía quizás unos nueve años. Nos habíamos mudado de Celendín, un pequeño pueblo de Cajamarca, a Lima. Un mes después, entré por primera vez a una librería. Mi asombro fue espectacular. Descubrí que aquellos libros –quizá unos cinco- que mi madre me había leído cuando niño, y que a mí me habían perecido un tesoro incalculable, no eran nada comparados con los miles de libros que allí había. Más aún, según pude entender, muchos de los autores estaban vivos. Quizá fue alguna foto de solapa, pero me convencí que todo lo que hacía falta para ser escritor era tener una pluma fuente. La conseguí por medio de un compañero de la escuela algunos años después.. Quizá tendría trece años cuando, armado de mi pluma fuente, escribir empecé a escribir mis “memorias”. Creo que llegué a escribir cinco páginas antes de abandonar el proyecto.
¿Qué ocurrió luego?
Pasaron los años, terminé la secundaria, y aquel sueño empezó a encontrar seria dificultades. La primera que no importa dónde buscara no encontraba ninguna pista que me indicara cómo convertirme en escritor. Leí algunas entrevistas. Me desalenté. Hasta que llegó el momento de elegir una profesión para ganarme la vida y, convencido que en nuestro país ser escritor era más difícil que ser astronauta -estamos hablando de fines de los años 70- , tomé la decisión absurda de dejar la literatura para dedicarme a la ingeniería. Me refiero a la escritura, porque el vicio de la lectura todavía no me lo ha podido quitar.
Entonces conseguí trabajo en un museo como dibujante. Quizá pudo haberlo logrado cualquier otro trabajo; pero aquellos largos días en el museo, aparte de cierta distancia con la universidad, me dieron el tiempo para soñar y los medios para comprarme libros. Desde allí, las cosas pasaron de una manera parecida a lo que se cuenta en Shantranj.
Trabajé como ingeniero durante algunos años, salí del Perú en 1990, trabajé como consultor de sistemas en los Ángeles, hasta que, recién en 1997, debido a una serie de afortunadas circunstancias, me vi de regreso en Lima, con unos seis meses en mis manos, y suficiente dinero como para sobrevivir. Fue entonces que empecé a escribir.
¿Cómo se construye una historia a partir de un lector específico en mente, en este caso, el adolescente?
Uno empieza a escribir para ese lector primero que es uno mismo. Sin embargo, si uno escribiera solo para uno mismo, nadie tendría por qué enterarse que uno escribe, uno no tendría que mostrar el texto a nadie, menos aún intentar publicarlo. Lo que yo hago, entonces, es imaginar un lector o lectora concreto. En el caso de Shatranj fueron dos. Una sobrina mía, y lo que yo recordaba de mí mismo cuando adolescente, y escribí el tipo de historia que nos habría gustado a los dos. Esto me obligó a escribir una novela que fuera capaz de entretener, pero que tuviera la complejidad necesaria para una mente despierta, inquisitiva, como es la de un adolescente. Se trataba de ver el mundo desde otra sensibilidad. La frescura sin la cual no se puede soñar. Espero haberlo logrado.
¿Cuál crees que es futuro del libro?
Desde hace veinte años la tecnología viene produciendo intentos fallidos de su gran promesa: el libro electrónico. Pero el libro, como forma de trasmitir narraciones, se mantendrá. Humberto Eco, en un inspirado ejemplo, dice que el libro es un invento que no puede ser mejorado ni superado: como la cuchara.
El libro gozó de buena salud hace 2500 años entre los escribas egipcios, goza de buena salud en estos días –nunca antes en la historia de la humanidad se han publicado tantos títulos por año-. No tengo la menor duda de que gozará de buena salud durante los próximos 2500 años.